15

4.8K 271 23
                                    

Cuando deje la habitación de Jay Loncaster seguía balbuceando algunos insultos. Un par de clientes intentaron abordarme pero les pase de largo y me dirijo a la oficina del Jefe.

- ¿Qué quieres, Fresa? -me pregunto sacando los ojos de la pantalla de su computadora.

Mis dedos se retorcieron bajo la palma de mi mano. ¿Sería la mejor idea?

-Jefe, tengo una cosa que decirle...

Jay Loncaster es una persona desagradable a la que le gusta venir a torturarme con sus miradas críticas y sus palabras llenas de odio. El me culpa por el homicidio de su papá. También intentó ahorcarme. Me humilló. Me denigro como mujer y como ser humano.

Él no es buena persona.

Debería detestarlo y mandarlo al frente con El Jefe. Debería desear lo peor para él.

- ¿Si?

El hijo del hombre que usted mato es un policía.

En ese momento fue como si ya nada pudiera tener un sentido. Claramente, él era policía. Vi su placa. Pero también era el hijo de un hombre que intentó secuestrarme y el creía que yo era la culpable de su muerte.

Pase mi mano derecha por mi brazo, pensando en que era lo que debía hacer. Si entregaba a Jay Loncaster estaba asegurándole su sentencia de muerte. Sin importar a dónde fuera siempre sería perseguido por El Jefe. Ser de la policía no iba a protegerlo. De hecho, creo que tener ese trabajo solamente haría que su muerte estuviera mucho más que asegurada.

Debo pensarlo bien.

Mire al Jefe, confundida por mis propios pensamientos, y me encontré con que también estaba mirándome. Por supuesto, su rostro tenía una expresión iracunda. Entre en su oficina sin permiso. Seguramente iba a ser reprendida por eso más tarde. Y lo había interrumpido mientras estaba trabajando en una noche de fin de semana, las más importantes.

-Nada. -respondo.

- ¿Nada? -repite. Perplejo por mi respuesta.

Rápidamente, me doy medía vuelta y me apresuró a salir de su oficina. Al menos si hubiera dicho algo quizás podía haberme perdonado pero no, no hice eso, en su lugar me he quedado en silenció y mirándole de una forma rara. Me apresuró a cruzar el salón, paso por al lado de algunos clientes y me meto en mi habitación. Esto ya no me corresponde. Otro castigo. Pero necesito sentarme con urgencia y se que afuera eso es imposible. Necesito sentarme y pensar lo que acabo de descubrir.

Jay Loncaster es policía.

Me dejó caer en la cama. Mi mano sube a mi cuello, lo sujeto con mi mano y luego la bajo a mi pecho. Esto es también una sentencia de muerte para mi. Saber que uno de mis clientes es policía y no habérselo contado al Jefe es una grave equivocación. ¡Sería interpretado como una traición! Debo decirle... Es mejor si le digo. Pero ¿Y si no lo hago?

El Jefe no tiene manera de saberlo.

- ¿Venecia, que pasa? -pregunta mi amiga Penélope, entrando en la habitación conmigo. -acabo de verte salir de la oficina del Jefe. ¿Porque fuiste?

-Penélope, ven aquí un momento. -le pido levantándome de la cama y caminando hasta ella. Le tomo de la mano y la llevo hasta el baño para que nadie nos pueda escuchar. -Primero que nada quiero que prometas que no le vas a contar nada a Misty de esto. Si ella se entera nos va a matar a las dos. ¿Entendido?

- ¿Venecia, que hiciste ahora?

-No hice nada. Es que me acabo de enterar de algo muy importante.

Ella arrugo el entrecejo.

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora