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Respiro entrecortadamente, mi pulso esta acelerado, y no puedo quitar mis ojos de él. Sus manos descienden por mis brazos, acarician mis hombros y toman mi nuca. Empiezo a temblar. Su dedo índice se envuelve en la cinta negra y tira hacía el, pasando detrás de su hombro. El nudo se desata y poniendo una mano en el escote de mi vestido tira hacia abajo. Se me corta la respiración. Su mano continúa bajando del escote hasta mi vientre y luego asciende hasta mi pecho.

– ¿Acaso tienes la menor idea de todo lo que me gustaría hacerte? –murmura –Haz desobedecido cada una de mis reglas. No sé qué hacer contigo, Fresa.

Trago.

Se acerca a mí lentamente. Sus ojos negros son brillantes y le delatan la perversa picardía. El corazón se me dispara cuando sus labios acarician los míos. No, no me va a volver a besar. Se cómo funciona esto. Automáticamente levanto la mano y le pego un cachetazo.

–Ya quítese de encima mío, alcohólico. –escupo, y le pego con el codo en la mejilla y lo empujo desde la frente con la almohadilla de mi mano.

Me arrastro fuera de la cama, a la vez que me subo el vestido y me ato de la cinta detrás de la nuca. ¿Cómo pensé que iba a poder con esto? Oh, no, no... yo no puedo hacer esto con El Jefe otra vez. Sería imperdonable. No, no... esto nunca va a volver a ocurrir. Me doy la vuelta. Tiene el codo clavado en el colchón y su mentón esta sobre la palma de su mano con una expresión aburrida, como si supiera lo que estoy pensando y le causara cierta molestia.

–Supongo que esta noche no va a suceder nada...

Mierda. Puedes darlo por seguro, amigo.

–Bueno, si no voy a conseguir nada... es mejor que me vaya.

Se levanta de la cama y se arregla la camisa. Camina hasta su placar y saca una corbata y otro saco negro como el que dejo en mi habitación. ¿Se terminó? ¿Ya no quiere acostarse conmigo? Quizás mato a Jay y por eso me dejara ir... o tal vez ahora me va a llevar a la habitación del castigo.

– ¿A dónde crees que vas? –pregunta viendo que intento seguirlo.

–Abajo... con las demás...

El me observa divertido, sonriendo de lado.

–Dijo que si no iba a pasar nada se iría...

Las chicas que se quedan en la habitación del Jefe pueden salir cuando quieran y hacer su trabajo como siempre. Una vez que el abandona la habitación ellas deben salir con el... No entiendo. ¿Qué me estoy perdiendo?

–Sí, yo me voy a ir. –levanta la mano y trata de acariciarme la cara pero retrocedo. –Jamás dije que tú vendrás conmigo.

Tal vez... va a entregarme a los guardias...

Cuando tenía un año en la casa escuche de un caso así... la dejaron encerrada en una de las habitaciones, lista, y los guardias la tomaron en manada. Lo único que no era claro era si murió esa noche o fue vendida a otro lado.

De pronto el pánico se apodera de mí... Maldita sea. No, no me voy a quedar aquí.

El Jefe abre la puerta y yo trato de salir con el, pero, el me empuja dentro de su habitación y me cierra en la cara. Tiro del pomo para tratar de abrir la puerta pero pone la llave.

– ¡Déjeme salir! –le grito, golpeando la puerta con las manos. – ¡Por favor, sáqueme de aquí! ¡No volveré a hacer nada malo!

Maldita sea, la cague a lo grande. Este no es el castigo que esperaba. Golpeo la pared con las manos. Debería haber obedecido a Misty y haberle contado quien era Jay desde el principio. ¿Y si no lo mato y Jay Loncaster le conto todo lo que le dije? ¿Cuánto le conto?

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora