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Espero que termine de cerrar la puerta y es cuando me abalanzo sobre él y le pego un cachetazo. Eso fue una provocación. Jay Loncaster se queda mirándome aturdido pero luego su ceño se frunce y sus labios se aprietan, molesto.

– ¿Que mierda fue eso? –le pregunto tratando de mantener controlado mi enojo.

–Solo te bese.

Su tono de incredulidad es evidente.

– ¿Me besaste para que mi Jefe nos viera? – ¿Acaso eres idiota?

Clavo mis ojos en los suyos. ¿Y ahora que piensa que va a suceder? Ni siquiera fue algo común. No, fue una provocación directa. El corazón me late muy deprisa. No puedo creer que haya cometido una estupidez de ese nivel. ¿Ahora cómo me escapo de esto? ¿Qué diablos invento para sacarme de aquí? Me paso la mano por la frente, haciendo una bola con mi cabello.

– ¿Que tiene eso de malo? –me pregunta confundido.

¿Qué tiene eso de malo?

¿Está hablando enserio? Esa manera de mirarme me dice que sí. Él está hablando enserio. Genial. No conozco a ningún hombre tan estúpido como este tipo. ¡Y encima me metí con él! ¡Por este estúpido me van a matar! Tiro la cabeza hacía atrás y cierro los ojos, luego bajo la vista de nuevo y respiro hondo, abriendo los ojos de nuevo.

–Fresa...

–¡Estoy a prueba, estúpido! –susurro agarrándole del mentón y obligándolo a mirarme. –¡Acabas de firmar tu sentencia de muerte, idiota!

Y la mía también...

– ¿Que...?

Su entrecejo se relaja al oír mis palabras y su expresión incrédula se torna en una llena de temor, como si se diera cuenta al fin de su error.

Antes de que termine de pensar en cómo salir de aquí, la puerta de la habitación se abre y El Jefe irrumpe, sin anuncios, y cierra detrás de el.

–Que agradable sorpresa, Señor Kavanagh –dice con una sonrisa llena de amabilidad – ¿Fresa otra vez?

Mierda.

–Estoy muy seguro que es deliciosa... pero hay otros más sabores que puede probar.

El Jefe gira la cabeza y sus ojos se fijan en mí, observándome de una manera que sé que logre tener toda su atención en mí. Eso no es bueno. Mi corazón da un vuelco cuando mete las manos en sus bolsillos y empieza a avanzar a mí.

–Me gusta mucho Fresa. –le contesta Jay Loncaster tranquilamente. –Y no creo que otros sabores sean mejor que ella.

Parpadeo. El Jefe se detiene.

Lo miro.

No puede ser. Es un estúpido desde la medula hasta... ¡Cierra la boca!

– ¿Fresa te gusta? –repite alzando las cejas.

Suena muy relajado cuando habla pero sé que es solamente una máscara. El Jefe estira su brazo, toma mi muñeca y, usando apenas su fuerza, tira de mí y me besa. El muerde mi labio inferior y empuja su lengua sin ninguna vergüenza dentro de mi boca. Le muerdo. Pone su mano en mi cabello y tira mi cabeza hacía atrás besándome casi de una manera obscena. Su otra mano sujeta mi mentón, manteniéndome en mi lugar, y me muerde en el cuello.

Cuando me suelta tengo que usar casi una fuerza inhumana para no pegarle un cachetazo. Mi cuerpo se sacude por la furia contenida pero es lo correcto. Jay Loncaster es un cliente. Si le pegara al Jefe delante de un cliente me acabarían antes de parpadear.

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora