MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya

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–Creí que llegamos al acuerdo que Fresa estaba fuera de tus límites –dice, observando furioso a Loncan –Te avise que Fresa todavía era un niña.

–Stephen, amigo, vamos. Ella ya no es una niña.

–Fresa no soporta el dolor, Loncan. No le gusta el dolor – le dice rugiendo como un león – ¡Te dije que era una niña! ¡La asustaste!

Miro al Jefe con fingida angustia, que todavía no me ha soltado, y luego apoyo mi mejilla contra su pecho. Detrás de mí escucho como Suzanne contiene el aliento al verme tan cerca de su amado Stephen.

Si no lo conociera diría que realmente está preocupado por mi. Si no supiera quien es hasta llegaría a pensar que le importó. Pero lo conozco y se quien es y se que el sabe que estoy mintiendo y que sólo me sigue la corriente sin preguntar porque estoy haciendo esto. Se también que lo hace para después cobrarse esto.

Aunque quizás hace todo esto para darle una lección a Loncan.

–Suzanne tampoco soportaba el dolor pero terminó gustándole –Intenta Loncan – ¿No es verdad, Querida Suzanne?

– ¡Fresa no es como Suzanne!

Suzanne boquea y se paraliza al escuchar sus palabras.

Ay, eso debió doler.

Pero se recupera rápido, y tratando de tomar esto como algo positivo, o al menos eso es lo que logro interpretar de su expresión, se pone al lado al lado de Loncan, toma mi mano y la une a la de él.

–Fresa, podría gustarte. –su forma de dirigirse a mi es casi con ternura, hasta diría que roza el cariño.

En estos dos años ni una sola vez me ha tratado bien. Debe ser el peor momento de su vida. Verme en los brazos de su amado novio la debe estar matando por dentro. Miro al Jefe, como buscando su ayuda, y él me mira. La maldita está usándome una vez más para quedar bien ante los ojos de su novio.

–Jefe... ¿A qué se refiere Suzanne? –susurro, haciendo un mohín. –El Señor Loncan dijo que me iba a azotar. ¿No está prohibido? No quiero que me peguen...

El Jefe endurece la mandíbula y yo lo fulmino con la mirada. ¿Qué vas a hacer ahora? Elige rápido, idiota.

– ¡DIJE QUE NO!

El Jefe está muy enojado. El me agarra mi muñeca de un manotazo y me suelta de Loncan. Miro a Loncan, que parece bastante consternado con esa respuesta, tanto o más que Suzanne.

–Stephen, nosotros nos conocemos desde hace mucho. –masculla Loncan. –Pago una fortuna por tus servicios.

– ¿Me estas acusando de estafarte?

–Te pedí a Fresa.

–Y yo te dije que ella está prohibida. –le responde dando un paso y poniéndose frente a frente. –Si no te gusta lo que te ofrece la casa... entonces, te puedes retirar. Las puertas siempre están abiertas.

Bueno, depende para quien las quiera usar ¿verdad?

El Jefe me agarra la mano. Suzanne se estremece.

Cuando salimos intento tirar hacia mi habitación pero me carga en sus brazos y se dirige a los ascensores que nos lleva a su habitación. Trato de zafarme de su mano, ahora ya no me resulta tan agradable su contacto, pero el aprieta más su mano contra la mía. Es demasiado vergonzoso como se nos quedan mirando las personas al pasar. Todos saben quién soy en la casa y quien es él. Él es El Jefe y yo una puta más. La puerta de su habitación continua abierta pero los guardias ya no están. El me tira en la cama y yo me apuro a sentarme en el borde.