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Antes de un paso, Suzanne me agarra del cabello de improviso y me arrastra adentro. Todavía me duele después de la paliza que recibí por parte de Penélope.

-¡Suzanne! -exclama Misty corriendo detrás de ella para tratar de quitármela de encima -¡Suéltala, maldita psicópata!

Misty me la quita de encima y me pone detrás de ella, como si fuera mi escudo. Suzanne me evalúa fríamente antes de lanzarme todo tipo de insultos. Cada vez que intenta acercarse a mi yo intento ir hacia ella pero Misty se interpone.

-Ve, Fresa. -me dice Misty -Te ganaste una noche de descanso.

-¡Te voy a matar! -me grita Suzanne, tratando de perseguirme.

-¡Si pero primero tengo que ir con él!

Penélope y yo nos cruzamos al salir, intercambiamos miradas y luego cada una sigue con su camino.

Cuando llego la habitación del Jefe no hay nadie, ni siquiera los guardias.

Las bolsas continúan en donde las dejaron. Las junto cerca de la cama y voy sacando el contenido de cada una, una por una. La mayoría de las bolsas tienen vestidos de fiesta. En las demás hay zapatos, sandalias, alguna que otra bota larga o hasta el tobillo y unas bailarinas, que enseguida se vuelven mis favoritas porque son hermosas.

-Oh, es mi numero. -digo probando las bailarinas -Este borracho acosador a veces tiene sus cosas buenas.

Saco una bolsa blanca pequeña y saco un frasquito de perfume en forma de fresa. Le quito la tapa y lo lanzo en el aire. Cierro los ojos. De inmediato esos buenos recuerdos vienen a mi mente y me siento como si me hubiera trasportado a aquellos días donde me apuraba por llegar temprano a clases o a apurarme para ir algún lado.

Lo que daría por ir algun sitio lejos de aquí.

Abro los ojos.

La oscuridad me envuelve.

Me levanto de la cama y voy al baño para darme una ducha. Mi cuerpo se siente bastante adolorido. Me siento debajo del agua tibia y me cubro la cabeza con las manos, apoyando los codos sobre las rodillas.

A veces no se si es tan buena idea recordar los viejos tiempos, por que cuando abro los ojos, y veo mi nueva realidad, se vuelve demasiado doloroso afrontarlo. Pensar en esos buenos días, donde todo era normal y mi futuro estaba lleno de sueños, me resulta tranquilizador por momentos.

Al salir de la ducha me seco el cabello con la toalla, me tiro un poco de ese nuevo perfume y reviso una de las bolsas buscando algún pijama para ponerme. Es entonces cuando encuentro en una de ellas la ropa interior. Ropa interior de algodón. Casi quiero llorar de alegría al verla. Me apuro a desatar el nudo de la toalla, me la pongo y luego encuentro un camisón de seda color azul oscuro.

Este tipo

Me pongo el camisón y me acuesto en la cama.

Misteriosamente resulta más cómodo de lo imaginado. Aunque la pregunta llega a mi mente ¿como voy a llevar todo esto a mi habitación? o ¿como voy a sobrevivir cuando intenten pegarme para quitarme todo? Si apenas puedo sentarme por culpa del dolor.

Este idiota

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Los siguientes ocho días me ocupo de tratar de recuperarme. Jen no me pide que regrese a mi habitación y sigue pidiendo que envíen comida para los o dos. El medico regresa en unos días y me receta algunas cremas para que no me queden cicatrices, me quita los puntos de la frente y me quita los calmantes que dejo por si sentía dolor, asumo que piensa que en un lugar asi cualquiera se hace adicta. Unos días más tarde mi cara y mi cuello van regresando a la normalidad. El hinchazón va bajando, las cicatrices se borran y empiezo a verme como antes.



MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora