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Las puertas del ascensor se abren al llegar a la planta baja. Tengo el buzo puesto y me deje la capucha. Quiero que todo el mundo me vea llegar y se den cuenta donde estuve toda la noche.

–  ¿Venecia, dónde estabas? –pregunta Misty esperando en la entrada de nuestra habitación – Me desperté y vi tu cama vacía... espera ¿De quién es ese buzo?

Sonrió.

– Espera y veras.

Meto las manos en los bolsillos del buzo y me dirijo a la cocina a desayunar con las demás. Me muero por que sea la primera en verme entrar. De solo pensar en la felicidad que va a sentir cuando me vea con la ropa de su hombre puedo dar saltitos de la emoción y aplaudir contenta.

Las mesas están casi todas ocupadas por las chicas. Busco con la vista a Penélope y cuando la encuentro la saludo con la mano. Ella se levanta enseguida al verme pero, entonces, me repasa con la vista de abajo arriba y, muy despacio, sonríe.

–  ¿Qué mierda llevas puesto...?

Suzanne me agarra del cuello del buzo y me acerca a su cuerpo de un tirón.

– Hola, Suzanne. –saludo, sonriéndole alegremente. – Nos levantamos con energía esta mañana ¿cierto?

–  ¿Por qué tienes puesto su ropa? – me pregunta. – Quítatelo. – agarra el dobladillo del buzo y trata de arrastrarlo hacia arriba pero le agarro las manos. – Quítatelo ahora, Fresa, o te juro que te mato.

– No puedo, Suz, Jen me lo regalo. – le agarro las manos. – Le dije que tenía frio y me lo regalo. –me inclino para aproximarme un poco más cerca. – ¿Puedes creer lo generoso que es nuestro hombre?

Veo que va a levantar la mano para pegarme y eso me parece excelente, porque si me golpea tendré una razón para devolvérsela. El corazón me late deprisa. Esta sensación me parece tan estimulante. Me siento tan poderosa.

– Suzanne, detente. – le ordena Vanesa, agarrándole del brazo antes de que me toque. – No la puedes golpear... te van a castigar.

–  ¿Qué haces? No me toques. Soy la favorita del Jefe y su novia. – le dice, tirando de su brazo para que la suelte. – Ella es solo una zorra que tuvo un encuentro con él una vez...

– No fue una sola vez, Suzanne. – habla en voz baja como si no quisiera que nadie más que ella pudiera escucharla.

Suzanne se queda mirando a Vanesa con una expresión perpleja en su rostro.

– Suzanne, vámonos. – le pide Vanesa. – Déjala que se quede con ese buzo de mierda. No te metas en problemas por su culpa. ¿No te das cuenta que te está provocando?

– Sí, con el buzo, con tu novio... ¿Qué importa? – me encogí de hombros.

A diferencia de Vanesa, yo no me tomo la molestia de hablar en voz baja.

Suzanne se gira y me mira con una expresión mortificada, tal y como esperaba. Disfruto tanto de su enojo, de ver como su odio por mi crece a cada segundo. Tiene la boca abierta. ¡Excelente! Pero hoy, por primera vez, siento que no puedo parar, me siento dispuesta a hacer cualquier cosa.

– Me acosté con tu novio más de una vez... y lo disfrutamos tanto, tanto, que no tienes ni la menor idea.

– Fresa. – me advierte Vanesa, agarrando de la mano de Suzanne para que no se abalance sobre mi, mientras me mira con odio a punto de reventar.

Apoyo mi mano sobre la mesa a mi lado. Suzanne tiene la respiración agitada, su pecho sube y baja frenéticamente, y sus puños se aprietan con fuerza al costado de su cuerpo.

– Apuesto que no eres ni siquiera capaz de entrar en esa habitación si no es para coger o para llevarle la comida.

– ¡Fresa!

–  ¿Y sigues creyendo que eres distinta a nosotras?

Veo el enorme esfuerzo que está haciendo para poder responderme pero, aunque espere mil vidas, sé que no se le va a ocurrir nada jamás, porque lo que dije es la absoluta verdad. Sabe que ella no es nadie en la vida del Jefe y que jamás lo será. Le hago a un lado con un suave empujoncito en el hombro y me siento al lado de Penélope. Todas las miradas están sobre mí. No me gusta. Pero, si estoy dispuesta a ganarme la confianza del Jefe, entonces voy a tener que acostumbrarme a este tipo de espectáculos, porque Suzanne no va a detenerse... y yo tampoco.

Misty deja nuestras tazas con té y se sienta a nuestro lado.

– Ten.

Suzanne se acerca a la bandeja que dejo sobre la mesada. Esta roja por el enojo. Ella me lanza una mirada y se dispone a salir de la cocina cuando entra Ashton, seguido por Kevin y otros tres guardias. El recorre con la vista la cocina. Me mira. La arpía que me poseyó desde hace unos días se relame los labios.

– El Jefe quiere que vayas a su oficina, Fresa. –me dice con amabilidad.

Ashton, la mano derecha del Jefe, es un poco más amable que el resto del personal de la casa pero jamás se dirigió a mí de una manera tan amable.

Suzanne, que todavía sostiene la bandeja en sus manos, se gira y me mira.

–  ¿Para qué? – pregunto como si pudiera decidir si quiero o no hacer lo que me dice El Jefe.

Kevin da un paso hacia mi pero Ashton levanta la mano para detenerlo.

– El Jefe quiere que desayunes con él en su oficina.

Levanto la mirada hacia Suzanne y doy un sorbo de mi taza de té. Niego, señalando mi taza y me encojo de hombros.

– Estoy desayunando con mis amigas. – le digo. – No, gracias.

Kevin aprieta los puños.

– ¡Ya es suficiente! ¿Cómo te atreves...?
Ashton sonríe, sin alegría en sus ojos.

– Está bien, Fresa. – lo oído murmurar. –Le diré al Jefe.

– Gracias.

Me invade una felicidad tan grande. Aunque estoy segura que no significa la gran cosa, logre que Suzanne cerrara la boca y demostrarle a Misty y a Penélope que no soy una niña. Ashton les hace un gesto a los guardias para que se retiren y ellos se abren paso para dejarlo pasar primero. Apenas se marchan, las chicas vuelven con la conversación en la que estaban antes de que el show empezara.

Poco a poco la cocina va quedándose vacía y nos quedamos las tres solas. Penélope apoya los codos sobre la mesa, aproximándose un poco más cerca de mi, como si no quisiera que nadie nos escuchara hablar. Me remuevo incomoda al ver que Misty sigue sin mirarme. ¿Por qué no me mira? ¿No era lo que estaba esperando de mi? Dejo la taza de té en la mesa y me bajo la capucha de la cabeza. ¿Sera que esperaba que aceptara la invitación del Jefe? Oh, no, quizá piensa que lo arruine por completo. ¿Y si es así? No, no creo. El Jefe no es alguien que se enoje tan fácil y se sienta ofendido por un rechazo. Lo intente tantas veces pero jamás tuvo efecto en él.

Misty se vuelve a mí haciendo a un lado su melena rubia y veo que sus ojos verdes le brillan con cierta fascinación. Oh, Misty, me asustaste. Veo cierto orgullo en su mirada cuando empieza a hablar. Ella me cuenta alegremente la reacción de Suzanne al enterarse que no podía subir a la habitación del Jefe otra vez porque yo estaba con él. Al parecer enloqueció cuando se lo contaron. Por el horario en el que intento subir solamente estábamos durmiendo. Al parecer Misty no pensó que me atrevería a subir después de que le dijera que no intentaría ni siquiera hacer nada para ganarme la confianza del Jefe.

¿No era que no iba a poder porque soy muy tonta? ¡Aja! ¡Mírenme ahora!

Entro y salgo de esta habitación como si fuera la dueña ¿Y ellas? No se acercan porque saben que de la puerta no pasan.

– Me alegro que hayas puesto en su lugar a Suzanne pero ¿Qué harás cuando El Jefe pierda el interés en ti? – me pregunta acariciándome la mano. Siento como si desinflaran con un alfiler. –  ¿Y cuánto tiempo Fresa seguirá jugando al juego del gato y al ratón? ¿Qué va a sacar de esto?

Frunzo el ceño mientras trato de pensar en cómo responder.

– No.

– ¿No?

Misty apoya sus codos en la mesa.

– El Jefe no va a perder el interés en Fresa.

–  ¿Crees que se pasara toda la vida persiguiendo a Fresa?

– No, El Jefe no se va a enamorar de Fresa... solo lo usaremos hasta que piense que Fresa es inofensiva y que no tiene que temer que vaya a escapar.

–  ¿Y por qué tiene que tener sexo con él para lograr eso?

– Por qué tenemos que alejarlo de Suzanne. Ella no va a permitir que nadie tenga su atención mientras siga siendo su favor...

–  ¿Tienes la menor idea de lo que va a pasar si Suzanne pierde el trono?

Giro la cabeza y la miro.

– Cuando se den cuenta que El Jefe no tiene otra favorita todas se le van a tirar encima, Misty. ¿Piensas que el interés del Jefe por Fresa va a durar tanto tiempo?

Y antes de que Misty pueda responder, Kevin entra en la cocina y nos ordena que nos pongamos a trabajar. Al pasar por su lado nuestras miradas se encuentran y veo el odio puro en sus ojos.

– Yo no me voy a convertir en la mujer del Jefe, Penélope. – le agarró del brazo y la tiro dentro de nuestra habitación. – Voy a ganarme su confianza como una simple amiga. Entre nosotros no hay nada.

– Venecia... Mira, eres mi amiga y te quiero mucho, pero no creo que esto dure.

–  ¿Por qué no?

– Porque eres muy inocente, Venecia. Anoche te salió bien ¿y qué? Fue suerte.
Retrocedo y frunzo el ceño, pasmada.

– Mira, yo me hare cargo ¿de acuerdo? – me pregunta.

–  ¿Es por qué eres más bonita que yo?
– No me refería a eso, Venecia.

Oh, claro... ¿entonces?

– Penélope, deja de decir que Venecia no tiene la capacidad para hacer nada. Ella no es inútil. –  Misty se interpone entre nosotras. – Claro, aunque para matar a Suzanne la querías enviar en primera fila ¿no?

– Solo digo que ella no da para el papel.

–  ¿El papel? – repito.

Penélope me mira y frunce los labios.

– No creo que puedas con él ¿de acuerdo?
No puedo creer que Penélope haya dicho eso de mí. Doy un paso adelante, hacia ella, pero Misty me pone la mano en el pecho y me obliga a retroceder.

– Misty, ya lo hablamos. -la oigo murmurar. – Ella es una niña todavía. Se va a quedar embobada con El Jefe y lo arruinara. Esto es muy importante para que juguemos... ¿sabes qué? No voy a discutir esto. Lo hare yo. – me levanta el dedo para apuntarme. – Y tú no te metas, mocosa.

– ¡Imbécil! – grito.

Penélope se detiene y me mira sobre el hombro:

–  ¿Lo ves? – le pregunta Misty. – Es una niña todavía.

No puedo responderle sin que termine revelando todo nuestro plan a las demás. Penélope se va después de largarme su veneno. Misty trata de tranquilizarme con palabras amables pero en fondo sé que no piensa distinto a Penélope pero sabe que la que tiene interesado al Jefe soy yo, no ellas. Me da igual. Si soy yo o sin son ellas. Solo es un plan.

Muevo a un lado a Misty y salgo de la habitación.







Hoy El Jefe decide quedarse en la planta alta. No quiero ir pero tampoco quiero que Suzanne tenga tiempo para ir a visitarlo en mi ausencia y logre convencerlo de que no volvamos a vernos. Es importante ser constante. Hay dos guardias custodiando a cada lado de su puerta. ¿Por que siempre tiene guardias detrás de él si sabe que es el dueño máximo de este lugar? Al verlos me paro en seco delante de su puerta y los miro.

Reconozco el rostro juvenil de uno de ellos pero no logro poner un nombre en su persona. Es joven, tiene el cabello color oscuro negro y unos ojos verdes esmeralda; usa un pantalón, saco y corbata negro, una camisa blanca y el cabello peinado perfectamente. El tiene las manos cruzadas sobre su vientre.

Es guapo...

– ¿Nombre? – me pide.

– Fresa. – me siento avergonzada de tener que decir mi nombre de fantasía. En otro momento, en el mundo real, pude haberle dicho que mi nombre real e intentar salir con él.

Si es mi padrastro lo permitía... si no tenia una buena posición económica nunca iba a poder estar con él.

– Buenos días, Señorita Fresa. ¿Usted fue llamada por El Jefe? – me pregunta el otro guardia en tono agradable, pero mirándome con lujuria.

¿Y ahora que mierda digo? Anoche pude pasar por los guardias no estaban en la puerta.

– Fresa. – dice Ashton saliendo de la habitación del Jefe. – Adelante. El Jefe esta adentro jugando a la play.

– Ah, lo siento muchísimo... Creo que regresare en otro momento, cuando este desocupado.

– No, no... Esta bien. Pasa, Fresa.
Oh...

– De acuerdo. – consigo decir.

Ashton deja la puerta abierta para mi y yo entro pasando por su lado, muerta de vergüenza. ¡Estúpida! No debería haber venido. Sacudo la cabeza hasta que entonces me doy cuenta: ¿Por que Ashton, la mano derecha del Jefe, me dejo pasar así como así? ¿Por que no me envió con las demás para termine mis labores?

Tal vez Misty tiene razón y puede que le guste un poco al Jefe...

– ¿Qué haces? – lo tuteo.

El jefe me muestra su consola de juegos y me mira como si fuera obvio. Asomo la cabeza a su televisión plasma y unos soldaditos corriendo por todos lados, armas, metralletas y misiles cargando en unas camionetas militares.

– Si viniste a follar hoy no quiero -dice señalándome el juego -Quizás más tarde pero justo ahora no.

Esta vestido con una remera negra de mangas cortas, unos jogging azul oscuro Addidas con los pies descalzos. Aún tiene el cabello húmedo por la ducha y las gotas caen encima del sillón.

– ¿Y yo te dije que venía para eso? – Levanto una ceja.

– Pues no pero... quizás no lo dijiste porque te da vergüenza tomar la iniciativa. – se encoje de hombros, sin sacarle la vista a la televisión – Y no lo niegues porque siempre haces eso.

Al levantar la vista de la pantalla, me recorre con la vista. Una media sonrisa se forma en la comisura de su labio y se extiende por su rostro hasta iluminarse, mientras sus ojos se vuelven oscuros por el deseo. Es sin lugar a dudas un tipo bastante guapo. Tiene una apariencia bastante sensual con solo ese vestimenta casual. En cierto modo, no fue mentira cuando dije que en otro sitio... quizás hasta en otra vida, el podría haberme gustado.

Un escalofrió me recorre por la columna vertebral y sacudo la cabeza para borrar ese pensamiento tan siniestro. No. El Jefe no me atrae. Es solamente un juego.

No puedo creer que pienses que El Jefe es guapo después de que te fijaras en el guardia ¿Que te pasa, Venecia? Reacciona.

– Vine porque Suzanne está insoportable – le explico, sentándome a su lado.

Vuelve la cara a la pantalla.

– ¿Qué le pasa? – me pregunta.

Bueno... ¿Aparte de que esta loca de remate y cree que la razón por la que eres infiel es culpa de las demás? No se.

– ¿A ti que te parece?

– No tengo la menor idea. – se levanta de golpe y aprieta los botones como loco. –Pero me da lo mismo.

Cruzo las piernas y tomo una galleta de su bandeja. Hace dos años que no como ninguna galleta. Lamo mi labio saboreando el membrillo que quedo y tomo otra.

– Escuche que Suzanne y tu se pelearon cuando bajaste. ¿Le contaste que te regale mi ropa?

– Nos pelamos, si. También le dije que me regalaste tu ropa y que pasamos la noche juntos.

Le miro de soslayo para ver la expresión en su rostro y es completamente sin emoción. Tomo la ultima galleta que queda en su platito y bebo su jugo de naranja. Tengo mucha sed.

Cinco minutos después el está festejando su victoria.

– ¿Ganaste? – murmuro mientras regreso de la cocina después de dejar la bandeja vacía. Si no lo hacia yo, él nunca lo haría. No se como puede vivir de esta manera. Solamente me fui una noche y su habitación esta llegando a ser lo mismo que antes. Me asusta la capacidad para ensuciar.

– Si.

Esta feliz.

Saco el esmalte rojo que traje de Misty y me empiezo a pintar las uñas. Soplo en mis uñas y él empieza otro nivel. No tiene muchas ganas de conversar pero tampoco me pide que me retire de su habitación para que lo deje solo. ¿Es bueno eso? No sé mucho sobre este tipo de cosas. Mi único novio, Zack, siempre estaba preocupado por que le prestara atención y Loncaster, mi cliente, también se preocupaba para que lo atendiera con mi atención. No sé la diferencia. Curiosamente, me produce una irracional inseguridad el no saber en dónde estoy parada.

Cuando se secaron mis uñas y ya no tengo nada que hacer me dedico a molestarle. El Jefe empezó otro nivel de su juego.

–  Quiero comer – le digo con un ronroneo.

Se tensa.

– ¿Qué quieres comer? – me pregunta, atento a su juego.
Creo que esto le recuerda a lo que sucedió anoche y por eso de su reacción. Paso mi mano por mi cabeza, ladeando la cabeza ligeramente a mi derecha y me paso el cabello al otro hombro. Siento como algo cambia en el aire en ese instante. Siento al tensión creciendo entre nosotros y como su mirada se posa unos pequeños segundos antes de atender la pantalla otra vez.

– Chocolate – Sonrió.

– ¿Chocolate? – murmura – ¿Y que más?

El jefe lanza una mirada rápida en mi dirección, otra vez, y vuelve la vista a su televisión. Doblo las rodillas y las subo a un costado en el sofá, estirando los brazos, recogiendo mi cabello en una cola de cabello.

–¿Y sabes con que sabría mejor? – pregunto rozando mis labios en su oído.

Veo que sus ojos se oscurecen y como se muerde el labio. De pronto, con un rápido movimiento, suelta el control del juego al suelo, que hace un ruido seco al caer, y me pone encima de sus piernas a horcajadas y ubica su otra mano en mi nuca y une nuestras bocas en un beso. Rodeo su cuello con los brazos y le sigo el beso, clavando mis uñas en sus abdominales por arriba de la remera. La sensación me embriaga. De su garganta escapa un gruñido gutural y desliza sus manos por mi espalda hasta llegar al borde de mi remera, mientras mordisqueo su labio inferior y le paso la lengua por la suya.

– Para esto viniste ¿Verdad, Fresa? Te estabas muriendo por que te cogiera.

– Te deseo.

– ¿Me deseas? – ronronea.

Me da un beso dulce, chupando mi labio y bajando con su lengua por mi cuello.

– ¿Esta dulce Fresa quería que me la cogiera? – me pregunta apretándome el trasero. – ¿No podías esperar hasta la noche?

Agarro su cabeza con una mano y hablo en su oído.

– Jen, quiero que me cojas. Quiero que tomes ahora.

– ¿Lo quieres ahora?

Siento como el deseo invade mi organismo... oh, lo deseo. Lo deseo enserio. Vine aquí para tratar de tener el control pero en cuanto me ha besado perdí la noción del tiempo y mi cuerpo clama por él.

– Si la pequeña Fresa quiere que me la coja...

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora