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Poco a poco la puerta empieza a ceder y, entonces, termina abierta de una última patada. Retrocedo, apretando los puños a mis costados, sin dejar de mirar hacia la puerta. El cierra de un portazo y, sin sacarme los ojos de encima, empieza a avanzar hacia mi. Tiene escrito en su rostro a lo que ha venido. Viene por mi.

-No. -murmuro. -¿Que piensas que estás haciendo?

Dejo atrás esa expresión egocéntrica y ahora me muestra la satisfacción completa al ver que entre en pánico. La parte trasera de mis rodillas toca la cama y cuando da el último paso, caigo sentada. Jen sonrie.

-Excelente. Eso facilita mi trabajo. -sonrie con cinismo. -Escúchame, Fresita, estoy perdiendo la paciencia.

Me rehusó a permitir que me vea vulnerable.

-¿Y que te hace pensar que me importa? -pregunto muy seria.

Se desabrocha el reloj y lo deja en mi cajonera. Me sonrojo al ver como se saca el saco y lo deja en el suelo. Se quita los gemelos, se desabrocha los botones de la camisa y la tira al suelo.

-Quítate la ropa. Te voy a coger aquí, aunque quiero que recuerdes que yo quería otra cosa para nosotros esta noche.

Trago saliva.

-¡Si piensas que voy a coger contigo...!

No tiene sentido perder aliento con él. Paso las piernas por el otro lado, levanto su camisa y se la tiró a la cara.

-No vamos a coger, Jen. -murmuro, sin aliento -No puedes remediar las cosas con sexo.

-Escucha...

-¡Estoy furiosa!

Me mira furioso.

-¡Yo también! ¡Estás haciendo un escándalo por nada!

-¿Por nada? ¡La besaste y después nos comparaste! -le digo con furia contenida -¿Por que pierdes el tiempo conmigo y no te vas con ella, ya que la quieres tanto?

-¡Ya te dije que no la quiero!

Cruzo los brazos y lo miro fijamente, y él me observa cada vez más enojado, como si en cualquier momento pudiera perder la paciencia. No voy a ceder tan fácil porque esto se ha vuelto algo más que por las claves.

-Pues que lastima. -digo -porque yo tampoco quiero saber nada de ti, así que supongo que irás y buscarás a alguien nuevo.

-¿Estás hablando enserio?

-Si. Termine contigo.

Me observa impasible.

-Bien. Has lo que quieras, Fresa.

-Claro que lo haré. ¡Tú no me mandas!

Jen agarra el reloj de la cojera, toma su ropa con una mano, se viste y me mira de nuevo.

-Pasa la noche aquí si quieres, pero mañana vas a volver a nuestra habitación y te vas a dejar de estupideces.

¿Estupideces?

-Nunca más voy a volver contigo.

-Y si no apareces antes de que terminé el día, voy a venir, te llevare personalmente y después te voy a castigar por esto.

Ruedo los ojos y suelto una carcajada sarcástica.

-¡Ahora resulta que me amenazas! -grito más molesta. Doy un paso adelante, y levanto el dedo para apuntar su cara -Escúchame una cosa tú...

-¿Tú? -grita.

-¡No eres nadie para amenazarme!

Empujo su dedo.

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora