23

4.6K 242 52
                                    

Al día siguiente, cuando abro los ojos la primera imagen que veo es la cara del Jefe. Tiene los ojos abiertos, boca arriba, los brazos cruzados detrás de la cabeza, con el entrecejo fruncido. Miro a mí alrededor, revisando que esto no es una pesadilla, y vuelvo la vista a mi acompañante. Me tomo unos momentos poder entender dónde estoy y recordar porque estaba en la cama del Jefe.

Levanto las sabanas y empujo las piernas fuera de su cama. El extiende el brazo para agarrarme de la muñeca antes de que trate de huir, y con un movimiento, me tira a su lado. Sus ojos negros están inyectados en sangre como si hubiera pasado toda la noche despierto. Miro hacia otro lado. El Jefe inspira hondo, me toma del mentón y nuestros ojos se encuentran otra vez.

Noto su erección contra mi muslo. ¿A esta hora? ¿Eso es normal? Al darse cuenta como me quedo mirándolo, lentamente empieza a sonreír divertido y se deja caer a mi lado.

Aprovecho ese momento para salir de la cama y voy al baño para darme una ducha rápida.

Cuando me paro delante del espejo veo unos chupones en mi hombro, mi cuello y entre mis pechos. El hombro que mordió se ve en muy mal estado. Levanto la mano para acariciarme mi piel y al volver la vista a la puerta, me topo con sus ojos. El está apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa maliciosa dibujada en la cara.

–Psicópata. –le escupo dolida de ver esa imagen de mí.

Se encoge de un hombro.

–Me han dicho cosas peores. –contesta sin inmutarse por las miradas que le lanzo. El corre las cortinas de la ducha y enciende el agua. – ¿Vienes o te vas a quedar todo el día mirándote en el espejo?

–No, gracias.

Se pasa la mano por el cabello, sonriendo de lado.

–Como quieras, Fresa. –cierra los ojos –a mí también me gusta verte de todas maneras.

– ¿Puede, por una vez, deja de burlarse de mí?

– ¿Puedes dejar de mandarte cagadas cada cinco minutos?

El Jefe me mira y sus labios dibujan una lenta y sensual sonrisa. Sale de la ducha y camina hasta mí, mientras yo empiezo a retroceder. No tengo a donde más ir. Mi espalda choca contra la pared. Sonríe, pone las manos a los lados de mi cara y se inclina hasta juntar nuestras frentes.

–Ponte de rodillas. –me dice pasándome la mano por la nuca.

Esto no es de sorprender.

– ¿Qué? No.

El Jefe me toma de la nuca con la mano y me empuja al suelo de rodillas. Pongo las manos sobre sus rodillas y me encojo al ver su pene erecto. Levanto la vista a su cara y me encuentro con sus ojos negros que están encendidos como dos antorchas. Lamo mi labio. Está muy excitado.

–Dijiste que te gustaba mi sabor. –me recuerda conteniendo una sonrisa. –De nada.

Como lo odio...

–Le agradezco la oferta... pero no, gracias. –susurro con la voz teñida de amargura.

Toma su pene con una mano, la mueve de arriba abajo y me pasa la punta por mis labios, labios que aprieto firmes, me acaricia la mejilla, empujándose atrás y adelante, y se coloca sobre mi boca otra vez.

– ¡Stephen!

Miro a la puerta.

Es la voz de Suzanne.

–Jefe, es Suzanne.

–Que observadora, Fresa.

– ¡Mi amor, vine a traer tu desayuno!

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora