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– ¡Estas mintiendo! – grita.

– ¿Tú crees que es mentira? ¡Mírame! ¿Acaso crees que estoy aquí porque quiero? ¿Qué me acuesto con esos tipos por dinero porque me gusta?

– ¡Mi padre era un gran hombre!

Tiemblo de pies a cabeza, con el corazón latiendo fuerte y de una manera pausada. Lo podía sentir golpeando dentro de mi cuerpo de una forma tan agresiva que casi fue lanzada hacia adelante.

–Si era un gran hombre... ¿Porque se acostó conmigo sabiendo que yo estaba aquí retenida en contra de mi voluntad? – pregunte, recuperando poco a poco la fuerza. – o ¿Es que crees que estoy aquí porque me gusta? ¿Que tengo tan poco amor propio que puedo usar esta ropa porque quiero? – poco a poco mi voz va subiendo de volumen. Lamo mi labio, tomo aire y trato de calmarme. – ¿Piensas que me acosté con tu papá porque me gustaba?

Siento como si estuviera por explotar en cualquier momento. Mi mente da vueltas. Sé que debo controlarme un poco más, que esto me traerá problemas, pero es como si algo, alguien, se hubiera apoderado de mí y me empujara al abismo. No puedo. No sé cómo lograr mantener a raya lo que siento.

– ¿Acaso, tienes la menor idea de lo doloroso que es? ¿Lo que se siente cada maldita noche en este lugar?

Mi mano se ha apretado en un puño, mientras mis dedos se retuercen contra mi palma.

–Estoy aquí porque me obligan. Estoy aquí porque si intento salir ellos me van a buscar y me van a matar.

Me observa desconcertado.

Me seco las lágrimas con la palma de la mano, con furia.

– ¿Tú piensas que hubiera aguantado todas tus mierdas de haber tenido alguna opción?

Jay Loncaster es su hijo. El jamás va creer nada malo de su papá porque lo ama. ¿Porque causarme este sufrimiento y tratar de convencerlo de algo? ¿Para que pasar por todo ese padecimiento? No es importante en mi vida, no me va a ayudar el que sepa mi situación. Es más, estoy segura que cree que es mi culpa y que lo merezco. O peor. No me creería. El me diría que soy una de las tantas que intenta hacerse pasar por algo que no es, que no asumo que soy una prostituta que se vende por dinero.

–Tu padre pago por sus pecados. –concluyo.

Es la pura verdad.

Creía que su vida valía un poco más que las de los demás. Se creía con el derecho de poseer la vida de otra persona solamente porque así lo deseaba. Y termino pagando por su osadía con su vida.

Sin otra cosa más para decir, me doy media vuelta, abro la puerta y salgo de la habitación.

Respiro hondo. ¿Ahora que se supone que haga? ¿Le digo primero al Jefe o a Misty? ¿Me callo? Estoy furiosa. Siento que no puedo entender ni siquiera donde estoy ni que es lo que tengo que hacer. Por un lado quiero tirarme al suelo, acurrucarme y tratar de calmarme de alguna manera y que por el otro, quiero gritar hasta quedarme sin voz para siempre. Decir todo. Romper con todo y con todos. Acabar con cada uno de los clientes, guardias y Jefe. Los odio a todos. Y a la vez siento que soy tan débil que no puedo sostenerme más.

Levanto la vista hacia arriba y entonces veo un pecho amplio a poco menos de un metro de mi. El me indica con la cabeza que lo siga al cuarto de atrás. Es un cliente... que quiere ir al cuarto de Loncaster. No, eso no es posible. Tampoco quiero que me toque... no, no me toques... No me mires. ¡DEJAME!

Intento rodearlo con un paso rígido pero su mano se pone en mi brazo, apretándome. Giro la cabeza y lo miro.

– ¿A dónde vas, preciosa? –pregunta, con sus ojos mirándome fijamente. – ¿No me viste? –avanza hacia mí.

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora