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– ¿Te estás burlando de mí?

Levanto los ojos hacía el, que sigue respirando agitado y entrecortada, tiene el rostro pálido y está temblando.

No sé porque esperaba que fuera distinto a su padre. ¿Por qué? Estoy furiosa. Es obvio que iba a burlarse de mí diciendo esta clase de cosas. Es su hijo. Él lo crio. ¿Qué podía esperar de alguien como el hijo de Loncaster?

Enderezo mis hombros y lo miro fijamente, a la vez que apretó mis puños al costado de mi cuerpo.

Jay Loncaster niega, moviendo la cabeza despacio.

– ¿Porque te burlas de mí? Te conté lo que tu papá hizo conmigo ¿Y tienes el coraje de decirme esto? – pregunto con furia contenida.

Siento un dolor fuerte en el pecho que acompaña el latido rápido de mi corazón. Tengo que poner toda la fuerza de voluntad que tengo para no inclinarme con una mano en ese parte y gritar. Un dolor tan potente que amenaza con lastimarme.

–No me estoy burlando de ti –susurra.

No parece ser la reacción que esperaba. Tal vez pensó que yo caería de rodillas a besarle en los pies, agradecida de su misericordia. Estoy segura que hasta cree que por ser el, un cliente, ya es alguien superior a los demás por ofrecerme esta "oportunidad".

–Por alguna inexplicable razón creí que eras diferente a tu papá, pero veo que me equivoque. Vienes hacerme promesas falsas tal como él lo hizo. –le digo a Jay Loncaster sacudiendo la cabeza. –Pensé que si alguien venia hasta aquí así de interesado en su padre valía la pena tratar de ayudarlo. ¡Felicidades, eres idéntico a tu papá!

Es evidente que mis palabras no le gustan.

¿Y porque le gustaría? Él quería engañar a la persona que le arrebato a su papá.

Doy un paso atrás y me voy a dar vuelta para irme cuando, de golpe, Jay Loncaster agarra mi muñeca y me pide con voz suave que me quede. Es imposible que una persona que me odiaba pueda llegar a cambiar de parecer tan rápido solamente porque le conté algo.

La gente no es generosa ni buena. Las personas sólo buscan sacar cosas de los otros, cosas que los benefician, y nunca se preguntan si lastiman a los demás. La gente no tiene interés en ayudar a los demás. Que el venga a decirme que me ofrece su ayuda es tan falso como las palabras que su padre me dijo un día en esta misma habitación.

–Yo no soy como mi papá –responde continuando usando ese tono calmado con el que ahora se dirige a mí. Uh, el policía está intentando convencer a la pobre puta que haga de su voluntad con sus tácticas. Bueno, bueno... querido, estas en la casa de las putas. Aquí vienes a consumir no a venderme gato por liebre.

–Eres peor. –confirmo sin inmutarme por su voz tranquila y serena de policía bueno.

Aunque me arden los ojos por intentar contener las estúpidas lágrimas, me rio. ¿Qué se puede esperar de ellos? Ellos son esto. Son esta porquería que viene a reírse de nosotras, que creen que pueden hacer lo que desean con nosotras solamente porque están en una mejor posición.

– ¡Yo quiero ayudarte! Jamás me abusaría de tu situación ni haría nada de lo que mi papá te hizo. No soy como él.

Parece que habla de verdad pero no le creo porque conozco a la gente y la gente no es buena. Nunca nadie fue bueno conmigo de verdad. Aunque yo lo único que hice toda mi vida, en el exterior como acá, fue ser amable con a todos como pude. Nadie ayuda a los demás por nada.

–Y no es por sexo –se apresura a decir –Porque no pienso acostarme contigo.

Nadie hace nada por nada.

MENTIRAS CRUELES: Yo Soy Tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora