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Sarah corría el peligro de que le cedieran las piernas, así que sacó la mano de debajo de su falda y llevó a Helen arriba, a la habitación. No le importo nada más, quería a Helen junto a ella, ya había tenido suficiente con abstenerse. Estaba perdiendo la cordura.

Un poco después, a la luz de los últimos rayos dorador del sol poniente, su cuerpo se entrelazaban sobre las sábanas blancas, e hicieron el amor con urgente e intensidad.

Radiantes por la mutua excitación, volvieron abajo y mientras Helen abría una botella de vino, Sarah empezó a prepara la cena. Se sorprendieron continuamente mirándose la una a los ojos de la otra. Se acariciaban y se besaban a la menor oportunidad.

Helen se sentó en un taburete alto al otro lado de la barra desayunador y la Sarah empezó a remover la comida. Le dio la espalda a Helen, tenía un poco de temor si por si acaso la sorprendía abrazándola, como esas tipas cliché. Pero no pasó nada.

Helen probó el vino y preguntó:

-Supongo, y no es por ser entrometida... - dijo mirando sus manos con nerviosismo -, que... bueno... habrás tenido relaciones anteriores, ¿no? - susurró - ¿Qué pasó?

-Bueno, sí... - empezó Sarah -, estaba con alguien antes de que lo nuestro este... empezara, pero en bastantes sentidos, era más un acuerdo que una relación, y cuando se acabó, no me quedé precisamente desconsolada. La relación más importante que he tenido, fue con Alexa.

Sarah pensó por un momento en los sentimientos que había tenido hacia a Patricia. ¿Estaba siendo mezquina? ¿Importaba tanto aquello como el calor de las manos de Patricia sobre su espalda, coma la maraña de sus piernas entrelazadas, como el modo en que Patricia deslizaba la mano entres sus muslos?

Sarah suspiró con una mezcla de inquietud.

-¿Y por qué rompiste con ella?

-No rompimos - contestó Sarah -. Lex murió en un accidente.

A Sarah le sorprendió lo mucho que le costaba hablar de eso incluso después de tantos años. Frunció el ceño.

A veces a Sarah le apetecía quedarse incomunicada, donde la madre naturaleza la apartase del mundo durante unos cuantos días, el aislamiento no habría sido por elección propia.

Era la segunda vez en su vida que se sentía tan plena, el amor que le profesaba Helen era muy similar a lo que sintió por Alexa. Había contado centenares de veces las navidades, los días de los santos difuntos, los días de la independencia, los días del padre, las vacaciones agostinas, cada fecha las contaba, para recordarse que ya no la tenía cerca. Se preguntó cuando dejaría de contar.

En el fondo de su mente, siempre ponía la mesa con el plato y la silla vacía. Siempre esperando que a lo mejor un día podría sentirse entera otra vez.

-Oh, Sarah, lo siento, es terrible. - dijo Helen con ternura -. ¿Qué ocurrió?

Sarah bebió un poco más de vino y negó con la cabeza: - Es una historia muy larga, Sé que es estúpido, pero aún me resulta muy difícil.

Sarah deseaba tan desesperadamente olvidarle, sonaba fácil, pero no lo era. Deseaba fingir que la mujer que estaba en la cocina era Lex. Pero no lo era. Durante un instante muy largo y amargo, Sarah deseó haber dejado a Helen.

Que Helen nunca hubiese aparecido.

Inmediatamente, Helen dejó el taburete, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Sarah miró a los transparentes ojos castaños de Helen, preocupado, que volvieron a recordarle dolorosamente a Lex, y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Helen la abrazó estrechamente.

EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora