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Sarah fue a la cocina y se preparó café. Parecía que fuera a estallarle la cabeza, y se imaginaba la agonía por la que estaría pasando Helen. De pronto, recordó la imagen de las flores caídas en el suelo del dormitorio y, mientras salía el café lentamente, subió arriba.

Se quedó un momento quieta, sin respiración, impactada, y se dio cuenta que era peor que la escoria. Sarah al contemplar la cama desde la perspectiva en la que la vio Helen. Tan nítido y tan vivido.

Luego, agachándose, recogió lentamente las rosas. No sintió dolor cuando se clavó una espina y miró con indiferencia cómo brotaba la sangre y corría por su mano. El dolor era insignificante en comparación del corazón destrozado de Helen. De vuelta a la cocina, colocó las rosas en un jarrón y se sirvió la primera de varias tazas.

Las horas pasaban lentamente mientras Sarah se reprendía por su estupidez. Tenía que mantenerse en movimiento, encontrar cosas que hacer para aliviar el dolor que atenazaba su pecho. Se encontró reviviendo el horror del día en que murió Lex, y el dolor que sentía por la pérdida de Helen no era muy diferente del dolor de aquel día, incluso dolía más que la muerte de Milena.

***

De madrugada, una débil luz tenue del amanecer empezó a filtrarse por los ventanales, y el aturdimiento de la mente de Sarah se disipó: no podía recuperar se Lex, pero estaba Helen, que se le ofrecido como un regalo, y si la perdía ahora, no se lo iba a perdonar nunca.

Recordó que había dicho a Emily que Helen lo significaba todo para ella y, se cuenta de que era verdad. Helen era muy importante.

Hacía la seis, Helen seguía sin llamar. Sarah estaba agotada, pero dormir era impensable. Fue arriba, se dio una larga ducha caliente y se preparó más café y algo comer. A las siete volvió a llamar a la casa de Helen y despertó por segunda vez a su hermana que le dijo con impaciencia que Helen no había vuelto. Sarah empezaba a estar terriblemente preocupada por Helen. ¿Dónde podía estar? ¿estaría bien? Si pudiera estrecharla entre sus brazos, besarla hasta que desaparecieran sus lágrimas y asegurarle que nunca más volviera a hacerle daño. Si tan solo pudiera decirle a Helen que la amaba. Sarah necesitaba hablar con Cristina urgentemente, necesitaba su ayuda. Habían quedado en encontrarse en el mercado, pero resolvió llamarla antes.

Cuando la llamó, hacía las ocho y media, Cris aún estaba adormilada, Sarah la había despertado. Sarah traro de explicarle lo que sucedida, pero enseguida se deshizo en un mar de lágrimas Cris estaba asustada.

-Tranquilízate, querida – le dijo -, pásate por aquí, cuéntamelo todo y ya encontraremos el modo de arreglarlo.

Al colgar, Sarah sintió un ligero alivio. Se lavó el rostro con agua fría, y luego tomó las llaves y el celular: Helen sabía el número y también estaba el contestador, así no perdería ninguna llamada.

Justo antes de salir, se acordó de Emily y decidió llamarla. Se sintió fatal cómo la había ignorado la noche anterior. Igual que Helen, le debía una disculpa.

-Emily, soy Sarah. Te llamo para disculparme por lo de anoche.

-¡Ah! Estas cosas pasan. – replicó Emily en tono despreocupado.

-Estaba muy alterada... obviamente, y me olvidé de ti, discúlpame – dijo Sarah -. No podía pensar con claridad, lo siento.

-¿Estás bien? – Sarah se abstuvo en responder – Es evidente que te importa mucho. ¿La has encontrado?

-Todavía no, y estoy preocupada por ella – articuló Sarah.

Quedaron en se llamaría pronto, pero Sarah sabía que se había acabado aquella historia ideal con Emily.

***

-Hice algo realmente estupido

Cris miró a Sarah como si no fuera otra cosa que una noticia de última hora.

-¿Cómo qué? ¿Hiciste algo para romper el corazón de Helen?

-No todo empieza de esa manera.

La cabeza de Cristina se disparó de su menú. Y Sarah se dio cuenta de que Cris lo había dicho en broma y que no esperaba esa respuesta de Sarah. Sarah la había invitado a almorzar para hablar de lo que había sucedido con Helen y que la ayudara a tratar de arreglar sus sentimientos.

-Nunca lo haces.

-Necesito tu ayuda en este momento, Cristina no, tu actitud y sabiduría.

Sarah se quebró. Cristina podía ser muy critica a veces, y por sus miradas, este iba a ser uno de esos momentos.

-Déjame escuchar lo que hiciste antes de que empieces a asumir que voy a ayudarte – dijo Cristina después de que el camarero tomara su orden y las dejara solas.

Sarah le contó toda la sórdida historia, sin dejar nada fuera. Nunca podría mentirle a su mejor amiga, y vio su confesión como tomar responsabilidad por sus acciones. Había madurado mucho en las últimas semanas, pero se dio cuenta de que tenía un largo camino por recorrer.

-Jesús, Sarah, ¿cómo puedes ser tan insensible? – El disgusto en su voz era evidente.

-Te dije que no comenzó de esa manera. No tenía ni idea de todo sucedería tan vertiginosamente hasta el momento en que estuvo fuera de control – apeló Sarah.

Cristina apenas la dejó terminar.

-Tonterías. Admítelo a ti misma que el plan salió exactamente como lo querías

-Pero yo...

-Pero nada y no interrumpas. No hacer nada para detenerlo es lo mismo que hacer que suceda. Tu eres responsable de este lio. Sarah, ¿Cómo has podido? Si esta es la manera en que diriges tu vida, mereces estas sola, no mereces a Helen.

Cris y Helen se había vuelto cercanas, así que su reacción no fue una sorpresa para Sarah.

-No te preocupes, ella no quiere tener nada que ver conmigo.

-¿y la culpas?

-No- dijo en voz baja

-Entonces, ¿qué quieres de mi? De la forma en lo veo no hay nada que yo pueda hacer por ti, incluso si quisiera.

-¿Hablarás con ella?

-Y decirle, ¿Qué? ¿Que eres una idiota, una cerda, y una mentirosa? No creo que Helen necesite que le diga eso.

Las palabras de Cristina fueron un aguijón, pero no eran nada en comparación con el dolor que Sarah había infligido a Helen. Cristina se puso de pie.

-Tú eres como mi hermana, Sarah, y te quiero. Siempre te amaré, pero ahora mismo no tengo absolutamente ningún respeto por ti.

Salió de la habitación, dejando sola a Sarah literal y figurativamente. Ella se había puesto en esta posición, y ella era la única que podía sacarse de ella.

EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora