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Sarah se despertó sobresaltada, un poco angustiada. ¿Qué clase de sueño había tenido?

El sonido del timbre sonaba estridente por toda la casa, se sentó al aborde la cama, trató de tener la mente fría, pero el dolor y punzada de arrepentimiento seguía en su pecho. Pero... ¿Qué exactamente había soñado?

Por un momento, los frágiles recuerdos de ese sueño se hicieron presentes en su mente, pero se disiparon tan pronto como llegaron.

El timbre seguía sonando. Sarah se levantó de la cama, eran las diez de la mañana. No había dormido casi nada. Se colocó unas yinas y bajó a la parte inferior de la casa. Por un momento se permitió imaginar que era Helen, pero alejó la idea de su mente. Miró por la pantalla y se admiró en encontrarse con Erika nuevamente.

-Anda, holgazana, Edi – dijo con su voz musical y burlona.

-¡Erika!

Sarah parpadeó sorprendida, abrió la puerta y retrocedió para dejarla entrar.

-Parece que sigue siendo la casa pintoresca y acogedora. No me extraña que a Patricia luego se arrepintiera. Sí viviese aquí, no podrías echarme. Aunque tu casa en San Blas tampoco está mal.

Sarah cerró la puerta y miró a Erika con el ceño fruncido.

-¿Qué haces por aquí?

-¿Ni siquiera te alegras de verme?

Erika acercó la mano al rostro de Sarah y le dio un largo beso, del tipo que siempre había molestado a Lex a pesar de que Sarah nunca había mostrado el menos interés por los considerables encantos de Erika. Sarah, por vez, se dio cuenta de que ahora tenía la posibilidad de decidir si iba responderle. No estaba comprometida, como alguna vez lo estuvo con Alexa. No estaba emparejada, no tenía una relación formal, como lo había tenido con Patricia y seguramente a Emily no le importaría. Tal vez seguro sugeriría un trio.

«Helen»

Su cuerpo retrocedió sin pensarlo.

Erika se rio.

-La misma Edi de siempre. Pasaba por aquí, y se me ocurrió ir a ver qué hacía mi amiga favorita.

Sarah la condujo a la cocina.

-No esperarás que me lo crea, ¿no?

-Pero sí es verdad, cariño. Hoy soplaba una briza cálida, así que pensé en pasar a verte. Quería averiguar si seguías viva.

-Lo que quiere decir... te has peleado otra vez con Ricardo.

Erika pareció herida durante un momento y Sarah se arrepintió enseguida de su tono burlón. En lugar de las bromas habituales entre ambas, Erika acarició la mejilla de Sarah.

-Si, es cierto, lo he dejado. Pero también he estado preocupada por ti.

La tibieza de la mano de Erika le llegó a Sarah hasta el estómago. De pronto se dio cuenta de que a Erika no sería muy difícil seducirla. Por el amor de Dios, tenía a Erika que nunca había ocultado su deseo por ella.

-Ya lo sé – dijo por fin. Se apartó de Erika y la oyó -. ¿Te apetece un café?

-Me encantaría, si todavía estas enganchada – dijo en su característico tono optimista. Bueno, ¿y qué me cuentas?

-Pues estoy bien, desde la ultima vez que viniste todo sigue relativamente bien.

-Vaya, no me digas. Me alegro tanto por ti.

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