El corazón de Helen estaba inflamado de por Sarah y, mientras más pasaba con ella, decidió que sería paciente.
-Tengo que hacer que vea cuánto la quiero – pensó Helen -, dejar que vea que puede confiar en mí.
Resolvió para sus adentros, que aceptaría, sin hacer mala cara, las condiciones de Sarah de verses con menos frecuencia. Tras eso, se pegó al cálido cuerpo de Sarah y pensó que no transcurriría mucho tiempo antes de que ellas dos estuvieran juntas, como era debido, para siempre. Con un suspiro contenido, quedó dormida.
Regresaron a la ciudad el domingo a última hora de la tarde y decidieron que Helen pasara la noche en casa de Sarah. Helen pensó que le apetecía cocina para Sarah y, de camino a casa, se pararon en un supermercado.
Preparó costilla de cerdo en salsa, verduras al vapor con hoja laurel y pure de papas. Se sentía bien ver a Sarah al otro lado de la barra, para varias, relajándose y tomando una copa de vino mientas Hele cocinaba. Sarah parecía estar disfrutando inmensamente el momento.
Tras la cena y el café, Sarah sugirió que la semana siguiente tendrían que tomárselo con un poco más de calma.
-¿Qué hay de tu hermana y amigas? Seguro se sientes abandonadas. ¿O las demás cosas que te gustan hacer?
Helen recordó su promesa privada de ser paciente, así que se mordió los labios y asintió con la cabeza.
***
Durante la ajetreada tarde del miércoles, Sarah estaba en su mesa, trabajando, cuando sonó el teléfono; supuso que sería Helen. Se habían llamado cada día, aunque no se habían vuelto a ver desde el lunes por la mañana, cuando salieron del apartamento de Sarah para ir al trabajo. Tenía muchas ganas de ver a Helen.
Se quedó totalmente desconcertada al escuchar la voz de Emily, pero reorganizó sus pensamientos rápidamente.
-¡Oh, Emily!... ¿Qué tal por Republica Dominicana? – respondió Sarah.
-Fabuloso. Pensé que quizás querrías ver mi bronceado espectacular – dijo Emily con su voz grave y seductora -. ¿Tal vez el viernes por la noche?
La mente de Sarah trabaja a toda velocidad. No hacía tanto tiempo que una conversación de este tipo con Emily la hubiera hecho estremecerse de lujuria anticipada. Hoy se estremecía, pero de ansiedad.
Tras una breve pausa, Sarah respondió con calidez: - De acuerdo. El viernes está bien.
Aquella noche con Helen se sintió muy violenta. Cuando Helen sugirió que podían encontrarse el viernes por la noche y estar juntas todo el fin de semana, tuvo que esquivar sus ojos. Ya le había dicho que no estaba libre la noche del viernes. Sin discutir, Helen estuvo de acuerdo en pasarse el sábado a media tarde. Cada vez que Sarah la miraba a los ojos o la abrazaba y la besaba, decidía para sus adentros que llamaría a Emily y anularía la cita. Pero y otra vez, se decía a sí misma que ese era el único modo de controlarse, de poder mantener tranquilo sus emociones.
Más tarde aquella noche, cuando tenía a Helen desnuda y excitada entre sus brazos, con la respiración rápida y superficial, mirándola con veneración, sintió que se le deshacía el corazón y le hizo el amor con más pasión y ternura que nunca. Aquella noche, Sarah no lograba saciarse, no tenía suficiente. No podía dejarla marchar.
-¿Vodka con tónica? – le pregunto Alfredo a Sarah. Había sido un día bastante tranquilo para ser viernes y Sarah estaba en la oficina, entreteniéndose innecesariamente.
-Sí, y bien cargado, por favor – contestó Sarah mientras se dejaba caer en un confortable sillón de piel del despacho de Alfredo. No tenía prisa por irse a casa.

ESTÁS LEYENDO
Estigma
RomanceHelen Ebbot está a punto de entregar su corazón a una hermosa mujer, que pude ser su salvación... o perdición. Sarah Cortés parecía diferente, era increíblemente atractiva y es deliciosamente peligrosa. Cuando conoce a Helen, una mujer tranquila, pe...