Sarah se encontró con Cristina en el mercado. Una vez sentadas en el café, tras haber hecho la compra, Sarah le explicó a Cristina lo sucedido en la noche de la cena.
-¡Pobre chica! – dijo Cristina cuando Sarah le describió su triste marcha. – La has ignorado por un mes completo, y lo primero que haces es rechazarla. Y de la peor manera. – arremetió con enfado – Imaginando escenarios que solo existen en tu cabeza.
-¿¡Qué!? – exclamó Sarah.
-Vamos, no te hagas la santurrona, sabes a lo que me refiero.
-Sé que es duro para ella, pero es joven y me olvidará bastante rápido. Sobre todo, porque lo he cortado antes de que empezara. ¿No crees que tendrías que sentirlo por mí?
-Mmm...
- En estos momentos no puedo quitármela de la cabeza, pero sé que sería un error enrollarme con ella. Por eso tengo que ser fuerte.
Cristina le dijo de manera acusadora: - Tienes miedo de dejarte llevar, y buscas excusas para justificarlo.
Sarah se sintió frustrada. Estaba segura de que, cuando Cristina entendiera lo cerca que estaba de enamorarse de esa mujer catorce años menor que ella, comprendería y apoyaría sus objeciones a dejar que las cosas fueran más lejos. Buscó en su bolso una cajetilla de cigarros. Encendió uno, estaba muy estresada.
-Cristina, ¿Cuánto crees que durara una relación con ella? – Cris solo se limitó a observarla. Dejó que continuara con su monologo - ¡Tengo treinta y seis años! Y no quiero que me rompan el corazón cuando, dentro de un par de años, ella conozca a alguien de su edad con quien comparta más intereses. – Suspiró con pena y pesadez. – No creo que este preparada para asumir ese riesgo, nunca más.
-Eres una mujer adulta, atractiva...
-Cuando conocí a Patricia no fue así, no tenía esta sensación de estármela jugándomelo todo. La atracción que siento por Helen se parece más a lo que uno se refiere a un amor puro y verdadero. Ya sabes, como verdadero amor. No creo que resista su perdida o su rechazo. Y sé qué si lo hiciera, mi mundo acabaría.
Cristina sonrió mientras jugaba con el anillo de su dedo:
-No crees que estas exagerando las cosas. ¿Qué te estas yendo demasiado lejos? ¿Por qué no tienes una aventura con ella?
-Porque yo no soy esa clase de persona. Porque se que lo que ella siente por mi no es simple curiosidad o tracción banal.
-Si lo sabes entonces puede que se convierta en algo más o puede que no. No te gustaría intentarlo. Cincuenta y cincuenta.
Sarah le dio una calada a su cigarrillo y sacudió la cabeza.
-Sé lo que quieres decir, Cris, pero créeme para mi se convertiría en algo más, incluso si para ella no. – miró su cigarrillo mientras lo vio quemarse lentamente –. Tengo la sensación de estar viendo el futuro. Que me están dando la oportunidad de verlo desde una bola de cristal y me dan la oportunidad de esquivar los problemas antes de que las cosas se descontrolen.
Cristina la dio una mirada de resignación. Le dio un sorbo a su café late.
-Entonces, ¿Qué piensas hacer realmente? Vas a seguir viéndola en el trabajo, lo que va hacer un poca más difícil que la olvides, dado el hecho que tú la fuiste a busaca. Me parece muy inmaduro de tu parte.
Sarah bajo la mirada y la clavó en sus manos. Observó su reloj, el tiempo continuaba andando, y los sentimientos de Helen podían seguir creciendo si los cultivaba bien y los apreciara o podían extinguirse y morir, como ella lo deseaba aun sabiendo que eso le causaría dolor tanto a ella como a Helen.
-Bueno, voy a seguir saliendo con Emily y estoy segura de que me ayudará a sacarme a Helen de la cabeza. – Contempló a Cris. Cristina suspiró, parecía escéptica y decepcionada.
-La verdad es que huir de la realidad no servirá de nada. Ya sientes eso por Helen, y creo que es demasiado tarde. – la miró con pena y desilusión – Aun sabiendo lo peligros que eran y que son tus sentimientos, asististe con ella a esa escena, Lo que me demuestra que no puedes resistirte a ella. – Finalizó.
Sarah evitó encontrarse con la mirada directa de Cris, jugueteó con su encendedor de plata, en la mesa. Leyó la inscripción que estaba en él.
-Que pierdas el tiempo con Emily – continuó Cristina -, cuando una mujer maravillosa y por la que realmente sientes algo te quiera, me parece absurdo, Puedo entender tu resistencia en lo que respecta a la edad, pero yo que tú no me preocuparía de ello. Te imaginas problemas que podrían no llegar a aparecer, en vez de estar pasándotelo bien en el ahora.
No era eso lo que Sarah quería oír. Quería que su mejor amiga le dijera que había tomado una decisión inteligente. No que le recriminara.
Para Cristina era fácil tomárselo tan a la ligera, ella no estaba en su situación y lo que estaba sugiriendo implicaba asumir grandes riesgos y exigía mucho valor.
-Créeme, Cris, todo va a salir bien. – Murmuró de forma poco convincente.
***
Helen Ebbot apagó su portátil. No tenía trabajo, pero sí hambre. Estaba y se sentía un tanto famélica. Lo primero no la preocupaba. Lo del hambre lo solucionó yendo a la cocina y poniendo la cafetera. Se preparó tres grandes rebanadas de pan con queso y un huevo estrellado frito: era lo primero que tomaba en muchas horas. Mientras repasaba toda la información que había bajado de internet, se lo comió todo en el sofá.
Había hablado con oficina de recursos humanos. Había contado con una respuesta negativa de la secretaria. Según la mujer, los documentos oficiales que podían proporcionarse salvo que por algún motivo se hayan calificado de confidenciales. Si no sé podían demostrar que se hayan calificado como tal o indicaban el motivo para eso, serían entonces públicos y por lo tanto los proporcionarían inmediatamente. Buscó otros documentos que emitían información oficial. De acuerdo con la ley de confidencialidad no había base para no proporcionarlos.
En los documentos, un tal Mauricio Evaristo Franco, le había contratado para trabajar bajó el cuidado de José Recinos. El tal Mauricio entraba en la junta directiva del una de las empresas de Grupo Raíz. El hombre había dado una entrevista cuando se difamó el nombre del Grupo. Unos después José también consigue una plaza de medio tiempo bajó la supervisión de Mauricio. Lo interesante que todo eso sucedida el mismo día en el que Oscar Corea ingresaba a la cárcel. Y lo más fascinante: un artículo publicado hacía dos años sobre el pasado de Norma Antonio Hass y como este había conciliado su imperio. Allí estaba escrito que inició su despegue económico precisamente después de la guerra civil y el fracaso del proyecto SI, a finales de los años noventa.
No hacía falta ser un superdotado para llegar a la conclusión de que los acontecimientos, de alguna forma, debían de estar relacionados. El algún sitio había gato encerrado y a Helen Ebbot le encantaba jugar a los gatos encerrados. Además, no tenía nada mejor que hacer.
***
Alfredo la llamó a la mañana del lunes. Preguntó a Sarah si podían encontrar en la ofician el martes a primera hora, para empezar a planear estrategias de marketing para sus dos nuevos clientes. Las presentaciones tenían que estas listas a la semana siguiente. A Sarah, le resultaba de lo más oportuno: había descubierto que sumergirse en el trabajo le ayudaba a enfocar los demás problemas desde otro punto de vista o por lo menos, los retroceder a un segundo plano; no iba a tener demasiado tiempo para pensar en Helen.
Había pasado la noche del domingo con Emily, y el sexo había sido tan fantástico como siempre. A esto siguió un día muy ocupado y creativo en la oficina, así que la noche del lunes, Sarah se encontraba mejor. Había superado rápidamente esa pequeña complicación emocional con Helen, que para ella no era esa. De todos modos, no podía evitar que la imagen de los ojos de Helen, llenos de dolor y de lágrimas, invadiera su mente en los momentos más inesperados. Ojalá Helen hubiera empezado a olvidarse de ella.
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Estigma
RomanceHelen Ebbot está a punto de entregar su corazón a una hermosa mujer, que pude ser su salvación... o perdición. Sarah Cortés parecía diferente, era increíblemente atractiva y es deliciosamente peligrosa. Cuando conoce a Helen, una mujer tranquila, pe...