Helen Ebbot sacó su Kawasaki y dedicó la mañana a darle un buen repaso. Una moto de 125 centímetros cúbicos, tal vez no fuese la máquina más hermosa y perfecta del mundo, pero era suya y sabía manejarla. La había puesto a punto ella misma y bahía trucado el motor para poder correr más.
A mediodía se puso el casco y la chaqueta de cuero y se fue a la residencia de Sarah, estaba un poco emocionaba. Todavía mantenía en sus pensamientos las noche anterior, tan romántica y tan apasionada. Sonreía como tonta con solo recordarlo y se excitaba hasta los cielos con saber que Sarah había aceptado... ¿Qué realmente había aceptado ser Sarah de ella? Al final no habían aclarado nada.
La incertidumbre la invadió. Helen sentía una punzada de inquietud y mala conciencia. Durante las tres horas que estuvieron juntas por la mañana, solo intercambiaron unas pocas palabras sueltas. La había invitado a pasar la tarde con su amiga Chris.
Estaban sentada en la cama acurrucadas una contra la otra, con dos trazas de café mientras miraban por la ventana el paisaje que se contemplaba en el horizonte. Sarah se sentía llena de vida y fresca, a pesar de la falta de sueño de las dos últimas noches.
-Sabes, ¿por qué no llamo a mi amiga Chris y vamos a comer? ¿Qué dices? - sugirió - A menos que tengas otros planes, claro.
Helen sonrió: - No tengo otros planes, y suena fantástico.
-Bien - dijo Sarah, saliendo de la cama-. Voy a llamarla ahora.
Chris estaba libre para comer, así que un par de horas más tarde, Sarah y Helen pasarían a recogerla, de camino hacia el restaurante.
-Me iré a cambiar, pasó por ti o...
Sarah sonrió por la inocencia de Helen.
-Vente para acá, luego vemos que hacer.
***
Helen Ebbot aparcó su motocicleta aun lado de la calzada. Se quitó su casco y se preguntó por un instante, sí su relación con Sarah se estaba estrechando. No era como si fuese a conocer a su familia, era una amiga, pero aun con eso se sentía nerviosa.
Tal vez ella también debería invitar a Sarah que conociera a su hermana.
Abrió la verja del pórtico, y se encaminó hacía la puerta principal. Notó en el proceso que ya no se sentía nerviosa como en un inicio. Parecía que había ganado una batalla, pero aun le faltaba vencer la guerra. Tocó el timbre y el rostro de Sarah se asomó con una sonrisa.
La saludo con un beso en la mejilla, pero no quedando convencida, le tomó la cara en sus manos y la besó en la boca. Helen se sorprendió, pero el simple gesto le pareció tierno.
-Nos iremos en mi auto.
Helen sonrió, dejó su casco en una pequeña mesa al lado de la puerta principal. Le tomó la mano a Sarah y salieron de casa una sonrisa de complicidad. Eran amantes y eso importaba.
Sarah y Helen pasaron a recoger a Chis. Se encaminaron a hacia un restaurante. Cruzaron la ciudad hasta el municipio de Antiguo Cuscatlán, una pequeña ciudad que mantenía el aspecto de un pueblo un tanto pintoresco. Se dirigían a un establecimiento llamado: Jardines de Babilonia.
Como de costumbre, la calle principal estaba abarrotada de gente y con frecuencia tenían que andar por la calzada, para esquivar las multitudes que se aglomeraban en el parque por las presentaciones artísticas. Algunos de los restaurantes eran de estilo colonial dando un aspecto que se encontraban en la época todavía de la revolución.
Tras abrirse paso entre la multitud, esquivando a las personas y los sofocantes gritos de algunos vendedores, encontraron el restaurante y pidieron una mesa en la terraza con vista a la cordillera del Bálsamo.
ESTÁS LEYENDO
Estigma
RomanceHelen Ebbot está a punto de entregar su corazón a una hermosa mujer, que pude ser su salvación... o perdición. Sarah Cortés parecía diferente, era increíblemente atractiva y es deliciosamente peligrosa. Cuando conoce a Helen, una mujer tranquila, pe...