41

280 23 16
                                    

Helen Ebbot se encontraba ante un problema metodológico de cierta importancia. Era experta en sacar información sobre quien fuera, pero su punto de partida siempre había sido un nombre y el número de identificación personal.

El trabajo que le habían encargado era completamente diferente. Ahora la tarea consistía, sencillamente, en intentar averiguar cuatro números de identificación personal partiendo de unos datos extremadamente pobres. Se hallaba, pues, ante una situación completamente nueva.

Helen siguió las instrucciones que le habían dado y cruzó el puente con su motocicleta. Se detuvo junto a la primera casa a mano izquierda. Se encontraba en un pueblo perdido.

-Hay cinco casos similares– dijo Helen -. Más los tuyos, los míos nos encontramos al frente de una estructura completamente organizada.

-Cuéntamelo.

-Solo llevo unos cuando días con esto y, simplemente, no me ha dado tiempo a investigar todo. En algunos casos, las investigaciones policiales acabaron en el archivo provincial. He ido a tres de ellos, pero aún no me ha dado tiempo a ver los demás. Sin embargo, los cinco están identificadas. – Helen saco de su mochila un sobre manila -. Son las mismas victimas que ya habías hallado sospechoso.

Helen Ebbot depositó una considerable pila de papeles encima de la mesa, más de quinientas páginas de tamaño folio. Rápidamente distribuyó el material en distintos montones.

-Vayamos por orden cronológico.

***

Caminaron por el Paso El Carmen. Helen no estaba muy motivada al hacerlo, ni tampoco estaba interesada en lo que le proponía Amelia Masin Pashaca. Ya tenía muchas cosas de las cuales pensar como para agregar más carga su pobre cerebro.

Araujo no la había llamado, así que en ese aspecto estaba tranquila. Pero sabía que esa tranquila era superficial, había más problemas por venir. Todavía no sabría decir donde se encontraba Alejandra, y ni si quiera tenía un móvil del hecho. Cada vez le daba más miedo inmiscuirse más afondo.

Con un poco de paz, agradecía a quien fuera, que el cliente estuviera en algo realmente importante, así no la estaría presionando para dar informes a cada momento. Ebbot tenía leve sospecha, sin embargo, como bien se lo había dicho Araujo, si era demasiado perjudicial era mejor guardar el decoro. Necesitaba; no necesariamente urgentemente; contactarlo.

Amelia iba señalando las casas contando cosas sobre los que vivían en ellas. Al pasar por delante de una especifica le costó expresarse. Helen lo miró de reojo.

Dejaron atrás los ostentosos restaurante y bares, y llegaron hasta el final. Donde se sentaron sobre una banca, Amelia encendió un cigarrillo ofreciéndole uno a Helen, pero esta negó con un poco de repudió.

-¿No te parece interesante? – dijo Amelia regalándole una sonrisa sincera – A lo mejor ya has pensado en ello.

-¿En qué?

-Los nombres y las credenciales

Helen Ebbot reflexionó un instante. Luego negó con la cabeza, dando a entender que no comprendía.

-Todos los nombres son personas importantes – le aclaró ella -. Incluso el último digito de su DUI muestra la importancia de su estatus. No te parece eso asombroso, yo digo que hay que analizar a Leticia y a Carolina.

-No es verdad – se apresuró a decir Helen – Ni Leticia ni Carolina no están en los nombres importantes.

Amelia sonrió

EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora