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-Lárgate, Brenda, no estoy de humor, me duele la cabeza – Sarah oyó como Helen lo decía y como Brenda salía de la oficina sonriendo con malicia.

Había pasado ya casi una semana, desde la última vez que habían hablado directamente. El día anterior se había enterado de que el borrador del nuevo plan de acción de Ebbot había estado sobre el escritorio de Alfredo durante tres semanas y nadie habría conveniente informarla de ello. Intentó tomárselo como una persona adulta. Sabía que era culpa de Alfredo y no de Helen en realidad. Bueno, para ser honesto, también era culpa de ella misma: lo único que tenía que hacer era hablar con Helen en vez de confiar en que ella acabaría de por captar sus indirectas e insinuaciones.

Oyó que Brenda se reía y la réplica de Helen en voz baja. Brenda volvió a reírse y Helen dijo en voz más alta:

-Ten un poco de compasión, por favor.

Sarah volvió su atención al último informe del banco. Por encima de todo, quería contratar a un contador, pero la semana pasada Alfredo había estado fuera, comprando un equipo de audio para la prueba a escala real. Escuchó un estrépito amortiguado que llegaba del otro lado del almacén y, por un momento, le supo mal por el dolor de cabeza de Helen.

-Quizá quieras chambrear – dijo Marcos desde el umbral – Helen tiene resaca. Es la primera vez desde que la conozco que no la veo llena de energía. Me ha enviado a hacer algo, supone todo un reto.

-Estoy segura de que te lo mereces – replicó Sarah.

Marcos la miró burlonamente, mientras se sentaba en la silla para las visitas. Le habló en voz baja:

-¿Sabes? Es la primera vez que dices algo en su favor. ¿Qué les pasa a las dos?

- No sé de qué estás hablando – Sarah sabía que era muy mala mintiendo.

-No soy el único que se ha dado cuenta. Las dos son muy agradables, excepto entre ustedes mismas. Cuando coinciden se convierten en cubitos de hielo con magnetismo opuestos.

-Los cubitos de hielo no puede magnetizare – dijo Sarah.

-¿De veras? – Las cejas de Marcos se arquearon, de ese modo, le recordaron a Sarah que era él quien tenía una licenciatura en física, además de otros diplomas. – Mira, ayer me preguntó qué era un nuégado. Alfredo y tú son los único que utilizan esa expresión... estaba un tanto consternada.

-Mierda, debe... debe de haberme oído gritando como si fuera idiota. Maldita sea. Todo es culpar mía. – recordó entonces la manera de cómo se sintió indignada Helen luego de la reunión con Ink Advance – En teoría, ella trabaja para mí, pero me siento totalmente excluida de lo que hace y aún no he sacado el tema. Esperaba que con el tiempo se arreglaría.

-¿Por qué no lo hablas con ella? – preguntó Marcos – No te va arrancar la cabeza de un mordisco. Aunque mejor que no sea hoy – añadió a toda prisa. – La verdad es que hoy no parece la misma persona.

-Muy bien. – Sarah empujó una montaña de papeles hacia Marcos - ¿Por qué no eres un caballero y me ordenas estos papeles? Es decir, si no tienes algo más urgente que hacer.

-¿Estados de cuentas? Puaj.

-A partir de ahora toda la dirección va a compartir el sufrimiento. Y quiero un contable.

-Cuentas con mi voto en la próxima asamblea. – Dijo Marcos, que sostenía los extractos de cuentas como si estuviera manchados de mierda -. Imagino que podré ordenarlos...

EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora