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A la mañana siguiente, Sarah despertó tarde. Contempló el sereno rostro de Helen, que seguía durmiendo, y su cuerpo respondió instantáneamente a las imágenes sensuales que le vinieron a la cabeza. También podía notar que sus sentimientos se desbordaban y tuvo que resistir la necesidad de inclinarse y besarle los párpados. Con mucho cuidado, para no molestarla, le apartó de la cara unos cuantos mechones de cabello brillante. Le pareció imagen demasiado enigmática. Sarah la contempló en silencio, admiró cada detalle, cada tatuaje, cada aspecto y se encontró con latido de emoción en su corazón.

Mientras la miraba, Sarah se dio cuenta de la peligroso que era lo que sentía por ella. La noche anterior había perdido absolutamente el control. Hacía semanas que sabía que, si dejaba que las cosas llegaran hasta este punto, corría el riesgo de enamorarse de Helen, y esto era lo que intentaba evitar. Pero, a pesar de que el miedo al futuro seguí ahí, estaba exultante de felicidad.

«Sí soy prudente, puedo impedir que esto vaya demasiado lejos». – decidió -, «así ninguna de las dos tendrá que sufrir». Sarah solo se estaba protegiendo, pero en realidad, ¿de qué se estaba protegiendo?

Helen se movió, pero siguió dormida. Sarah se deslizó sigilosamente fuera de la cama y se dio una ducha gélida. Trató de no pensar en los sucesos de la noche anterior, pero sus esfuerzos fueron en vano. La lujuria la invadió y saber que la chica de sus mayores deseos estaba a una puerta lejos de ella no le funcionaba para nada. Tampoco, le ayudaba saber que una fina manta cubría ese cuerpo. El cuerpo de Helen, el cuerpo que había explorado con delicadez y con pasión. Se había entregado a ella de manera más gentil.

La ducha no había calmado sus ansias, más bien parecía que las había aumentado. Cuando salió del baño poco después, Helen ya estaba despierta y en cuanto vio a Sarah sonrió y extendiendo los brazos le dijo:

-Ven aquí.

Sarah miró el hermoso cuerpo de Helen en contraste con las sábanas y no pudo resistirse. Dejó caer la tolla en el suelo y se tendió sobre Helen. Dejó escapar un suspiro de placer y satisfacción cuando todo su cuerpo entró en contacto con la piel de Helen. La mano de Helen se dirigió inmediatamente hacía el vello de entre las piernas de Sarah, aún mojado de la ducha. Los dedos fueron rápidamente hacia el lugar cálido y ya humedecido que esperaba ansioso sus caricias y enseguida se deslizaron en su interior.

Sarah gimió complacida y empezó a besa el cuello de Helen, su rostro, su boca; no obtenía suficiente. Alargó una mano hacía el plano abdomen de Helen y descubrió que: sus muslos separados la esperaban.

Acarició, excitada, el húmedo y sedoso sexo de Helen. Entraba en el lentamente, deleitándose de las sensación y leves gemidos de Helen. Salía y luego volvía a acariciarlo. Cada una se movía contra las manos de la otra en perfecta sincronía, despacio al principio y luego con creciente urgencia hasta que, en un momento de éxtasis, llegaron a la cúspide del placer. Se corrieron juntas, de manera mas sublime y cariñosa, en un acto de entrega y pasión. Sarah esta extasiada y por un instante perdió la cordura y deseó en lo más profundo de su ser que Helen Ebbot fuese su única amante para siempre.

Sarah se desplomó junto a Helen y así estuvieron tendidas con los corazones latiendo al unísono y rodeándose estrechamente con los brazos. No pasó mucho tiempo antes de que Helen empezara a cubrir los hombros de Sarah de eróticos mordiscos y a susurrarle que deseaba y quería más. Con grandes esfuerzos, Sarah se escabulló de entre sus brazos, la besó y le suplicó que dejara de tentarla.

-Por favor, cariño – dijo Sarah – tengo que encontrarme con mi amiga Cristina en su casa. Tengo que ir a buscarla dentro de media hora.

Helen la volvió a mirar con sus ojos marrones desenfocados por la pasión y el deseó.

-Quédate un poco más, me muero de deseo, me muero por tener cerca de mi... adentro de mi... - admitió avergonzada - ... por favor. – Le suplicó.

EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora