Diez

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La rabia lo invadía, ¿cómo pudo ser tan estúpido de no darse cuenta de que meter a Alba a su departamento alimentaba el chismerío del edificio?

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La rabia lo invadía, ¿cómo pudo ser tan estúpido de no darse cuenta de que meter a Alba a su departamento alimentaba el chismerío del edificio?

Y más aún, en la situación sentimental de Alba.

Y peor. Con rumores de que Raúl no es trigo limpio.

La realidad fue un dardo paralizante, permaneció estático tras la puerta apenas abierta. Escuchaba sus voces, pero no razonaba. Escucho un parloteo chismoso hasta que una frase lo volvió a la realidad.

¿Habrá escuchado algo? —susurraba la mayor.

Espero que no, de verdad me importa, y no quiero que piense mal de mí por tus chismes. —Érica regañó a su tía.

Paulo corrió lejos de la puerta pero no la cerró, para no quedar en evidencia que estaba tras ella. Se metió al baño y mojó su cabello en el mismo momento que tocaban el timbre, secó el exceso de agua con la toalla y volvió a responder el llamado.

—Paulo... Querido... ¿Estás bien? —consultó en voz alta mientras intentaba mirar hacia adentro.

—Doña Rita... —sonrió falsamente mientras abría la puerta—. Buen día, ¿pasó algo?

—No, no... Es que vinimos a colgar el acolchado, vimos tu puerta abierta, y creímos que te había pasado algo.

—No, estoy bien. Gracias por preocuparse, debí cerrarla mal anoche, me estaba bañando.

La cara de Érica se transformó, de seguro lo estaba desvistiendo con la mirada, imaginando su cuerpo recién salido de una falsa ducha. Se mordió el labio inferior sutilmente y Paulo lo notó, le sonrió a modo de prueba y la chica se sonrojó. Todo eso, ante la atenta mirada de doña Rita, quien ni corta ni perezosa aprovechó la oportunidad.

—¡El budín! ¡Se me va a quemar! —exclamó con dramatismo—. Ya debe estar, los dejo.

Y bajó rápidamente las escaleras dejándolos solos, ante la atónita mirada de Érica. Paulo permaneció indiferente ante el teatro que estaban montando, no tanto Érica, más bien su tía. Cruzado de brazos, la miraba desde arriba con algo de arrogancia, desafiante. Estaba algo ofendido por la comparación con su ex esposo, comenzaba a diluirse su mantra, si hacia las cosas bien podía salir ileso en caso de que todo fallara. Sólo tenía que poner las cosas en claro: una relación abierta o sexo sin culpas. Era eso o nada. Decidió arriesgarse, le faltaba condimento a su vida.

—¿De nuevo?

—De nuevo... ¿Qué? —repreguntó algo nerviosa.

—Tu hijo... ¿Volvió a mojar la cama de nuevo?

—Sí... —Érica relajó un poco su postura—. Seguro me escuchó anoche discutiendo con Claudio por audios. Claudio es mi ex.

—Uh, pobre. Igual no te preocupes, ya te dije que pueden usar la terraza todo lo que quieran.

—Tampoco quiero molestarte, seguro te despertamos nosotras... Es domingo y es temprano...

—Tranquila, me desperté solo. Igual voy a tratar de dormir un poco más, anoche salí y volví tarde. Necesito reponer un poco más de energía —rio levemente.

—¿Dónde fuiste? Digo... Si se puede decir. —Érica no quería sonar indiscreta, pero ya se hacía una idea de cuál sería su respuesta. Y Paulo sabía por qué preguntaba eso, no era ningún boludo—. Es que yo necesito salir un poco también, y no conozco la zona.

—Salí con una amiga y dos amigos de ella, fuimos a comer. —No estaba mintiendo, y le dio a Érica la respuesta que ella quería.

—¡Que bueno! Yo necesito salir —reiteró—. Voy a ver si consigo que el imbécil del padre se quede con Lauti una noche, para poder salir.

Pero la respuesta que esperaba de Paulo, nunca llegó, en cambio, se hizo un incomodó silencio para ella. Si esperaba que él la invite a salir, el acolchado se iba a desintegrar bajo el rayo de sol. No estaba en los planes de Paulo salir de una, sin conocerla previamente.

—Uh... Suerte con eso. —Había un poco de sarcasmo en la respuesta de Paulo—. Si no te molesta, voy a intentar dormir un poco más, me arden los ojos.

—Ay, no. Disculpá, en serio ya creo que empiezo a ser una molestia para vos, andando tan seguido por acá.

—No, nada que ver. Pero todavía me pesa la noche anterior, te veo después, cuando vengas a buscar el acolchado.

—Dale... Nos vemos.

Y cerró la puerta cuando vio que Érica se debatía entre saludarlo con un beso en la mejilla o simplemente irse, todavía no estaba preparado para tener el mínimo contacto físico con una mujer que lo encendía de sólo verla. Hacía meses que el deseo no corría por sus venas, y su última relación había terminado de la peor manera cuando ella se enamoró y él quiso conservar su libertad. Volvió a la cama a intentar conciliar el sueño, eran las nueve de la mañana, si podía dormir hasta las doce sería un golazo.

Y mientras Paulo daba vueltas en la cama para volver a dormir, Érica no dejaba de pensar en todo lo que su tía le había dicho. Si bien Paulo le gustaba, había cosas que no le cerraban de él, y una de ellas era Alba.

A media mañana, su ex esposo vino a recoger a su hijo para pasar el día con él, y luego de que se fueron se quedó contemplando hacia la esquina del local de comidas de Alba. Sintió curiosidad, así que fue hasta arriba por su billetera, y cruzó a conocer a la mujer que podía ser su competencia directa.

Apenas entró, un olor a fritura la apabulló. Miró el escaparate para comprobar que ese olor tan poco saludable provenía de la fuente que contenta pollo frito, o como decía la banderita plástica: pollo Pau.

—¡Buen día! ¿Qué se te ofrece?

Érica desvío la mirada del pollo a su interlocutora, Alba le sonreía hasta que se dio cuenta quién era, la mujer que le coqueteaba a Paulo por WhatsApp. Sonrió más fuerte.

—Si... Buen día... Esto... —Señaló el pollo—. ¿Qué es? ¿Es pollo frito o tiene algo más?

—Sí, es la receta de un amigo, es nuestro nuevo plato. Es pollo frito hecho con pechuga, relleno con queso y sazonado con hierbas. Puedo darte a probar un pedacito si querés.

«Es la receta de un amigo...»

«Pollo Pau...»

«Paulo.»

Érica comenzó a atar cabos sueltos, ya sabía con quién había cenado la noche anterior. Y qué habían cenado también. Sin dudas la competencia iba a ser fuerte, aunque Alba no anduviera tan arreglada como ella, aunque Alba olía a frito y ella a perfumes de mediano precio, la chica le llevaba la delantera.

Pero lo que no sabía, era que Alba jugaba a su favor.

Pero lo que no sabía, era que Alba jugaba a su favor

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