Cuarenta y tres

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Su respiración se cortó, miles de dudas e incertidumbres invadieron su sistema nervioso

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Su respiración se cortó, miles de dudas e incertidumbres invadieron su sistema nervioso. Sus dedos se congelaron mientras aferraba el celular con ambas manos. Miles de flashes pasaron por su cabeza mientras intentaba buscar una respuesta al mensaje de Luis.

Su primo menor le había comentado que en el edificio que había terminado la constructora para la que trabajaba, la administración buscaba un encargado con referencias. Y el muchacho no dudó en referenciar a su primo cuando escuchó la paga. Era el doble de lo que Paulo percibía en el viejo consorcio de Balvanera, y la portería era similar a la actual, pero se trataba de un tres ambientes a estrenar, y amueblado con una decoración moderna y minimalista.

Era una oportunidad que no se iba a volver a repetir en su vida.

Era una oportunidad que no se iba a volver a repetir en su vida

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Y cerró el chat mientras soltaba un largo suspiro, Luis había entendido todo porque dejó de escribirle

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Y cerró el chat mientras soltaba un largo suspiro, Luis había entendido todo porque dejó de escribirle. Guardó nuevamente en la heladera el Tupper con comida que le había cocinado Alba la noche anterior, su apetito se había esfumado.

Y si se iba a mudar, era mejor empezar a despedirse de la rica comida de Alba.

Tomó su caja de cigarrillos y salió a la terraza, se sentó en la cornisa con las piernas colgando al balcón del décimo piso, como tantas veces se había sentado así desde que Alba lo hizo, derribando su miedo inicial de sentarse allí. Observó la ciudad muerta, era la segunda semana de Enero, y el primer mes de la temporada de verano. El sol estaba oculto detrás de las nubes, de otro modo no hubiera podido sentarse sobre el cemento hirviendo, aún así hacía calor, pero poco le importó sudar algunas gotas. Los nervios le hicieron aspirar dos cigarrillos seguidos, mientras trataba de calmar sus ansias: mientras no conociera los alcances de la oferta laboral, de nada servía pensar en cómo dejar atrás su vida.

El cariño que le tenían los inquilinos y propietarios del edificio.

Los momentos que pasaba con Érica, tanto sea como amigos o amigos con derechos.

Guido y Cristian, porque también había hecho buenas migas con los muchachos.

Y sobre todas las cosas, Alba. No sabía cómo se tomaría la noticia si el trabajo prosperaba y decidía mudarse.

Optó por no decir nada y ponerse una falsa careta de felicidad, de «acá no pasa nada», para no alertar a la chica, que ya bastante perceptiva era de sus emociones más recónditas. Fueron veinticuatro horas hasta la entrevista, en las que solamente perdió su falsa máscara una vez, saliendo airoso de la situación alegando cansancio físico y dolor cervical.

Y cuando se hizo la hora de la entrevista, ahí estaba Paulo. Vestido formalmente, bañando en aquel perfume importado que obtuvo de regalo y que utilizó en pocas ocasiones. Sentado en la recepción del edificio, trataba de dilucidar por qué el lugar se le hacía tan familiar, mientras apaciguaba los nervios y trataba de calmar la guerra civil que se había desatado en sus entrañas.

Escuchó como autómata a la administración del edificio mientras enumeraba las tareas a cumplir, los beneficios a obtener, y el sueldo duplicado que percibiría por menor carga laboral. Todo lo que Luis le había dicho era cierto, y la oferta era por demás tentadora.

Y Balvanera no estaba tan lejos del barrio de Flores.

—Su experiencia es excelente, es todo lo que estamos buscando. Los primeros propietarios comenzarán a mudarse en quince días, es justo el tiempo que tiene por ley para rescindir el contrato con su consorcio. Si acepta, ya le traigo el contrato para firmar, así mañana a primera hora puede enviar el telegrama de renuncia y hacerse los preocupacionales. ¿Le parece bien?

Paulo enjugó una lágrima cerrando fuerte sus ojos, disimulándolo con una mueca de incredulidad y falsa felicidad. —Perfecto.

—¡Bienvenido! —El administrador del consorcio se puso de pie y le extendió la mano a Paulo—. Ya le traigo todos los documentos.

Cuando Paulo se quedó solo en la pequeña recepción, emitió un largo suspiro y dejó escapar esa lágrima retenida. Y para auto convencerse de la decisión que acababa de tomar, comenzó a ver el vaso medio lleno: si se alejaba un poco de Alba, quizás la chica tomaría coraje para recuperar el control de su vida y dejar a Raúl.

Y en el mejor de los casos, podría sentir en carne viva cómo sería vivir sin Paulo. Sería su motivo para abandonar a Raúl y dejar de reprimir los sentimientos que claramente tenía por él.

Leyó el contrato con cautela, analizando cada palabra antes de acceder. Muy en el fondo, buscaba alguna irregularidad o incumplimiento de lo que le habían expresado en palabras para desistir de firmar. Pero el documento era impoluto.

Tomó la lapicera ante la mirada expectante de su futuro empleador, localizó el final del acuerdo, y firmó con los ojos cerrados. Soltó la lapicera sobre el contrato, y se echó hacia atrás mientras suspiraba pesadamente. Lo que seguía era peor.

Debía contarle a Alba. 

 

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