Diecisiete

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Paulo estuvo a punto de dejar giratoria la puerta de su departamento

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Paulo estuvo a punto de dejar giratoria la puerta de su departamento. Poco le importó que quizás a esa hora los vecinos del décimo ya estaban durmiendo, por tratarse de un matrimonio mayor. Estaba enojado consigo mismo por haberse dejado llevar con Alba, Guido tenía razón en al menos una parte de lo que dijo.

Alba le interesaba, solo eso. Pero para él era demasiado. Hacía mucho tiempo que no ponía su atención en una mujer, y después de haber sido tan quisquilloso, fijarse en una mujer comprometida era un despropósito del destino.

Aunque ya sabía qué tenía que hacer.

Aunque ya sabía qué tenía que hacer

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Paulo no era idiota, se duchó a propósito para provocar a Érica

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Paulo no era idiota, se duchó a propósito para provocar a Érica. Se vistió como para salir, a pesar de que iba a quedarse en su casa, y se colocó una cantidad generosa de ese fino perfume que le había regalado una de las propietarias. Antes de cumplirse la media hora, su timbre estaba sonando.

Apenas abrió la puerta, ambos se quedaron estupefactos con lo que tenían frente a sus ojos. Érica continuó su fantasía de la ducha al ver el cabello mojado de Paulo. La remera blanca perfectamente pegada a su torso mostraba parte del dibujo de mandala que tenía tatuado en el brazo a través de la fina tela. Y sus pantalones de jean celeste parecían pintados a sus firmes piernas, la botamanga arremangada daba el toque que resaltaba sus Converse blancas.

Y Paulo no pudo más que contener el aliento al verla vestida tan veraniegamente, a pesar de ser junio. Claramente no tenía sostén, la fina blusa gris plomo brillante que lucía atada al cuello dejaba su espalda al aire, cayendo suelta pero sensual en la parte delantera. El escote de la prenda hacia competencia con el minúsculo short negro de cuero, resaltando sus bronceadas piernas, que finalizaban en unos modestos botines al tobillo de taco bajo.

—Guau... —Fue lo único que pudo soltar Paulo—. Ahora me siento mal por haberte plantado.

—No te preocupes, que si salíamos no me iba a poner esto, no da el clima afuera para salir así.

—Pasá.

Érica se dio el gusto de besarlo en la mejilla por primera vez, se erizó al sentir el roce de la barba de Paulo en su rostro levemente maquillado. Entró con algo de pena, el departamento lucía el mismo desastre que ella había alcanzado a ver en la tarde, desde la terraza.

—¡Ay, no! Tendría que haber acomodado un poco, qué vergüenza —se lamentó mientras ponía los almohadones en su lugar.

—No te preocupes, yo vine a verte a vos, no a tu departamento.

—Igual... No da... —siguió lamentándose mientras iba a la cocina por las cervezas. Y al entrar, quedó paralizado al ver los cubiertos que había utilizado en la tarde con Alba, sin lavar.

«Yo te voy a escuchar, esto puedo hacerlo después

Sus palabras retumbaron en su cabeza, ese momento era el después. Ver los cubiertos desparramados en su pileta le recordó el tenso momento vivido hace un rato. Si quería borrar lo ocurrido, lo mejor era hacerlo en ese momento. Lavó todo a la velocidad de la luz, como si al hacer eso olvidara a Alba y lo poco que había comenzado a sentir por ella. Cuando la pileta estuvo despejada, tomó dos botellas de cerveza y volvió al living.

—Perdón por la demora, la cocina también era un desastre —se excusó mientras le extendía una cerveza.

—Ya te dije, no te preocupes, no voy a inspeccionar tu departamento —rio con suavidad—. Además no es una cita, yo dije en plan de amigos. Aunque... Tampoco era esto lo que había planeado.

—Lo sé, en serio, estoy muy apenado...

—Es mejor. —Paulo enmudeció con su interrupción, y sonrió de costado.

—No quiero sonar desubicado, pero... ¿Cuántos años tenés?

—Veintiocho. ¿Y vos?

—Bueno... Vos tenés veintiocho, yo treinta y cuatro... ¿Por qué no dejamos de dar vueltas como si fuéramos pendejos de secundaria? Los dos sabemos lo que buscamos. Yo no quiero nada serio, solo quiero divertirme un poco. Es lo único que tengo para ofrecerte.

—Por el momento me alcanza.

No hubo más que decir. Érica dejo la cerveza en la mesita de té y se sentó a horcajadas de Paulo. Lo beso con urgencia, tanta, que cinco minutos después ya estaban desnudos sobre el sofá. Jugaron un poco con sus cuerpos sin concretar nada, Paulo no había perdido la conciencia lo suficiente como para olvidar que no tenía protección encima.

Enredó el cuerpo de Érica a su cintura, y se dirigió a su habitación sin dejar de besarla. Ya en la cama, buscó protección en su cajón, y mientras lo hacía, su celular se iluminó con una llamada entrante.

 Ya en la cama, buscó protección en su cajón, y mientras lo hacía, su celular se iluminó con una llamada entrante

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Sus pulsaciones subieron, y no a causa del momento que estaba viviendo. Érica lo miraba extasiada desde la cama, tratando de controlar sus respiraciones, ansiosa por seguir lo que estaban haciendo.

—¿Pasó algo?

—No... Tranquila. —Paulo volteó el teléfono para silenciarlo y rechazar la llamada. Encontró lo que buscaba y volvió sobre Érica.

Ambos saciaron sus más bajos instintos hasta apenas entrada la madrugada, y se durmieron abrazados como si fueran una pareja de años.

Ambos saciaron sus más bajos instintos hasta apenas entrada la madrugada, y se durmieron abrazados como si fueran una pareja de años

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