Cincuenta y cuatro

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Alba y Malena conversaron más relajadamente, comparando excusas recibidas por Raúl, y se conocieron un poco sin quererlo

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Alba y Malena conversaron más relajadamente, comparando excusas recibidas por Raúl, y se conocieron un poco sin quererlo. Malena también admitió estar cansada de la ausencia del hombre, y supo detectar el mismo maltrato psicológico en los relatos de Alba.

—¿Cómo me encontraste? —Alba se animó a preguntar luego de una hora de charla.

—Por casualidad. Un día andaba por la zona, buscando cosas acá en Once para el cumpleaños de Rami. Cuando terminamos de comprar todo, Rami quería mostrarle las invitaciones y los souvenirs al padre, y se me ocurrió pasar de sorpresa por acá. Y vi a tus amigos, le pregunté por Raúl al rubiecito —en referencia a Cristian—. Me dijo que él atendía solo en los mediodías, y justo te vi salir de la cocina. Tu cara se me hizo conocida, alguna vez vi tu foto en las notificaciones de los mensajes de Raúl, y supuse que quizás te estaba alquilando el local o que eras su empleada.

—¿Y qué te dijo cuando le preguntaste por mí?

—Nada... No le pregunté. Directamente le revisé el celular mientras se bañaba. Y vi todos tus mensajes, las cosas que él te mandaba... Esos mensajes asquerosos que a mí ya no me manda porque lo amenacé con dejarlo y borrarme con Rami. Tenía prohibido tocarle el celular, pero la verdad es que ya estaba bastante harta de toda esta situación... Tantas noches sola con el nene... Quería ver que escondía, y te encontré.

—Ahora entiendo por qué yo también tenía prohibido tocarle el celular. Pero yo tengo mucho que perder si le llevo la contra, fuiste bastante valiente al enfrentarte a él por el tema de los mensajes. No quiero ni pensar qué me pasaría a mí si lo hago.

—Ya no tenés nada que perder, Alba. Y si necesitás un lugar para vivir, papá también me dejó una casita chiquita, en Flores.

Flores. Los ojos de Alba se aguaron al instante en que escuchó ese barrio porteño. El recuerdo de Paulo se hizo vívido en su mente, y Malena lo notó.

—No llores... Podés salir de la vida de mierda que te da Raúl. —Malena se levantó y abrazó a Alba por los hombros—. Ya te dije, el local no te lo puede sacar porque es mío. Cuando te acomodes, me pagás un mínimo alquiler para seguir manteniendo a Rami y listo. Yo te voy a ayudar. No te conozco, pero lo poco que puedo ver es que sos una mina muy fuerte y de buen corazón.

Alba se abrazó a la mujer y soltó algunos sollozos sin pudor. Malena la recibió entre sus brazos y frotó suavemente su espalda. Cuando su respiración se tranquilizó, se desenredó del abrazo mientras se secaba las lágrimas con el dorso de su mano.

—Sabés... Dijiste Flores... El hombre que amo vive ahí ahora —sonrió con amargura—. Era el encargado del edificio de enfrente, se mudó allá cuando le salió un laburo mejor. Edificio nuevo, depa a estrenar, más sueldo... Y se fue —contuvo el llanto—. Nos vimos unas veces más, pero ya hace meses que no sé nada de él.

—¿Y por qué no lo vas a buscar? Digo... ¿Era correspondido el sentimiento?

—No lo sé... Cuando me di cuenta de que estaba enamorada de él y estaba dispuesta a decírselo, me dijo que se iba. Y no me atreví a confesarle lo que siento, porque estaba dispuesto a quedarse si se lo pedía...

—Y no se lo pediste —pensó Malena en voz baja—. Alba, ese hombre te ama también. Si no, ¿por qué te iba a decir eso?

—Es lo que todos decían —volvió a sonreír con desidia—. Pero nunca lo creí, y no tuve valor para probarlo por mí misma.

—Bueno... Ahora que nos conocemos, nos podemos apoyar mutuamente. Yo ya no amo a Raúl, desde hace rato. Solo lo veo como el donante de esperma de Rami. Y ni siquiera él lo ve como un padre ya, no está nunca, no le da bola... Todavía no sé por qué ese día se le ocurrió venir a verlo, y acepté justamente porque es raro que Rami quiera ver a Raúl —sopesó en voz alta—. ¿Sabes qué? Dame tu teléfono.

Alba sonrió por el recuerdo. La noche que conoció a Paulo, ella le había dicho lo mismo para darle su número de celular. Una pequeña lágrima rodó por su mejilla mientras le extendía el aparato a Malena.

—Cuando dejes a Raúl, me decís y vemos el tema del local. En mi caso, no pasa de esta noche. Esto ya es demasiado, mentirme así siendo la madre de su hijo... —hablaba indignada mientras se llamaba a sí misma desde el teléfono de Alba—. Es el colmo. Hoy junto mis cosas y me voy a la casita de Flores. Y vos deberías hacer lo mismo, podemos ser roomies, al menos hasta que vayas a buscar a tu chico —le guiñó un ojo mientras le devolvía el aparato—. Mañana a la tarde te mando un cerrajero para cambiar las llaves de este local, no quiero tener nada más que ver con él además de Rami.

—Gracias por todo Male. Y decime Abi, así me dicen mis amigos.

—Gracias a vos por no ponerme un ojo morado —rio con ganas—. Ahora, andá a tu casa, prepárate una valija con lo necesario y llamame, te paso a buscar con un taxi. Raúl dijo que tenía cosas que hacer esta noche, que no lo espere hasta la madrugada.

—A mí me dijo que nos veíamos mañana a la tarde —Alba elevó los ojos con frustración—. Ya no me importa, al contrario. Mejor, así nos da tiempo. Prometo que no me voy a quedar mucho, solo dejame ver si todavía estoy a tiempo de recuperar a Paulo, sino busco un lugar en dónde vivir.

—No me vas a molestar para nada. Y hasta quizás me das una mano con Rami... —sugirió mientras ambas caminaban hacia la salida del local.

—¿Me vas a hacer trabajar en mis vacaciones? —soltó una carcajada y Malena la observó sin comprender—. Soy maestra jardinera, de sala de tres —aclaró.

—¡Qué bueno! Mejor roomie no podía haber escogido.

Alba y Malena se despidieron en la vereda con un cálido abrazo, con la promesa de reencontrarse en la noche para buscar la manera de confrontar a Raúl. Ingresó al local con una sonrisa en sus labios, ante la mirada pálida de Guido.

—Guidín, ¿pasa algo? —interrogó Alba preocupada por el semblante de su amigo.

—¿Ya te lo dijo?

Alba borró la sonrisa al notar que Guido no le sostenía la mirada y estaba pálido. —¿Lo sabías?

—Sí... Y ahora necesito que escuches mi versión, y por qué lo callé todos estos años.

 Y ahora necesito que escuches mi versión, y por qué lo callé todos estos años

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