¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad?
Paulo estaba solo por elección.
Alba en compañía por costumbre.
Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico.
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Primer libro de la Serie Frien...
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Los ánimos de todos se relajaron cenando en compañía de la música. Faltaban pocos minutos para las doce cuando cerraron el local. Los chicos se fueron, y Paulo se ofreció a llevar a Alba hasta su casa.
Pero cuando Paulo le ofreció su casco, los ojos de Alba se inundaron y comenzó a llorar con congoja.
—Abi... ¿Qué pasa, corazón? —Paulo dejó el casco sobre la moto y se acercó a contenerla en un abrazo.
—No quiero estar sola, estoy cansada de estar sola.
Paulo se lo pensó un momento, podría tener un problema por hacer lo que estaba pensando. Más que un problema, podría desencadenar una ola de chismes sinsentido.
—¿A qué hora tenés que ir a la escuela?
—Seis y media... ¿Por qué?
—Perfecto, nadie te va a ver salir de mi departamento.
—¿Qué querés decir?
—¿Querés pasar la noche en mi casa? Digo... —Paulo se corrigió cuando escuchó lo mal que sonó su propuesta—. Así no estás sola, podés dormir en mi cama, yo duermo en el sofá.
Alba dejó de llorar, limpió sus lágrimas con la palma de su mano, y asintió con la cabeza. —Está bien, pero acompañame a casa a buscar algo de ropa para mañana.
—Okey, pero no te tardes. Vos dijiste que no era una zona segura a estas horas.
Se subieron a su moto y en diez minutos ya estaban frente a Plaza Miserere. Alba bajó y le entregó su casco.
—Andá a dar un par de vueltas mientras preparo la ropa, te hago sonar el celular cuando ya esté lista.
—Dale, no te tardes.
Alba dejó un beso en su mejilla y se introdujo en la casa que compartía con Raúl. Paulo dio vueltas por la zona hasta que su bolsillo vibró, Alba lo estaba llamando.
—¿Lista? —Ella solo asintió con la cabeza, Paulo le colocó el casco antes de que se montara tras de él y se aferrara fuertemente a su cintura—. Vamos, todavía tenemos que turnarnos la ducha.
Por primera vez, Alba entró al departamento de Paulo como quien pide permiso. Aferrada fuertemente a su mochila se sintió extraña, iban a compartir algo de intimidad, y no era bueno para los sentimientos que estaba experimentando.
Por su parte, Paulo sabía el riesgo que corría al albergar a Alba, suponiendo que estaba siendo vigilado. Pero por otro lado, era una manera de demostrarle a Raúl que no le tenía miedo en absoluto.
A lo que sí le temía, era a que ninguno de los dos pudiera controlar las ganas de darle rienda suelta a lo que sentían.
—Te dejé toallas en el baño, mientras te duchás voy a preparar mi cama acá en el sillón. Yo me ducho después. Decime si te falta algo.