Ocho

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Caminaba por un largo pasillo color crema, apenas había algunas puertas de madera color caoba

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Caminaba por un largo pasillo color crema, apenas había algunas puertas de madera color caoba. Giró obligatoriamente a la izquierda, caminó un poco más y se metió entre una pequeña multitud. Se sentó en uno de los sillones sin respaldo mirando hacia la pared, no vaya a ser cosa que la descubrieran allí.

Agazapada entre la gente que hablaba encima del otro, lo buscaba con la mirada, sin éxito. ¿Dónde estaría?

Despertó aturdido cuando su almohada comenzó a vibrar. Se restregó los ojos mientras emitía un leve quejido, sacó su celular de debajo de la almohada y comprobó la hora, ocho de la noche. Una nueva, ahora también tenía esos sueños extraños durante la siesta. Revisó sus notificaciones, cinco mensajes de Alba, había olvidado que le había prometido ayudarla a hacer el pollo frito. Se levantó a toda prisa, no tenía tiempo de ponerse a analizar ese extraño sueño en primera persona, en donde esa vez era una mujer. Abrió el mensajero dispuesto a responderle.

En menos de cinco minutos, Paulo ya estaba en el local de Alba, quien lo presentó con Guido y Cristian como su nuevo chef intelectual

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En menos de cinco minutos, Paulo ya estaba en el local de Alba, quien lo presentó con Guido y Cristian como su nuevo chef intelectual. Los jóvenes estallaron en risas y Paulo también fue contagiado por ellas, después de todo parecía que no iba a pasarla tan incómodamente.

Alba se internó en la cocina y Paulo la siguió, ya tenía todo preparado, lo estaba esperando. Pero algo lo inquietaba, Raúl. Aunque el hombre no estuviera allí, tenía miedo de que su sola presencia esa noche pudiera desencadenar problemas para Alba.

—Abi... ¿Estos chicos saben toda la historia? Digo, que viniste a cenar a mi casa, y...

—Sí, ¿por? —Dejó de acomodar los ingredientes y lo miró dubitativa.

—Es que... Si ellos le dicen a tu marido que estuve acá, capaz tenés problemas, no se...

—Tranquilo. —Alba soltó una risa—. Ellos no hablan con Raúl, y si hablaran ¿qué problema hay? Sos mi amigo, sos del barrio. Igual no van a hablar, no les cae bien, no se por qué.

—Algo les habrá hecho... O dicho... —deslizó Paulo en voz baja.

—No... Me lo hubieran dicho... Son mis amigos más que mis empleados —esbozó mirándolos a través de las tiras de la cortina plástica—. ¿Qué te parece si empezamos? Ese pollo no se va a hacer solo.

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