Veinte

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Luego de la ducha, Paulo escogió un atuendo más casual para su encuentro, al fin y al cabo no iban a salir de su departamento, más precisamente de la cama

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Luego de la ducha, Paulo escogió un atuendo más casual para su encuentro, al fin y al cabo no iban a salir de su departamento, más precisamente de la cama. La ropa no le duraría demasiado tiempo, así que era inútil tirarse el guardarropas encima.

Pero Érica tenía otros planes. Esa vez se sorprendieron al verse cuando Paulo abrió la puerta. Érica no esperaba verlo en jogging y con la casaca de Crucero del Norte, el club de sus amores allá en Misiones. Y Paulo se sorprendió al verla enfundada en un tapado de abrigo, jeans y bucaneras hasta los muslos. Claramente se había vestido como para salir.

—Guau —volvió a exclamar Paulo, sorprendido esta vez—. No me dijiste que querías salir.

—Ya sé, mala mía. Supuse que podríamos cenar juntos, a modo de primera cita formal.

Formal. Una palabra que incómodo a Paulo. Si bien ya había comido, escuchar esa palabra lo hubiera hecho desistir de la invitación, aunque no hubiera cenado.

—Ya cené, Eri... Me hubieras dicho más temprano.

—Es que apenas la mamá del amiguito de Lauti me llamó para pedirme permiso para que se quede, te mandé el mensaje. Además, como me dijiste que estabas en la calle...

—Comí en la calle, bueno.... No en la calle, cené con Alba en el local.

—Ah... Sí, ya sé quién es —espetó con algo de desprecio—. No te preocupes, ya fue. Solo, esperame que me voy a cambiar y vuelvo. Me siento ridícula así.

—Dale, te espero.

Al rato, Érica volvió más informal. Lucía un suelto vestido gris de algodón a la altura de sus muslos, de cuello cerrado y sin mangas, y zapatillas blancas. Su cara había cambiado drásticamente, sonreía forzadamente y se la notaba incómoda por el cambio de planes. Paulo ya imaginaba por dónde venía la mano.

—Ey, ¿te enojaste porque ya cené? Si me hubieras dicho antes...

—No sabia que cenabas tan temprano, supuse que podíamos salir a comer algo por Caballito, hasta cancelé el taxi que había pedido.

—Igual, el taxi no era necesario, tengo la moto. Si no te dan miedo las motos de alta cilindrada... Eso si, tendría que conseguir un casco de más, para cuando ande con vos o con Abi...

La cara se le volvió a transformar, y Paulo recordó lo que le había rogado Alba aferrada a su espalda al despedirse.

«No permitas que te aleje de mí.»

—Cambiaste la cara... ¿Dije algo que te molestara?

—Esa chica... Abi... ¿Es tu novia o qué?

—¿Qué? ¡No! Alba es mi amiga, la conocí porque le compro comida casi todos los días. Pegamos buena onda y nos hicimos buenos amigos. Además, Abi está en pareja.

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