Un minuto de silencio que se sintió como una eternidad. Alba se puso de pie mientras observaba a la mujer. De unos treinta y largos años, delgada, de piel trigueña y pequeños ojos color miel adornados con algunas pecas. El cabello suelto y ondulado, de un castaño que ya rozaba lo anaranjado. Lejos de estar en el mismo estado nervioso de Alba, aguardaba pacientemente a que Alba procesara sus palabras, parada con los pies ligeramente separados, y pasando el peso del cuerpo entre ambas piernas. Observó a sus amigos. Cristian no podía disimular la cara de póker, y Guido estaba extraño. Con la mirada baja, tragaba saliva y trataba de no mirar a la mujer.
Sin embargo, Malena miraba a Guido con curiosidad. Se conocían de vista, claro que sí. Del día en que Guido los descubrió en la Patagonia, y si bien nunca interactuaron, ambos se recordaban perfectamente. Solo que Guido empezaba a sentir el peso de haberle ocultado ese dato a su mejor amiga, mientras la mujer comenzaba a entender la causa de la furia de Raúl aquella tarde. No era un deudor como le dijo momentos después, en ese momento entendió todo.
Y su furia aumentó.
—¿Podemos hablar? Imagino la película que te estás montando tu cabeza, pero no. No es lo que pensás. No vengo a hacerte una escena de esposa despechada ni nada de eso, todo lo contrario.
—Claro... —titubeó Alba—. Vení, vamos a la cocina.
Alba levantó el tablón junto a la registradora y le dio paso a la mujer hacia la trastienda del local, no tenían mucha privacidad dado que la cortina que separaba era transparente, pero podrían hablar tranquilas. Malena observaba con atención cada detalle de la pulcra cocina del local, y su boca se hizo agua cuando vio unas humeantes hogazas de pan enfriándose en una fuente. Alba ya había superado el shock inicial, y ahora hacía fuerza mental para no reírse frente a la mujer, quien notó como ésta reprimía una sonrisa.
—Sabés que yo también esperaba que me hicieras una escena de esposa despechada —comenzó Malena—. Lo que menos esperaba es encontrarte casi feliz de verme, no entiendo.
—Perdón, es que... No me estoy riendo de vos, para nada. En absoluto —se justificó Alba—. Todo lo contrario. Es sólo que... ¿En serio sos la esposa de Raúl? ¿Están casados legalmente?
—Así es. Hace ocho años... La edad de Ramiro, mi hijo —sonrió al mencionar al niño—. Mejor dicho, nuestro hijo.
—Así que por eso no quería tener hijos... —sopesó Alba en voz baja—. Ya tenía uno. Ahora entiendo por qué tantos viajes a Bahía Blanca.
—Y yo... A mí me decía lo mismo cuando venía a verte.
Ambas mujeres hicieron un silencio para procesar las palabras, mirando un punto perdido en la cocina. La situación era por demás incómoda, lo mejor era relajar un poco las cosas.
—No te ofrecí nada... ¿Querés tomar algo? ¿Agua? ¿Una gaseosa? ¿Cerveza?
—Gaseosa está bien. Gracias —pidió Malena con timidez.
Alba salió disparada al frente del local, y tomó dos latas de la heladera con las bebidas que ofrecía a sus clientes. Se llevó una Coca-Cola y una cerveza para ella. Volvió a la cocina ante la atenta mirada de sus amigos que, aunque estaban atendiendo al público, no querían perder detalle de lo que sucedía en la trastienda.
—Tuya. —Alba le ofreció la lata con una sonrisa—. Me disculpás el trago —alzó la lata de cerveza—, pero todavía estoy bastante impresionada con todo esto... Y mirá que todos a mi alrededor me decían que Raúl era una basura, pero esto superó todas mis expectativas.
—¿Sabés? Esperaba encontrar una mujer enamorada, que me ibas a pelear, a recriminar... Pero te veo...
—¿Aliviada? —completó Alba luego de darle un sorbo a su bebida.
—Sí... Hasta te diría feliz.
—¡Para qué mentirte! Hace rato que no amo a Raúl, el problema es que es difícil dejar a una persona como él. Tardé muchos años en darme cuenta de todo el maltrato psicológico que sufrí con él. Pero ya no me importa, nada de lo que me diga puede hacerme sentir mal, para eso ya estoy yo. Todavía me castigo por... —Alba se detuvo al notar que estaba a punto de recriminarse por haber dejado ir a Paulo de su vida—. No importa.
—Te enamoraste de otro hombre, ¿no es así? —interrogó con un tono cuasi maternal.
—Y lo dejé ir por imbécil —se confesó finalmente—. Hasta podría decirse que, a pesar de mi edad, Paulo fue mi primer amor. Me hizo sentir cosas que nunca jamás había sentido... Y sin haberme tocado un solo pelo. Ni siquiera me di el gusto de besarlo antes de perderlo —bufó mientras volvía a dar otro sorbo a la cerveza.
—¿Y qué esperás para ir a buscarlo? Raúl no te va a hacer nada...
—A mí no, pero a él sí —la interrumpió Alba—. No sé qué sería capaz de hacerle, sé que no nos va a dejar vivir en paz.
—Le metés una orden de restricción y se acabó el asunto. Creéme que lo que menos quiere es problemas con la policía, no sé qué oculta además de vos.
—Sí, pero... No es tan fácil. No tengo a dónde ir, en caso de que con Paulo no prospere la relación, o ya haya hecho su vida. Hace tanto no sé de él —filosofó en voz alta—. Además, este local es mi vida. Dejé tanto acá adentro, tantas noches... Acá lo conocí a Paulo, ¿sabés? Y tampoco quiero dejar a mis amigos sin laburo... Es muy difícil la situación.
Malena soltó una risa sardónica, mientras volteaba la mirada a un costado. Alba se detuvo en seco, tratando de entender su reacción desinteresada.
—Bueno... Ya sé que no es importante todo esto para vos —comentó ligeramente ofendida por el cambio de actitud de la mujer.
—No, no me rio por lo que decís. Para nada, al contrario. Alba, este local es mío. Me lo heredó mi papá, y yo decido quién lo usa y quién no.
Las dos mujeres sonrieron a la par. Alba comenzaba a entender por dónde venía el asunto.
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Onírico
Romance¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...