Veintinueve

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Esa noche fue de insomnio para Paulo

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Esa noche fue de insomnio para Paulo. No podía dormir por la presión que ejercía ese nuevo sentimiento dentro de su pecho. Eso, y la incertidumbre de cómo haría para vivir con ello. Estaba Érica en su vida, había blanqueado la relación con su tía, a pesar de que él se había propuesto no avanzar más allá del sexo sin compromisos. Y ni hablar de Raúl, que en esos momentos de seguro estaba investigando personalmente a su familia en Misiones.

Descubrirse enamorado de Alba era lo peor que le podía pasar en ese momento, y recibirla al día siguiente en su casa, vulnerable y dolida por la nueva y repentina partida de Raúl, era una broma del destino. ¿Cómo haría para contenerse y no materializar el beso que se dieron en su sueño? Los dos solos en su departamento, luego del último momento a solas que tuvieron en la trastienda de su local, no faltaba nada para que uno de los dos pierda los estribos y bese al otro.

Y esa tarde era la propicia para que eso pasara.

Se levantó mucho antes de que sonara su alarma, conectó su celular a su reproductor de música, y se dejó llevar por la música mientras tomaba mate. Expulsó todos esos sentimientos cantando con el alma las cumbias de desamor que tenía en su playlist. Sonrió mientras bailaba y cantaba «Cómo fui a enamorarme de tí», y al cerrar los ojos se le escapó una lágrima.

A cada minuto que pasaba, estaba más convencido de su enamoramiento.

Cantó con ganas, dejó escapar más lágrimas mientras se retorcía bailando con el mate en la mano. Era lo único que podía hacer para expresar ese horrible sentimiento que lo oprimía y no lo dejaba respirar. Y se sintió bien, pues al menos Alba era suya en sus extraños sueños. Bajó a trabajar con la tranquilidad de ser él quien besaba sus labios en su mundo onírico.

La terapia musical había hecho efecto, se sintió de mejor ánimo, aguardando que se hiciera la hora de verla. Sin embargo, no bajó la guardia, y se cercioró de que no hubiera matones de Raúl antes de recibirla pasado el mediodía. Para su suerte, el local permanecía cerrado, y no había motos paseándose delante del edificio. Agradeció internamente a su primo, quizás él ya le había dado un aviso a Raúl.

Cuando su teléfono vibró al terminar su jornada matutina, atendió el mensaje sin dudarlo, de seguro era Alba. Pero no. Érica de nuevo.

Erica le clavó el visto y se salió de línea

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Erica le clavó el visto y se salió de línea. Era más que obvio que se había enojado. Quizás se había confundido con la invitación de la cena de la noche anterior. Suspiró frustrado mientras guardaba el teléfono en su bolsillo trasero, sabía que eso iba a suceder tarde o temprano, lo que no imaginó era que sería temprano. Su celular volvió a vibrar, maldijo por dentro pensando en cómo responderle a Érica, pero era Alba. Sonrió por inercia.

Por poco suelta el teléfono cuando se dio cuenta lo que había enviado

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Por poco suelta el teléfono cuando se dio cuenta lo que había enviado. Su subconsciente la había llamado corazón. Por suerte, Alba no respondió más, quizás había pasado por alto su demostración de cariño.

Lo que nunca supo, es que Alba se mordió el labio mientras suspiraba embelesada por aquel «corazón» que a Paulo se le había escapado. Comenzó a impacientarse por su alumno, que estaba a nada de ponerse a llorar porque ya todos los niños se habían ido, y él permanecía en la ya desolada y silenciosa escuela. Alba lo abrazó y trató de disuadirlo, aún así, no podía apartar esa palabra que se le había escapado a Paulo. Rogaba internamente que vinieran a buscar rápido al niño, para tener frente a frente al hombre que causaba esos desequilibrios en sus sentimientos.

Pero ella sola no se impacientaba, Paulo ya había terminado de limpiar, estaba libre hasta la tarde que le tocaba sacar la basura. Se quedó un rato aguardando la llegada de Alba, en vano. Temía que no quisiera venir por la manera en la que habían cerrado la conversación, subió a su departamento para ducharse y cambiarse de ropa. Se vistió como para salir, a pesar de que no irían más allá de la terraza. Y para paliar la espera, volvió a poner su lista de cumbia, esta vez con un poco más de volumen. Decidió empezar la reproducción aleatoria en «Cómo fui a enamorarme de ti», y se dejó llevar nuevamente por el ritmo mientras volvía a cantar a viva voz.

Y nunca se dio cuenta de que había dejado la puerta entreabierta, y Érica lo observaba desde el pasillo, molesta y curiosa. Terminó de abrir la puerta para hacerse notar, pero Paulo seguía en trance. Bajó furiosa cuando entendió que Paulo nunca la notaría en la puerta, estaba demasiado ensimismado en su canto y baile, tanto que terminó por preguntarse a quién le cantaba esa melodía.

Sonrió. Entendió su reacción por WhatsApp. De seguro estaba aterrado por haberse descubierto enamorado de ella en tan poco tiempo. La cena en ese tenue y fino restaurante había sacudido su clausurado corazón, y se sintió a nada de formalizar su relación.

Entendió todo mal. Y el golpe le iba a doler.

En multimedia, el cumbión que baila y canta Paulo

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En multimedia, el cumbión que baila y canta Paulo. Personalmente, el mejor tema de La Nueva Luna.

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