Treinta y seis

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—Eri

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—Eri... ¿Qué hacés a esta hora? Te dije que te escribía yo.

Érica empujó la puerta que Paulo apenas había abierto, y se abalanzó sobre él para besarlo. La mujer lo obligaba a caminar de espadas en dirección a la habitación, mientras manoseaba su entrepierna.

—Eri, basta —se frenó y trató de detenerla, pero la mujer estaba como poseída.

—Te necesito, amor. Si lo único que puedo tener de vos es esto, entonces lo quiero todo.

—Basta, Érica. Ahora no estoy de humor, no es un buen momento.

Érica se frenó en seco, lo observó detenidamente. Estaba vestido de la cintura para abajo, no parecía estar con alguien. Siguió observando el departamento, y vio la cama hecha en el sillón.

—¿Estás con visitas?

—Sí... No es un buen momento. —Érica miró por encima del hombro de Paulo, y vio que alguien la observaba desde la puerta apenas abierta. Alcanzó a visualizar un mechón de cabello gris, y comprendió lo que Paulo ocultaba.

—¿Me podés explicar qué mierda hace la maestra acá? ¿En tu habitación?

Paulo se dio vuelta justo en el momento en que Alba cerraba la puerta con cautela. Tomó a Érica del brazo y la sacó al pasillo, cerrando la puerta de su departamento para poder conversar a solas con la mujer.

—Sí, es Alba. No está pasando un buen momento y le ofrecí pasar la noche acá.

—¿Te acostaste con ella? —se horrorizó con algo de asco.

—¡No! ¿No viste que estaba durmiendo en el sofá? Ya te dije que es mi amiga, mil veces te lo repetí. Y ahora, si realmente te importo, no le digas a nadie que estuvo acá. Yo... Yo te lo voy a compensar.

—Ah, ¿sí? ¿Y eso cómo sería? —Érica cambió su postura rápidamente.

—Bueno... Mañana, mejor dicho hoy, es viernes... —comenzó a proponer mientras dejaba un camino de besos húmedos desde su cuello hasta sus pechos—. Si podés dejar a tu hijo con el padre o alguien... Puedo ser todo tuyo, desde que termino mi turno hasta la mañana del sábado. Los dos solos acá en mi departamento.

Érica terminó por rendirse cuando él corrió su ropa interior por debajo del camisón de seda y palpó levemente su humedad, soltó un suspiro de afirmación mientras bajaba su pantalón en busca de su masculinidad. Lo introdujo en ella, pero él solo le dio un par de embestidas contra la pared y se desenredó.

—Tomalo como un adelanto de mañana. —Paulo pasó su lengua por los labios entreabiertos de Érica—. Me voy a dormir.

—Trato hecho. Ahora, si no te molesta, voy a acabar manualmente lo que empezaste. —Érica llevó su mano a su entrepierna, soltó un par de gemidos, y luego se llevó los dedos a la boca—. Hasta mañana, bombón.

Érica bajó por las escaleras sin mirar atrás, mientras Paulo no sabía qué hacer con sus pantalones, sólo rogaba que Alba permaneciera en su cuarto, no quería que lo viera así.

Abrió la puerta con sigilo, la cerró un cuidado de no hacer ruido con las bisagras y la cerradura, y cuando levantó la cabeza se llevó un susto de muerte. Alba parada como una pequeña niña en el corto pasillo que conducía a la habitación.

—¿Qué pasó? Ah... Ya veo... —Alba miraba la carpa de su entrepierna con algo de diversión, y Paulo atinó a cubrirse con ambas manos.

—Nada... Básicamente te vio, y yo casi que tuve que prostituirme para que no le diga a nadie que estás acá.

—Yo no quería causarte estos problemas, si querés puedo irme.

—No, ni ahí. Vamos a dormir, ya mañana me tocará complacerla todo el día en la cama. Así que lamentablemente no creo que pueda verte mañana. ¿Vas a estar bien? Apenas me libere, prometo escribirte.

—No te preocupes, suficiente todo esto que estás haciendo como para exigirte más. Volvamos a dormir, cada vez tenemos menos horas de sueño. Hasta mañana, Pau.

—Hasta mañana, Abi.

Paulo ni siquiera quiso acercarse estando en esas condiciones, cualquier contacto físico en un momento así podría terminar de la peor manera. Se acostó intentando bajar las revoluciones de su cabeza, y sobre todo, de sus partes bajas.

Pero no podía dormir.

Se encerró en el baño cuando su teléfono recibió la videollamada de Érica

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Se encerró en el baño cuando su teléfono recibió la videollamada de Érica. No era lo mismo, pero fue una buena manera de aliviar la tensión sexual que le había dejado Érica.

Y también Alba, enfundada en su camiseta de Crucero del Norte.

Y también Alba, enfundada en su camiseta de Crucero del Norte

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