Cincuenta y nueve

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Lo que nunca fue, nunca terminóEl amor, ¿no ves?, nunca se perdió(Como Decirte - Axel)

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Lo que nunca fue, nunca terminó
El amor, ¿no ves?, nunca se perdió
(Como Decirte - Axel)

—Me voy a perder el inicio del partido, la concha de su madre. Que gente de mierda.

Paulo refunfuñaba mientras se vestía acorde a la reunión de consorcio que çomenzaba en un rato, a las cinco de la tarde. Rezaba para que no tardaran mucho en discutir si el árbol de navidad necesitaba más adornos, o si compraban nuevas reposeras para la terraza. Con suerte, estaría de vuelta durante el primer cuarto del encuentro, que se disputaba a las 17:35.

Una vez vestido, guardó su ropa de entre casa, y cuando llegó el turno de doblar la casaca de Crucero del Norte, la dobló con suavidad y la besó antes de guardarla cuidadosamente en el armario. Todavía no sabe de dónde sacó la fuerza para usar la camiseta que celosamente guardaba desde aquella noche en que la utilizó Alba, pero lo que sí sabía es que nunca más volvería a usarla.

Echó un vistazo al reloj del living, faltaban quince minutos para la reunión, así que tenía tiempo de fumar un cigarrillo antes de bajar. Pero al abrir la puerta de la terraza se encontró con la pequeña tormenta en todo su esplendor, no le quedaba otra que volver a su departamento. Degustó el tabaco en el ventanal de su balcón, resguardado de la lluvia parado en el living, con caladas lentas y la vista perdida en la avenida Varela y el imponente hospital Piñero.

Y cuando ya estaba dispuesto a bajar, el chirrido del timbre de su departamento sonó irritante e intermitente. Eso solo significaba una cosa: doña Carlota tenía otra emergencia en su unidad. Lo confirmó al abrir la puerta, y ver a la mujer empapada del torso para arriba.

—¡Pablo! Necesito tu ayuda.

«Ahí va de nuevo...»

Paulo sonrió. La mujer nunca pudo aprenderse su nombre, y por más que se hartó de corregirla, ya se había resignado a que lo llamara Pablo cada vez que se veían. Todavía no entendía qué hacía esa ancianita en un edificio lleno gente joven, parejas recién casadas, y oficinas de profesionales. Le recordaba mucho a doña Rita de Balvanera, solo que Carlota era como una abuela para él. Recién entrada en los setenta años, cariñosa, y muy buena cocinera. Siempre que Paulo le efectuaba alguna reparación, horas después la mujer aparecía con algo dulce para el mate, o si era cerca del almuerzo o la cena, él no podía irse sin compartir una rica comida casera con ella.

Comidas que le recordaban la mano experta de Alba.

—Nene, necesito que me ayudes con la canilla del baño. —Carlota lo trajo de vuelta al mundo real—. No sé qué hice, pero empezó a salir agua para arriba. Sé que ahora tienen la reunión esa, pero tengo miedo de que se me inunde todo el departamento.

—A ver, deme un segundo que voy por mis herramientas. Ya voy para allá.

Paulo corrió hasta el sótano del edificio por su caja de herramientas, y al llegar a la planta baja vio la sala llena, aguardando el inicio de la junta. Atinó a decirle a uno de los asistentes sobre la emergencia en un departamento, y se disculpó por asistir un poco más tarde. Y siguió camino antes de que se inunde todo el primer piso, en donde la mujer vivía.

Entró directamente al baño, y contuvo una risa al ver un balde sobre la canilla, evitando que el agua siga saliendo disparada. Se quitó la camisa sin pudor, no había problema de que la mujer lo viera encuerado. Las chances de que la señora se quedara embobada admirando la musculatura que había adquirido en esos meses, a modo de descarga de energías, eran nulas. Quitó el balde como quien manipula una peligrosa bomba, y la fuerza del agua era débil, apenas un chorro como si fuera un bebedero. No se correspondía con la ropa mojada de la ancianita.

—Pero no sale tanta... ¿Cómo hizo para mojarse así? —interrogó dejando escapar una risa.

—Es que me asusté, y me tiré encima de la canilla.

Paulo se dio el lujo de reír por la inocencia de la mujer. —¡Ay, Carlota!... Si no era para tanto, mire cómo se mojó, a ver si se enferma —la regañó cariñosamente—. Deme un segundo y se lo arreglo.

Con manos hábiles, en cinco minutos la canilla estaba reparada. Acto seguido, tomó el trapeador y limpió el pequeño desastre del cuarto de baño.

—Listo —sentenció mientras se volvía a poner la camisa—. No creo que vuelva a romperse, pero cualquier cosa me llama de nuevo, ¿sí?

—¡Ay, Pablito! Gracias. Después te alcanzo algo, no sé qué haría sin vos, muchachito.

—No se preocupe, Carlota —Paulo se agachó levemente para abrazarla—. Es mi trabajo, no se olvide. Y lo hago con todo gusto.

—Ya, no te molesto más, andá al circo ese. Que ganas de molestar a la gente un domingo a la tarde.

—No se crea que quiero ir, eh. Total, no hay nada que me interese en esas reuniones. Preferiría estar mirando a Gimnasia en casa, pero bueno. Es trabajo también —alzó los hombros en señal de resignación—. Me voy, a mal trago darle prisa, cuanto antes terminen, antes vuelvo a ver el partido.

Paulo besó a la mujer en la mejilla cariñosamente, y una vez en el pasillo, acomodó su camisa adentro del pantalón mientras bajaba a paso lento por las escaleras rumbo a la planta baja. Miró la hora en su celular, habían pasado diez minutos de las cinco de la tarde, la reunión ya había comenzado.

Efectivamente, al llegar a la pequeña sala de espera, la misma estaba colmada, así que se quedó en la puerta mientras trataba de buscar en su celular algún sitio desde dónde poder seguir el minuto a minuto del partido, pero no tenía mucha señal. Se alejó un poco intentando captar red, y sin darse cuenta llegó el escritorio de la recepción. Tomó asiento en su silla mientras cargaba el sitio, y una vez que accedió a la página, se puso de pie sin mirar al frente. Y cuando levantó la cabeza, el mundo se detuvo.

Alba estaba parada frente a él. Y no lo dudó.

—Corazón...

Paulo se acercó en dos zancadas, tomó su rostro y la besó en los labios sin importarle absolutamente nada.

Paulo se acercó en dos zancadas, tomó su rostro y la besó en los labios sin importarle absolutamente nada

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Y dejo esta canción acá, porque ponerla en multimedia es demasiado spoiler antes de leer el capítulo. Es perfecta para cerrar el penúltimo capítulo.

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