Paulo entró al local con pasos cautelosos pero firmes, se le hacía extraño no ver a Guido y a Cristian. En su lugar, había dos jóvenes que lo observaron con cara de pocos amigos. Un tercero salió de la trastienda del local, grande fue la sorpresa de los dos al reconocerse, era el mismo que lo había intimidado la noche anterior. Cómo no reconocerlo, si hasta vestía las mismas prendas que cuando hizo su pequeña visita mafiosa.
Paulo comenzaba a arrepentirse de haberse acercado hasta allí, maldijo no aceptar la oferta de Rita. Pero ya estaba ahí parado, y no le quedaba otra que terminar lo que había comenzado. Miró el escaparate, había pocos platos y nada se le hacía apetecible. Vio pizza, así que se decidió por eso justo a tiempo, cuando uno de los matones que atendía estaba a punto de perder la paciencia.
—¿Qué se te ofrece?
—Hola, quería pizza, ¿puede ser? —Paulo trató de modular su voz para ocultar los nervios que estaba sintiendo en ese preciso momento.
El que lo atendía miró al otro que estaba cerca de la caja, intercambiaron una mirada que heló la sangre de Paulo. Hizo una seña con sus ojos, apuntando hacia la cortina, y éste se introdujo en la trastienda. Segundos después, quien salió fue Raúl, con una sonrisa siniestra en sus labios.
—Pablo... Que gusto verte por acá a estas horas. Si buscás a mi mujer, todavía no llegó del colegio.
—Paulo, me llamo Paulo —lo corrigió con tono firme pero amable—. Y no, no vine a buscar a Abi, vine por algo para comer.
—Elegí lo que quieras, yo invito. Además... Sos el nuevo empleado de mi mujer. Llevá lo que quieras, mis muchachos te lo empacan.
—Solo quería pizza, un cuarto está bien.
—Marcos, servile lo que pide —ordenó al de la mirada extraña, y éste de inmediato obedeció la orden. Hasta se podría decir que con algo de temor.
—¿Algo más? —consultó Raúl con otra sonrisa perversa dibujada en su rostro.
—No, por el momento no. —Paulo le devolvió la misma sonrisa perversa, comenzaba a entender su juego.
—No me debés nada, llevalo como cortesía de la casa —soltó mientras le extendía la bolsa.
—Gracias, Raúl. —Paulo dio un paso, dispuesto a irse, pero se giró y volvió hacia el mostrador—. Ah, una cosita más. Si tenés algo para decir, venís y me lo decís en la cara, de frente. Eso de mandar a tu mulito —señaló al que le había hecho la visita—, es de cagón. En mi pueblo, las cosas se arreglan y se aclaran de frente.
—Como se nota que sos un provinciano bruto. Pero me gusta tu estilo, no me temés. Tenía razón el Lauchita cuando anoche me dijo que eras de carácter. —Raúl se apoyó en el mostrador y acercó su rostro al de Paulo—. Así que esta te la voy a pasar, por ignorante, porque de verdad no sabés con quién te estás metiendo.
—Sí, sé con quién me estoy metiendo. Con un pobre infeliz que tiene complejo de Padrino. Pero no te preocupes, yo no te voy a joder si vos no me jodés a mí. Alba es mi amiga y nada más, podés estar tranquilo. Yo también tengo mujer, si la ves te caés de culo, eso te lo aseguro. Así que mejor llevemos la fiesta en paz, por Alba. Yo no le voy a decir de tu recadito, y vos no me rompés más las pelotas, ¿te parece?
Raúl se quedó mudo, no esperaba que Paulo lo enfrentara de esa manera. Sonrió, y asintió con la cabeza. —Me agrada tu estilo, no me temés en absoluto. Trato hecho. Pero si Alba me deja y me entero que es por tu culpa, despedite de doña Ramona y de Silvio. Estás advertido.
Paulo asintió con la cabeza, porque si hablaba, su seguridad se iba a la basura. Lo había investigado, ya sabía los nombres de su madre y su hermano. Rechinó los dientes y volvió a responderle.
—A mí no me amenaces porque no te tengo miedo. Si algo le pasa a mi mamá y a mi hermano, despedite de tu libertad. Porque te voy a refundir en la cárcel, y ahí sí. Se acabó Alba, tu oficina de mafia... Todo. Mucho cuidado conmigo, porque vos sos el que no sabe con quién se está metiendo.
—¿Eso es una amenaza? Pablito querido —rio con sorna—, no me hagas enojar, ¿sí?
—¡Pablito las pelotas! —Paulo golpeó el escaparate con tanta fuerza que temblaron las cosas que estaban apoyadas—. Te dije que me llamo Paulo, grabate ese nombre en la cabeza porque va a ser el primero que no te tiene miedo. Porque para loco, loco y medio. Dejame tranquilo a mí y a mi familia, porque si tus matones ponen un solo pie en Misiones, dudo que vuelvan. Y me voy, tengo que hacerles un llamadito a los chicos del Iguazú. Así esperan a tus porteñitos boludos con los brazos abiertos.
Ahora, quien tenía la sangre helada era Raúl. Sabía que en Foz do Iguaçú, del lado brasilero, se ocultaba un pequeño cartel de argentinos. También sabía que Paulo era oriundo de la ciudad de Puerto Iguazú, así que no le pareció descabellado que el muchacho conozca ese circuito de estupefacientes. Lo que si temió es que los conozca, y que pueda ponerlos en su defensa.
Raúl bajó la cabeza en señal de rendición, le dio el crédito parcial. Ya averiguaría más tarde si lo que decía era cierto. Paulo se alejó sin mirar atrás, seguro, y satisfecho de hablarle hecho frente al matón de Raúl. Entró a su departamento, recogió las empanadas que Rita había dejado en su puerta, tiró la pizza a la basura, se abrió una lata de energizante para acompañar la empanada que ya estaba comiendo, y se sentó en el sillón a efectuar su llamada.
—Chaque... Viejo, soy el Cruza. —Soltó una risa relajada—. ¿Cómo va todo por el Iguazú?
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Onírico
Romance¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...