Alba volvió a llorar, pero esta vez de miedo. Guido le contó aquel cruce que tuvo con Raúl en la Patagonia, y hasta le enseñó la foto que tenía celosamente guardada. Y cuando le confesó que el único que había visto esa imagen fue Paulo, Alba estalló.
—O sea, hasta Paulo sabía que yo dormía con un enfermo... ¡Y no me dijeron nada! —espetó con rabia y llanto.
—Abi... Por favor, no metas a Pau en esto. Si él no te dijo nada fue porque yo se lo pedí. Tenía miedo por mi hermanito, si le hacía algo me iba a sentir muy culpable. Al contrario, no sé qué hizo Paulo, pero... ¿Te acordás hace como cinco años? Cuando Raúl se ausentó a Bahía por lo de su hermana imaginaria. Bueno, obviamente no fue ahí, fue a Misiones, al pueblo de Paulo.
—¿A Misiones? Por eso había tardado tanto en volver —pensó en voz alta—. Pero, ¿por qué fue al pueblo de Paulo?
—No sé... Y tampoco sé qué pasó ahí, lo único que me dijo Paulo fue que tuvo un enfrentamiento con sus primos. Lo cagaron a trompadas, lo desfiguraron un poco, y es por eso que no quiso volver al toque. Esperó a que se le deshinchara la cara para volver.
—Y volvió con un diente menos, diciendo que se había caído en la calle... —recordó Alba mirando al vacío.
—Abi... Paulo te ayudó, al menos para que te dejara tranquila en cuánto a él. No sé qué pasó allá en Misiones, eso es algo que solo Paulo sabe. A mí no me dio más detalles que mostrarme el chat en donde su primo, el hermano de Luis, se reía por el estado en el que habían dejado a Raúl, y le aseguraba que ya no los iba a molestar más. Si alguien puede darte la respuesta que te falta en cuanto a Raúl, es él. Dejate de joder, Abi. Andá a buscarlo. No quiero verte más al lado de Raul. Paulo te ama.
—No lo sé... —volvió a sollozar con congoja—. ¡Si me ama no se hubiera ido! ¡O me lo hubiera confesado!
—Abi... Paulo se fue para darte una vida mejor, alejados de Raúl. Lo sé... Me lo dijo. Y puedo probártelo.
Guido sacó su teléfono del bolsillo y le enseñó los chats que mantuvo con Paulo.
Alba le devolvió el aparato a Guido con la boca abierta, y un caudal de lágrimas surcando por sus mejillas.
—Ahora... ¿Te vas a dejar de hinchar las pelotas y vas a ir a buscarlo? —preguntó Guido con un dejo de frustración mientras cerraba el chat.
—Sí... Pero primero tengo que sacarme a Raúl de encima, en eso quedé con Malena.
—¿Y es de confiar esa mujer? De todos modos, no sé si deberían enfrentarlo solas. Pedile ayuda a Paulo, boluda. ¡No seas terca!
—Sí, no tiene por qué mentirme...
—¿Y si la mandó Raúl para sacarte información de Paulo? —Guido la interrumpió.
—No... Ya ni se acuerda que existe. Además, lo vi en sus ojos. La decepción, el dolor de saber que desperdiciaste tantos años al lado de un hombre como él, y que encima tienen un hijo en común. No, Guidi... Malena no mintió. —Alba se puso de pie, y se limpió las lágrimas que quedaban en su rostro con determinación. Consultó su reloj, no eran ni las diez de la noche, tenía tiempo suficiente para empacar—. Voy a cerrar, tengo muchas cosas que hacer esta noche.
—¿Querés que te acompañe? Así no estás sola.
—No... Esto es algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo, necesito hacerlo sola para probarme a mí misma que no dependo de nadie más que de mí. ¡Gracias Guidín!
Alba se puso de pie y le dio un ruidoso beso a Guido, quien se dirigió al frente del local para avisarle a Cristian del cierre. Y mientras Alba acomodaba la cocina, recordó la pastilla que había encontrado. Quizás era del hijo de Raúl, y considerando lo caro que son los medicamentos, volvió hasta el botiquín por ella. De seguro Malena reconocería el medicamento.
Y quien también se quedó pensando en esa pastilla fue Érica. Luego de cenar, trató de recordar si su hijo alguna vez tuvo un medicamento similar, estaba segura de que la había visto en algún lado, o bien, sabía de su existencia.
—¿Te pasa algo? —Martin, su flamante pareja, se preocupó al notarla distraída, claramente no estaba poniendo interés en la película que estaban mirando.
—No, nada... Solo me quedé pensando en una pastilla que tenía Abi en la mano hoy... Dijo que la encontró en la mesada de la cocina del local, y no sabía qué era. Me la mostró a ver si yo sabía qué podía ser, y me puse a pensar si era alguna pastilla pediátrica. Pero no recuerdo nunca haberle dado a Lauti una pastilla con un perrito.
—Esperá... ¿Dijiste perrito? ¿Por casualidad es una pastilla azul?
—Sí... ¿Cómo sabes? —se interesó mientras se acomodaba en el sillón.
—La habrás visto en la pantalla de mi computadora una noche que me quedé trabajando acá, es una droga de diseño. Éxtasis. Las produce una banda que no podemos encontrar, hace un año están tras ellos. —Martin hizo una pausa para procesar las palabras de Érica—. Esperá —repitió—. ¿Me dijiste que tu amiga del delivery tenía esa pastilla?
—Sí, pero... ¿Droga? ¿Qué hace Abi con éxtasis? —dijo entre risas—. Apenas puede con una lata de cerveza, menos va a poder con drogas.
—Ella no... Pero el marido sí.
Ambos hicieron silencio, procesando lo que habían descubierto. Martín sabía los rumores acerca de Raúl, su tía política se encargó de hacer su monólogo acerca de las habladurías del barrio sobre el hombre.
—¿Estás insinuando que es de Raúl? ¡Por favor! Si ese viejo se toma una pastilla de éxtasis dudo que la cuente —estalló en risas.
—No. No digo que las consuma. Me refiero a que es él quien las fabrica. —Érica paró de reír—. Amor... Creo que los encontraste.
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Onírico
Romansa¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...