—Amor... Volviste... —Alba se desenredó de la cintura de Paulo y pegó la vuelta por el mostrador para saludar a Raúl, que no despegaba la mirada de Paulo.
—Sí... —Tomó a Alba por la cintura y la besó en la boca. Los chicos voltearon la cabeza con disimulo del asco que les provocó la escena, no así Paulo, que miró desafiante la situación—. ¿Me extrañaste, bebé?
—Sí... Aunque bueno... Los chicos me hicieron compañía y fue más fácil.
—Ya veo... Se multiplicaron... —Observó desafiante a Paulo—. A vos te conozco —sentenció con un dedo en alto—. El que vino a pagar los diez pesos el otro día.
—Sí, soy Paulo, el encargado del edificio de enfrente. —Se presentó con un tono calmo, aunque por dentro tenía ganas de desfigurarle la cara a trompadas sin motivo alguno.
—No me dijiste que tenías un nuevo amigo —presionó a Alba mientras dejaba otro casto pero húmedo beso en su boca.
—Es que nos conocimos el viernes, hablando de recetas me pasó algunas muy buenas, y... Es mi nuevo chef. Va a venir algunos días, un rato, a enseñarme sus recetas.
Paulo notaba el nerviosismo de Alba, era muy sutil, pero su expresión corporal expresaba pavor. Miró a su alrededor, Guido y Cristian estaban pálidos. Pudieron salir ilesos del tenso momento cuando entraron dos clientes a comprar.
—¿Cómo te fue con tu hermana? ¿Ya está mejor? —preguntó Alba con tono natural, para desviar la atención de Raúl.
—Sí... Creo que ya está mejor, más no podía quedarme, ya demasiado sola te dejé. Pero ya está... Vuelvo a ser todo tuyo.
Raúl intentó tomar por la cintura a Alba para besarla por tercera vez, pero ésta se desenredó alegando que había clientes. Paulo comenzó a sentirse incómodo, así que volvió a la cocina por su teléfono, ya era hora de irse, al menos ya no tenía nada que hacer ahí.
—¿Viste lo que es el chabón? —Guido lo había seguido hasta la trastienda. —Es desagradable.
—Cada quién elige lo que quiere —señaló indiferente, excusando a Alba.
—Es que ese es el problema... Dudo que Alba lo siga eligiendo. Ya sé que me vas a decir que no, pero... Si te gusta, peleala. Nosotros te vamos a ayudar.
Paulo lo observó sorprendido. —¿Por qué decís eso? —soltó una risa—. ¿De dónde sacás que me gusta?
—Sé que no nos conocemos mucho, y que si te gusta no soy quién para que me lo digas, es solo que... Hacen una linda pareja, se los ve bien juntos, y... No sé si deba decirte esto, pero... Alba es otra mujer desde que te conoció. Sólo... Nada... Olvidate.
Paulo no podía ocultar el estupor que le causó el monólogo de Guido. ¿Alba se había confundido? ¿Ese era el motivo por el cual lo había ido a buscar ese mediodía? Y lo peor, ¿cómo iba a sobrellevar esa confusión que estaba empezando a sentir él? Lo mejor era irse.
—Me voy, les agradezco todo, pero con esto que me decís lo mejor va a ser alejarme de Alba. Yo no quiero causarle problemas en su pareja.
—Es que eso es lo que te estoy pidiendo. Abrile los ojos, confundila, enamorala. Ya después podrá abrir su propio local, sin tener que dormir con nadie en agradecimiento. Yo sé que ella lo soporta por esto —hizo una seña circular con su dedo—, de otro modo hace rato lo hubiera dejado.
—No, yo no puedo interferir así en su vida. Además, yo estoy interesado en alguien más.
—¿Quién? ¿La estirada de tu edificio? —se apresuró a decir—. ¿Y qué pasa si Alba reacciona y te va a buscar?
—No sé, ¿qué te hace pensar que lo va a hacer? ¿Por qué estás tan seguro de que Alba y yo queremos estar juntos?
—Porque no se ven, Paulo —lo interrumpió con tono de frustración—. No se ven juntos como los vemos nosotros. Ustedes están destinados, no sean boludos.
—En serio, te creía más inteligente para tu edad —acotó con algo de soberbia—. Bajale a las películas románticas, esto es la vida real. Te estás inventando un romance entre dos personas que se conocen hace tres días.
—¿Y me lo decís vos? ¿El que se quiere levantar a una que se acaba de mudar al edificio?
—Vos lo dijiste, me la quiero levantar —contraatacó—. Me la quiero coger, nada más. No me voy a casar con Érica.
Ambos suspiraron frustrados. Paulo guardó su teléfono en el bolsillo dispuesto a marcharse, cuando Alba entró a la cocina, secundada por Raúl.
—¿Ya te vas? Estaba por servirles de comer a los dos —se lamentó mientras paseaba su mirada entre Paulo y Guido. Presentía que habían discutido, el ambiente estaba tenso.
—Sí, Alba. Mañana tengo que trabajar temprano. Un gusto, Raúl —lo saludó con cortesía—. Ella me habló mucho de usted.
—¿Tanto me extrañaste que te la pasaste hablando de mí con tu nuevo amigo? —chicaneó Raúl con algo de malicia.
—Sí, es que de verdad te extrañé.
Paulo observó con complicidad a Guido, pidiéndole que le diera la razón silenciosamente. El ya no tenía nada que hacer ahí, Alba había recuperado a su pareja, él estaba de sobra.
—Bueno, me voy. Gracias por todo, Alba. Te veo pronto.
—Esperá. Al menos, ¿no querés llevarte algo para comer en tu casa?
—Te agradezco, pero no. Ya piqué de lo que te cociné. Nos vemos.
Y se alejó de la trastienda sin saludar personalmente, emitió un «nos vemos» al aire para Cristian, y cruzó la calle para volver a la soledad de su departamento.
Fue lindo mientras duró, pero por su salud mental debía alejarse de Alba. Y también, ir al supermercado.
ESTÁS LEYENDO
Onírico
Storie d'amore¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...