Treinta y siete

374 50 4
                                    

 La gente se revolvía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La gente se revolvía. Hablaban un poco con cada uno de los presentes, se saludaban falsamente mientras aguardaban el comienzo de la asamblea. Ella no podía ni siquiera levantar la cabeza, y cuando alguien la miraba, solo asentía con la cabeza a modo de saludo mientras sostenía la visera de su gorra.

La gorra de él. El único recuerdo que conservaba de la despedida.

Paulo despertó lentamente, su espalda estaba entumecida por haber dormido en el sillón, el sol todavía no había salido. Consultó la hora, cinco de la mañana. Sus ojos ardían como el mismísimo infierno, y es que se había acostado casi a las dos y media de la mañana, luego de tener sexo virtual con Érica encerrado en su baño. Solo rogaba que Alba no lo hubiera notado.

Había dormido dos horas y media. Lo positivo: era viernes. Lo negativo: tenía ocho horas de trabajo por delante, y quince horas en las que tendría que complacer a Érica. Mínimo.

«Que nadie le cuide al pibe...»

«Que nadie le cuide al pibe...»

«Necesito dormir...»

Paulo no dejaba de repetir en su cabeza a modo de plegaria. Lo mejor que podía pasarle era que nadie pudiera cuidarle el niño a Érica, de esa manera tendría todo el resto del día para dormir y descansar. Esa mañana no hizo mate, necesitaba un café bien cargado. Y cuando vio el fondo de la taza, fue al baño por dos aspirinas con cafeína y las tomó con una lata de energizante. Porque si no moría del cansancio, iba a morir de un ataque cardíaco por exceso de cafeína en su sistema.

Alba apareció en su cocina arrastrando los pies y con el pelo enmarañado, cuando él ya podía mantener los ojos abiertos sin tanto ardor. Se sentó frente a él, apoyando sus antebrazos en la mesa para luego desplomar su cabeza sobre ellos.

—Café —rogó con tono grave. Paulo se levantó y le sirvió una taza.

—¿Dormimos juntos? —bromeó al dejar la bebida humeante sobre la mesa.

—Casi... —murmuró sin levantar la cabeza—. ¿Qué hora es?

—Seis menos veinticinco. Cuando me digas te llevo a la escuela.

—Cuando me convierta en persona —soltó en un suspiro cuando finalmente levantó la cabeza—. Ya me da vergüenza todo lo que hiciste por mí esta primera semana de amistad. Feliz primera semana de amigos.

«Una semana... ¿Me enamoré en una semana?»

—Guau... Siento como si te conociera de otra vida, de otro mundo o algún universo paralelo, no sé. Se que parece una locura, pero... Siento que ya te conocía, Abi.

Alba estaba bebiendo café y se quedó con la taza en los labios al escuchar a Paulo. —Me está pasando igual —confesó conteniendo una risa—. Sabés que desde que te conocí empecé a soñar. O sea, yo nunca sueño, o mis sueños son todo negro. No sé si tiene que ver, pero... Es raro también.

—¿Y qué soñás?

—No sé, no retengo mucho los sueños. Sólo me acuerdo que buscaba a alguien, nada más. Imagino que lo que mi inconsciente quiere decirme es que tengo que buscar la felicidad.

—¿Y anoche soñaste algo?

—Sí, pero no lo recuerdo bien ahora, todavía tengo el cerebro apagado. Sólo se que había mucha gente, no recuerdo más que eso.

Lo poco que describió Alba se parecía a eso que él había soñado es misma noche, por un momento pensó que quizás sus sueños podían estar conectados. Pero era un disparate, algo imposible siquiera de imaginar.

—Muy rico tu levantamuertos —agradeció mientras se ponía de pie—, me voy a convertir en persona y vuelvo, te dejo tu camiseta sobre la cama.

Contrario a lo que pensó, Alba salió fresca y espléndida a los diez minutos. Y no sólo eso, también le había tendido la cama.

—Yo ya estoy lista, si no te molesta, mientras espero a que termines de cambiarte quiero ver el noticiero. Uno nunca sabe si afuera hay zombis, extraterrestres... Hay que saber cómo está el mundo antes de salir.

—Nunca había pensado eso... Debe ser porque para trabajar no tengo que salir de mi propia casa —ironizó—. Por ahí está el control, sentite como en tu casa. Ah, y si querés abrir la heladera, adelante. Servite lo que quieras, no hay mucho porque vivo comiendo en tu local, pero hay fruta en el cajón.

Alba lo dudó un momento, pero aceptó el ofrecimiento de Paulo. Fue hasta la cocina por una fruta, tomó una manzana verde del cajón inferior de la heladera, y se llevó también un energizante. Mordió la manzana, y cuando la dejó sobre la mesada de la cocina para abrir la lata vio el control de la televisión, la prendió desde su posición, desde la puerta podía ver el aparato. Dio un sorbo a la bebida mientras miraba el informativo apoyada en la mesada; clima frío, tránsito medianamente bien, cortes lejos de su zona de movimiento... No había extraterrestres, ni zombis, ni Godzilla usaba el Obelisco de palillo luego de comerse algunos habitantes. Aun así, se paralizó con la lata todavía en sus labios.

El sueño de la noche anterior se replicaba vívido en su cabeza.

El sueño de la noche anterior se replicaba vívido en su cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
OníricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora