Cinco

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Viernes

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Viernes. El primer viernes que comenzaba a preocuparse por lo que iba a hacer el fin de semana. Se había acostumbrado demasiado rápido a socializar en su tiempo libre, y a diferencia de él, los fines de semana eran los días de más ajetreo para Alba.

Decidió cortar por lo sano, si bien era bueno tener una amiga, no lo era depender de ello para sentirse a gusto. Fue así que ese viernes decidió salirse de rutina, ni bien terminó su jornada laboral se dirigió al supermercado, esa noche iba a cocinar él.

Sin saber bien qué preparar de cena, comenzó a deambular por los pasillos buscando algún ingrediente que lo hiciera tentarse. Pero nada surtía efecto. Estacionó su carrito en un rincón y comenzó a buscar recetas en internet, comenzó a sentirse antojado cuando vio una fácil receta de pollo frito. Si iba a cambiar su estilo de vida, lo mejor era empezar a darse algunos gustitos, a lo sumo agregaría más abdominales a su rutina diaria.

Metió al carrito todo lo que la receta requería, y algunos ingredientes extra, como queso cremoso y hierbas finas. Y al pasar por el sector de congelados eligió su postre, una caja de alfajor helado. Sí, era invierno, pero gustos son gustos, y siempre tenía la calefacción. Pagó todo y volvió con ilusión de probarse a sí mismo en la cocina.

Supo entretenerse mientras seguía las instrucciones de la receta, se animó a cantar mientras empanaba las pechugas y armaba las piezas de pollo. Y mientras estaba friendo, su celular vibró sobre la mesada. Alba.

Sintió una punzada en su estómago, eso no lo esperaba

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Sintió una punzada en su estómago, eso no lo esperaba. ¿Por qué se preocupaba por él? ¿O acaso era solamente una cuestión de negocios? Se sintió invadido por un segundo, ¿acaso era obligatorio comprarle su cena cada noche? Muchas más preguntas inundaron su mente mientras observaba y analizaba sus palabras en el chat, cuando la chica salió de línea recordó su comida. Volvió a ponerle atención a la olla con aceite hirviendo, estuvo a segundos de que su comida se arruine. Dejó el teléfono y se apresuró a sacar la última tanda de pollo frito, para ese momento, ya le había clavado el visto antes de que ella se saliera de línea.

Ahora no solo se sentía invadido, sino que también culpable. Alba se preocupaba porque él tuviera qué comer antes que todos los locales cierren, y él solo pensaba en no adquirir una responsabilidad emocional a su solitaria vida. Dispuso la mesa para sentarse a cenar, pero antes de probar una pieza de pollo, se posicionó delante de su plato y le saco una foto.

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