Ella se ocultaba mientras la multitud hablaba y discutía estupideces con firme convicción, como si cada uno en sus palabras tuviera la cura del cáncer. Se tapaba la cara con el cabello, y cada vez que alguien estaba por mirarla, ella cambiaba la dirección de su rostro. Tenía que pasar desapercibida, nadie podía descubrirla o la echarían del recinto por no ser parte de ellos.
Paulo despertó a medianoche, sudado y fastidiado. Había soñado otra vez en la piel de una mujer, a la que no podía reconocer por tratarse de un sueño en primera persona. Más raro aún, ese sueño parecía ser la continuación del sueño de la chica deambulando por el largo pasillo color crema. Una nueva, ahora sus sueños raros estaban capitulados.
La conversación con Guido lo había dejado alterado por demás, nervioso y perseguido, al punto de que esa había sido la primera vez desde que vivía en ese edificio que cerró con llave la puerta de la terraza y de su departamento. La idea de tener ojos vigilándolo las veinticuatro horas no lo dejaba dormir en paz.
Consultó su celular, eran las cuatro y media de la mañana, era de noche, y había perdido el sueño por completo. Entró al chat de Guido y se dispuso a analizar la foto que le había enviado.
Efectivamente, aunque estuviera de espaldas, ese era Raúl. La forma de vestir, la complexión del cuerpo... Todo en la foto gritaba que era él. Y se pegó un susto de aquellos cuando su celular vibró a esas horas en su mano.
Ni siquiera lo meditó, necesitaba aliviar tensiones, y un buen round de sexo serviría. Además, era imposible, pero en el caso de que alguien lo estuviera vigilando, sería validar su teoría de que estaba acompañando. Se llevó una tira de preservativos, se colocó lo primero que encontró en el cajón, y bajó por las escaleras, para no hacer ruido con los viejos ascensores.
Érica le había dejado la puerta entreabierta, caminó con cuidado de no despertar al niño hasta la única habitación abierta. La mujer lo esperaba con un fino camisón de encaje negro y sin ropa interior, recostada en una pose más que sugestiva. Sin mediar palabra, Paulo se quitó la ropa y se abalanzó sobre ella, dispuesto a devorar hasta el último rincón de su cuerpo.
Y mientras Paulo y Érica eran pura pasión, disfrutando de sus cuerpos al compás, Alba lloraba en silencio mientras era embestida salvajemente por Raúl. Esa noche le tocaba, y por más que ella quisiera también saciar sus más bajos instintos, le era muy difícil disfrutar cuando esperaba cosas que su pareja no le ofrecía. Una caricia sensual, besos bien otorgados... Por más voluntad que le ponía al asunto, las relaciones sexuales no eran lo que ella deseaba a esa edad. Atrás quedó la magia del hombre experimentando, con una vida recorrida y miles de enseñanzas que compartir. El hombre solo quería replicar lo que veía en internet, a costa de lo que Alba deseaba: un amante de cuerpo y alma.
Tan egoísta era Raúl, que no reparaba en que lo que Alba soltaba no eran gemidos, sino sollozos de angustia por no sentirse amada durante el sexo. Había una vida mejor, pero le daba miedo salir de su zona de confort. Y su mundo se vino abajo cuando su cabeza hizo la tan prohibida comparación.
«¿Cómo sería estar bajo las manos de un hombre como Paulo?»
Cerró fuerte sus ojos y se dejó llevar. Lloró entre gemidos, y se desplomó hasta calmarse, mezclando jadeos y sollozos que Raúl seguía sin notar por sentirse satisfecho. Y cuando éste cayó rendido por el sueño, se metió a la ducha a llorar con más ganas. Volvió a cerrar sus ojos, y su imaginación le jugó una mala pasada mientras enjabonaba su cuerpo. Se dejó llevar por las caricias involuntarias de sus dedos en sus zonas más sensibles, y su cerebro fue el encargado de colocarle una cara a esas caricias.
Paulo.
Disfrutó el momento, llevó su fantasía involuntaria hasta las últimas consecuencias. Imaginó palabras con su voz mientras intentaba llegar a lo más alto. Aquellas palabras que esperaba escuchar de Raúl, y que éste nunca le decía. Y para acelerar el proceso, también puso en su voz las mismas cosas sucias que acababa de pronunciar Raúl. Y todo sonaba bien en su voz. Llegó a destino con un fuerte suspiro.
Volvió a llorar. De culpa, de impotencia, de cobarde. Porque todo quedaría en su cabeza, encerrado en las tres paredes de su ducha. Ese era su límite, y la última vez que haría algo así. Porque si seguía maquinándose y comparando, no habría retorno.
Se envolvió en una toalla y volvió a la habitación que compartía con Raúl. Miró su teléfono en el tocador, abrió el chat de Paulo, y escribió lo que sentía en ese momento de trance.
Pero su raciocinio no la dejó enviar el mensaje.
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Onírico
Romance¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...