Las palabras de Raúl resonaban en su cabeza mientras Paulo juntaba las bandejas plásticas que había arrojado al suelo cuando Alba lo empujó sin querer. Mientras mantuvieran la amistad no había problema, de hecho, Raúl no tenía celos de sus dos amigos varones, Guido y Cristian. Pero eran dos chiquillos, ¿qué pasaría en el caso de Paulo que sí tenía casi su edad?
Con treinta años, no era descabellado que posara sus ojos en un treinta y medio, con la misma vida por delante que ella, las mismas ambiciones, los mismos sueños.... Sin dudas, Paulo era un peligro al machismo de Raúl.
En ese momento lo supo: Paulo quedaría enterrado en la friendzone y ella no debía hacer comparaciones mentales, o todo acabaría de la peor manera para ambos.
Porque por más que Raúl no se metiera directamente con ella, atentar contra su nueva pareja era atacarla a ella también. No debía enamorarse, y tenía que mantener la buena amistad que habían forjado, algo que era simple en ese momento, puesto que Alba no tenía intenciones románticas. Solo no debía caer en imaginar «¿qué pasaría sí Paulo fuese mi compañero de vida». Decidió comenzar a matar cualquier mínima ilusión que pudiera haber en él.
—Y no te dije por qué estoy acá... Así... —En referencia a aparecer llorando en su casa sin previo aviso.
—¿Querés hablar de eso? En serio, no necesito que me des explicaciones.
—Pero quiero... Necesito hablar. —Alba caminaba tras Paulo, que estaba juntando los cubiertos que utilizaron en el almuerzo para lavarlos.
—Y yo te voy a escuchar, esto puedo hacerlo después —expresó dejando lo utilizado en la pileta de la cocina—. Aprovechemos el solcito de la terraza antes que se corra, te invito a unos mates.
Con el mate ya listo, sentados los dos en el mismo lugar que Érica le había sacado la foto, Paulo encendió un cigarrillo y comenzó a cebar.
—¿Fumás? —preguntó mientras le extendía la cajetilla.
—No... Gracias. —Alba estaba nerviosa, quería hablar y no sabía por dónde empezar, así que se decantó por lo más simple—. No soy feliz, Pau. Eso es lo que me rompió hoy, fue duro darme cuenta.
—¿Y qué fue lo que te hizo click?
—Guido. —Paulo la observó fijamente, aguardando a que se decidiera continuar—. De la nada me dijo que no me veía bien, que no era la misma de antes —mintió para no decirle que el chico pensaba que su felicidad era causada por la llegada de él a su vida.
—¿Y tiene razón? ¿O no? —consultó con tono comprensivo mientras le extendía un mate.
—Quizás... Hay muchas cosas con las que no estoy conforme en mi vida. —Se bebió en mate con calma mientras miraba el horizonte—. Ser maestra me llena, el negocio también, el problema es...
—¿Tu esposo? —completó el vacío que había hecho Alba.
—No es mi esposo, es mi... Ya no se ni qué somos.
Alba le devolvió el mate y se agarró la cabeza en señal de frustración. Hundió los dedos en su cabello y tiró suavemente para relajarse. Por su parte, Paulo no sabía cómo consolarla, así que hizo lo que mejor le salía hasta ese momento. La atrajo contra sí y la abrazó por los hombros. Permanecieron en esa posición mientras Paulo fumaba con la mano libre, tirando el humo hacia arriba. Cuando acabó su cigarrillo la soltó suavemente, y con mucho tacto preguntó aquello que lo inquietaba desde que se descubrió interesado en Alba.
—Abi... ¿Todavía lo amás?
Enmudeció. Había dado justo en el medio de su mayor pesar, porque parte de su infelicidad era no sentir reciprocidad en su pareja. Alba era la indulgente, quien soportaba que Raúl se fuera sin darle la mínima explicación, la que cedía a muchas cosas de su edad por entender que él era mayor que ella. Alba anhelaba lo que era salir una noche a divertirse, una caricia en el momento propicio, o que le pregunten cómo había estado su día. Todas esas carencias habían matado todo aquello que alguna vez sintió.
Y fue ahí que lo comprendió, envuelta en el fuerte brazo de Paulo. Alba ya no amaba a Raúl, pero tenía la vida hecha a su lado, y deconstruirla le iba a costar horrores. Así que mintió para salvaguardar lo único bueno que tenía en ese momento. Paulo.
—Sí, lo amo tanto como para sentirme así. Porque no veo que él sienta lo mismo que yo, al mismo nivel. Y eso me destroza.
Paulo no pudo más que verla con ojos compasivos, atrás dejó aquella mínima atracción que estaba comenzando a sentir por ella. Lo que no pudo dejar fue ese pequeño sentimiento que había germinado en apenas un par de días, y mientras cebaba el mate que le tocaba a él, comprendió que lo mejor era frenar cualquier atracción romántica. Alba nunca le correspondería, aunque dudaba de sus palabras. No conocía a Raúl, pero no confiaba en él, las palabras de Rita iban cobrando sentido.
Alba no sabía en que andaba Raúl, así sea bueno o malo, le faltaba confirmar qué era eso que aparentemente escondía al punto de ni siquiera contarle a su pareja. ¿Pero debía inmiscuirse? ¿Y si era cierto que andaba en cosas raras? ¿Valía la pena arriesgarse por alguien que apenas conocía?
Volvió a mirarla mientras tomaba el mate, jugaba con sus uñas mientras una cortina de cabello bicolor tapaba su rostro. Una brisa fresca trajo su perfume hasta sus fosas nasales, un aroma a frutos rojos lo embriagó. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no correr esa cortina de cabello, tomarla por el mentón, y besarla para comprobar su teoría de que ya no amaba a Raúl.
Pero era demasiado pronto, demasiado atrevimiento, y demasiado peligroso hasta no saber en qué aguas se estaba sumergiendo.
—No sos muy bueno consolando... —Alba llenó el vacío que hizo Paulo mientras navegaba en su mar de pensamientos—. Pero creo que eso es lo que necesito, que me escuchen sin juzgar, que no cuestionen lo que siento... Y que me ceben unos ricos mates —rio suavemente mientras señalaba el mate que sostenía Paulo entre sus dedos, luego de haberlo bebido.
—Perdón, lo colgué. —Se apresuró a cebar y se lo entregó—. Yo puedo decirte muchas cosas, pero nada de lo que te diga va a ayudarte, al contrario. Quizás te confundas más, tomes decisiones pelotudas, y todo sea para peor. Eso es algo que tenés que resolver vos sin influencias, siguiendo lo que dicta tu cabeza.
—¿No será «siguiendo a tu corazón»?
—No, yo siempre sigo lo que me dicta la cabeza, soy muy racional. El corazón hace boludeces, hay que analizar las cosas, pros y contras. El corazón no manda en mí, yo mando en él.
Eso estaba a punto de cambiar.
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Onírico
Romance¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...