Contrario a como cualquier persona estaría al conseguir un trabajo con mejores condiciones, tanto sea en lo salarial como en las actividades a realizar, Paulo se sentía amargado, y hasta un poco sucio. Cerró la puerta del departamento tras de sí y lo observó con detenimiento, tenía mil cosas que hacer en tan poco tiempo, que no sabía por dónde arrancar. Comenzó por lo simple.
Llorar.
Lloró de angustia, de incertidumbre. Lloró de felicidad, porque el cambio suponía empezar de cero nuevamente, dejando atrás los pocos malos recuerdos que tenía allí, como la muerte de su padre, por ejemplo. Ese era el trabajo que su progenitor le había conseguido para tener un sustento y un techo en la gran ciudad, algo que ni siquiera se había detenido a recordar cuando firmó el nuevo contrato. Se sintió miserable por un instante, mientras se quitaba la camisa, y pateaba el pantalón de vestir luego de quitarse los zapatos. Dejó toda la ropa desparramada en el living y se internó en la ducha para que sus lágrimas se perdieran entre las gotas de agua que caían desde su cabeza.
Debía comenzar a despedirse de todo en Balvanera.
Lo primero en su lista, porque debía seguir trabajando, ni siquiera había mandado el telegrama de renuncia, era ir a visitar a doña Rita y comunicarle su decisión. La mujer abrió la puerta luego de verificar por la mirilla de quién se trataba, y al abrir la puerta su sonrisa se borró al ver el rostro de Paulo. La mirada baja, los ojos hinchados producto de todo lo que había llorado, y una pose que mezclaba abatimiento y tristeza.
—Hijo... ¿Pasó algo?
—Digamos que sí... ¿Puedo pasar?
—Claro, claro... No me asustes, por Dios. ¿Pasó algo con Érica? ¿Me van a hacer tía abuela?
Paulo soltó una risa relajada. —No, no se preocupe. No es tan grave... O no... No lo sé...
Paulo entró al departamento de Rita, y luego de aceptar un té con galletitas caseras de limón, comenzó a contarle a la señora la oferta laboral que había aceptado, los plazos en los que debería comenzar a trabajar en el nuevo edificio, y cómo culminaría su relación laboral con ellos.
—Hijo... Si se trataba de dinero me lo hubieras dicho, y lo ponía como primer tópico en la reunión de esta semana. No sé si el consorcio hubiera podido igualarte la oferta, pero podíamos haberte dado algo más. Si todavía no firmaste, puedo convocar a una reunión de emergencia esta misma noche, quizás...
—Ya es tarde, doña Rita —Paulo tomó las arrugadas manos de la señora, y las sostuvo con cariño mientras la observaba fijamente a los ojos—. Mañana a primera hora me esperan para realizarme los exámenes preocupacionales, y tengo que enviarles a ustedes el telegrama de renuncia. Ya firmé todo, no hay vuelta atrás.
Se mantuvieron tomados de las manos por un instante que para Paulo fue eterno, los ojos de doña Rita se enrojecieron al tiempo que su labio inferior temblaba levemente. Y no esperaba que la mujer se abrazara a él, que no pudo más que acunarla en sus brazos, como lo hizo con su abuela en Misiones el día que le contó que iba en busca de una mejor oportunidad laboral a Buenos Aires. Sobó su espalda con cariño, y fue en ese momento que se dio cuenta cuán importante era para todo el edificio.
—¿Érica ya lo sabe? —indagó reincorporándose, mientras buscaba una servilleta de papel en la mesita de té frente a ellos.
—No, todavía no se lo dije. Y no sé cómo se lo va a tomar.
—Pero a mí no me engañás, nene. Hay algo más... ¿Por qué te vas? Si acá nunca tuviste un problema, salvo... Bueno... El desagradable de enfrente —en referencia a Raúl—. ¿Te hizo algo? ¿Te amenazó?
—No, ¿por qué iba a hacerlo?
—¡Ay, vamos! Todos ya sabemos en los negocios en que anda metido, y lo celoso y posesivo que es con la chica. Ustedes son muy amigos, quizás te amenazó o algo.
—Para nada —mintió—, él sabe muy bien la clase de relación que tengo con Alba. También sabe que Érica y yo... —Paulo se encontró en la encrucijada de que luego de tres años no sabía bien cómo llamar a la relación que tenía con Érica, en términos que la señora entendiera—. Nunca hubo nada formal, pero todos sabían que andábamos.
—Decime una cosa... Vos estás enamorado de la chica, ¿no?
—¿Para qué le voy a mentir a estas alturas? Estoy enamorado hasta los huesos, pero es un amor que nunca va a ser correspondido. Y la entiendo si se siente ofendida por Érica, o si piensa que todos estos años estuve jugando con ella, pero no fue así. Érica sabía las reglas del juego y las aceptó. Yo quise terminar con ella varias veces, pero no me dejó, créame que hice todo lo que está a mi alcance para que no se enamorara, y...
—¡¿Y cómo pretendés que mi sobrina no se enamore de vos?! Si sos un chico tan dulce y educado... Yo puedo hacerme la tonta, pero de tonta no tengo un pelo. Desde la primera vez que te vi con la maestra, supe que estabas perdido por ella, y se lo dije a Eri. Pero mi sobrina es terca, tropieza mil veces con la misma piedra porque piensa que en algún momento la piedra desaparecerá. Pero todos sabemos que no es así, lo hizo con Claudio, y lo está haciendo con vos. A la larga se resignará y comenzará de nuevo. Ella es fuerte, si salió fortalecida del engaño de su ex marido, de esto se sobrepondrá más rápidamente.
—¿Tanto se me nota que estoy enamorado de Alba?
—Solo te faltan los angelitos tocando el violín volando a tu alrededor —ironizó con gracia—. ¡Claro nene! Por eso te preguntaba si habías tenido problemas con Raúl.
—No, aunque tampoco le voy a negar que hemos tenido una charla sobre ella, pero entendió mis intenciones. Es el único que nunca se dio cuenta de que estoy enamorado de Alba, por suerte. Creo que también por eso necesito empezar de cero, nunca voy a poder superarla estando tan cerca de ella.
—Entonces sí es una despedida. —Rita volvió a bajar los ánimos de la charla—. A mal trago, darle prisa. Voy a convocar una reunión de consorcio para esta noche, tenemos quince días para buscar un nuevo encargado. Va a ser difícil, en los treinta años que llevo viviendo aquí, vos fuiste el mejor.
—Me sonroja... —confesó bajando la cabeza—. No exagere, solo hice mi trabajo.
—Y lo hiciste impecable, no exagero. Nene, yo los vi a todos, vivo en este consorcio desde que se inauguró, pasé mi noche de bodas aquí, cuando aún faltaban algunos detallitos para terminar la obra. Por eso me duele perderte, aunque parezca estricta y gruñona, yo te tengo mucho cariño, Pau.
Era la primera vez desde que trabajaba allí, que doña Rita se refería a él de esa manera tan afectuosa. Y no pudo más que volver a abrazarla, y se dio el lujo de soltar una lágrima.
—Nos vamos a seguir viendo, no se preocupe —afirmó mientras sin pudor alguno limpiaba la lágrima con sus dedos—. Recuerde que mi primo es su inquilino, me va a ver seguido por acá.
—¡Lo había olvidado! —Rita hizo un silencio mientras observaba un punto fijo—. Gracias por recordármelo —finalmente sonrió de manera extraña, aunque para Paulo dicho gesto pasó desapercibido—. No sé si querés hablar primero con Érica antes de la reunión...
—No... —la interrumpió—. Prefiero que se entere en la reunión, yo después voy a hablar con ella.
Rita respetó su decisión, y dieron por finalizada la charla. Ambos tenían mucho que hacer en los quince días siguientes.
ESTÁS LEYENDO
Onírico
Romance¿Por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad? Paulo estaba solo por elección. Alba en compañía por costumbre. Un sueño. Una amistad de años. Un amor que nunca saldrá del mundo onírico. ⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘ Primer libro de la Serie Frien...