Cincuenta

407 49 7
                                    

—¡Guau! ¡Es precioso esto, Pau! ¿Y todavía dudabas de aceptar la oferta?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Guau! ¡Es precioso esto, Pau! ¿Y todavía dudabas de aceptar la oferta?

Alba no podía dejar de admirar cada detalle del departamento. Tal como Paulo le había anticipado, la decoración era minimalista. Los muebles eran los indispensables, un juego de sillones de cuerina negra, un televisor de plasma en una encimera blanca haciendo juego con las paredes del mismo color, y una mesa de vidrio con sillas para cuatro comensales. Toda la decoración de living era una paleta degradada del negro, las cortinas del gran ventanal lo confirmaban con sus gruesos paños grises. Pero los detalles monocromáticos no terminaban ahí, ya que cada habitación tenía una tonalidad distinta. La habitación en la gama de azules, la cocina en rojos vibrantes hasta en los pequeños electrodomésticos, y el baño en tonos ocre. Solo la habitación secundaria estaba vacía y completamente en blanco.

—Justo la pieza que voy a usar de taller y depósito tiene las paredes en blanco. Me cago en todo —bufó Paulo algo frustrado.

—Creo que la dejaron en blanco justamente para que vos decidas de qué color va a ser la habitación de tu hijo—. Paulo se dio vuelta con brusquedad y observó a Alba perplejo, quien lo miraba con una mueca divertida—. ¡Es broma!

—¡Me hiciste asustar, tarada! —Paulo reía mientras golpeaba el hombro de su amiga con suavidad—. Por un momento pensé que Érica estaba embarazada.

—Y justo a mí me lo va a decir...

—¡No sé! Capaz te lo dijo a vos para que me lo digas a mí... ¡Yo que sé!

Mientras reían por el disparate que había dicho Alba, pusieron manos a la obra y comenzaron a entrar las cajas que se apilaban desordenadamente en el pasillo. Nuevamente, tenía soledad en su piso, aunque esta vez sería distinto, dado que la terraza era completamente funcional para todos los habitantes. Con algunas mesas y reposeras, sería un espacio adicional de punto de encuentro social para los inquilinos, además del salón de usos múltiples que funcionaría debajo de él, en el piso once. Ese era el único punto negativo que veía en su nueva vivienda, solo rogaba para que el aislamiento de ruidos que su primo le comentó que habían instalado cumpliera su función, sino sería difícil dormir las noches de celebraciones.

Tal como predijo Paulo, la mudanza fue leve al no tener que trasladar muebles. Mientras Luis y él se encargaban de las cajas más pesadas, Alba acomodó la ropa de Paulo en el nuevo armario con sumo cuidado, y finalizó el cuarto tendiendo la cama. Y cuando estaba a punto de compactar las cajas para desecharlas en el cuarto de la basura, al fondo de una de ellas pudo visualizar una foto enmarcada en madera que la dejó sin aliento. Una selfie que había sacado ella junto a Paulo, en la cocina de su local, con las narices llenas de harina. Ambos tenían los ojos chinos de tanto reír, y se podía ver un halo de harina flotando en el aire, dándole a la fotografía un toque mágico. Su garganta se anudó cuando admiró cada detalle de la foto, recordaba esa noche como si hubiera sido hace un par de horas.

OníricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora