Prólogo

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Él estaba llorando mientras escondía su rostro entre las rodillas, dejando que sólo pudiese apreciarse su cabello rojizo. Parecía desconsolado, como si nada pudiera animarlo, fue por eso que la niña se le había acercado, no le gustaba ver a la gente triste.

Cuando le habló, el pequeño trató de ignorarla, pero bastaron un par de veces que ella le insistió para que alzara la mirada, dejando ver sus hermosos ojos aguamarina.

—¿Cómo dices que te llamas? —preguntó sonriente. Su cabello castaño llegaba hasta un poco más arriba de sus hombros y sus grandes y expresivos ojos negros observaban a ese niño con dulzura, porque así era ella, cada vez que veía a alguien triste tenía la manía de querer consolarle.

—S-soy Gaara —respondió el pequeño pelirrojo, con las mejillas rojas por el llanto, pero también la niña había provocado que el sonrojo en sus mejillas aumentara, ya que –según la experiencia de su corta edad– jamás había visto a una niña con una sonrisa tan hermosa como esa, ni unos ojos tan grandes y brillantes.

—¿Y por qué lloras, Gaara-kun?

—P-porque... mi perrito... escapó de casa —respondió el niño. Estaba apoyado contra un árbol, escondido bajo su sombra, porque no quería que nadie le viera, pero aun así ella lo había encontrado.

La pequeña se sentó a su lado y le tomó de la mano, haciendo que él se avergonzara.

—Estoy segura de que él regresará, sólo ten confianza, no te pongas así —dijo de manera amable, sonriéndole más ampliamente—. ¿Qué te parece si vamos a jugar?

—Bueno, pero... ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Gaara confundido, pues lo primero que hizo ella fue preguntarle su nombre y él ni siquiera conocía el suyo, además le interesaba mucho, era una niña adorable.

—Me llamo Matsuri —la sonrisa de esa niña llamada Matsuri, llenó por completo de luz el corazón del pequeño Gaara. Ella era mucho más bajita que él, se notaba tan menudita y débil, sin embargo, no le tenía miedo en lo absoluto, como sí lo hacían los demás niños del parque. Todos le llamaban demonio, decían que era un monstruo y no querían jugar con él, nadie le consolaba cuando estaba triste, pero ella había sido diferente.

A partir de ese momento nada sería lo mismo.

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Cuatro años después...

—¡Gaara-kun! —gritó Matsuri llamando a su amigo. Él le estaba persiguiendo mientras ella trataba de huir de él, jugando a que él la atrapara. Hoy era un día muy especial, habían pasado cuatro años desde que se conocieron.

—¡Te atrapé! —exclamó Gaara, tomando a su amiga por la cintura, para caer juntos al césped del parque en donde se habían conocido. Ahora tenían diez años cada uno y se llevaban muy bien, les gustaba mucho estar juntos, pues era como si sus vidas hubiesen sido hechas para eso; estar siempre juntos.

—Gaara-kun, eres un tramposo —se quejó Matsuri mientras trataba de ponerse de pie, pero el pelirrojo se lo impidió haciéndole cosquillas—. ¡No hagas eso! —protestó.

—No seas rezongona Matsuri-chan, perdiste —decía Gaara. No iba a parar hasta que ella aceptara que había perdido el juego, siempre era muy testaruda—. Vamos, di que yo gané.

—De acuerdo jaja, pero detente —rogó la chica soltando algunas lágrimas por tanta risa. Gaara se detuvo y por fin la dejó ponerse de pie. Ambos rieron un rato más, verdaderamente estar juntos les llenaba de dicha.

El pequeño Gaara se perdía siempre en la sonrisa dulce de su amiga, no podía evitar mirarla como si fuese la cosa más hermosa e interesante del mundo, a pesar de sólo tener diez años, sentía que aquel sentimiento era al que los adultos llamaban amor.

—¿Te pasa algo, Gaara-kun? —le preguntó la castaña parando de reír, ya que su amigo no la dejaba de mirar y sinceramente la estaba poniendo algo nerviosa.

Él por su parte, se dio cuenta de este hecho y se sonrojó por completo, desviando la mirada hacia uno de sus costados y frunciendo el ceño.

—No me pasa nada, tonta —le insultó.

—¡Tonto serás tú! —le gritó la niña, para luego tirársele encima y atacarlo con cosquillas hasta que él le rogó que se detuviera.

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Los días pasaban con normalidad, hasta que aquel día llegó, cuando Gaara recibió la peor noticia que pudo recibir; se tenían que ir lejos de la ciudad.

Al principio lo tomó muy mal, incluso se enfadó como nunca con sus padres, pero pasados unos días había comprendido que no siempre se podía hacer su voluntad. Sus hermanos también serían alejados de sus amigos y aun así ellos no se estaban quejando, fue por eso que lo terminó aceptando, asimilando que debía dejar a su amiga ahí.

Decidió que hablaría con ella en el parque para despedirse, a pesar de que ella era su mejor amiga, nadie de su familia la conocía, a veces Temari o Kankuro, cuando lo acompañaban al parque, los veían jugar juntos, pero sólo él hablaba con ella, por eso sentía que sería más difícil decirle adiós.

—Matsuri-chan... mis papás me han dado una mala noticia —dijo el chico cabizbajo. La castaña lo miró confundida, no entendía que clase de noticia lo podía poner así de triste, eso no le gustaba en lo más mínimo, odiaba ver triste a Gaara.

—¿Qué sucede?

Él bajó la mirada, sin saber cómo comenzar, pero decidió decirlo de forma directa.

—En dos días nos vamos de la ciudad... lo siento mucho... —el pequeño Gaara se sentía realmente triste porque ya no vería más a su querida amiga. Ella se sentía igual. Durante estos cuatro años jamás se había llevado tan bien con una persona como lo hacía con Gaara y ahora que él se iba la vida iba a ser muy triste sin él.

—Te extrañaré Gaara-kun... —dijo la niña comenzando a llorar, sin poder creer que ya no le vería nunca más, mientras se abrazaba con fuerza a su amigo.

—Te prometo que seguiremos en contacto, tú siempre serás mi mejor amiga Matsuri-chan —aseguró el pelirrojo, abrazando más fuerte a la desdichada niña.

Pasado un rato, su hermana mayor apareció para recogerlo.

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El día en que se despidieron fue angustioso para ambos. Gaara iba en el auto de sus padres, junto a sus dos hermanos mayores y Matsuri se despidió de él desde la ventana de su casa cuando lo vio pasar, pues, aunque no eran vecinos, vivían relativamente cerca y para salir del barrio había que pasar por fuera del hogar de ella.

Ya no se verían jamás, esa había sido su despedida, al menos hasta que tuvieran la edad para viajar por sí solos. Entonces, tal vez habría una esperanza de verse una vez más.

Te prometo que jamás te olvidaré... Matsuri-chan —esas fueron las palabras que Gaara le había dicho al final, sin embargo, en ese momento no sabía que no sería capaz de cumplir esa promesa, porque sí, las cosas no siempre son como uno las planea.

Por favor, Gaara-kun... no me olvides... —rogó la pequeña Matsuri, que extrañamente sentía una opresión en su pecho, como si algo malo fuese a suceder, pero en el fondo tenía la esperanza de volver a verle otra vez, de volver a tenerlo frente a ella.

Algún día...

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Esta es una de mis historias favoritas, de todas las que tengo, la llevo en un lugarcito especial <3 Espero que les guste tanto como a mí, como los episodios son un poquito largos, los iré dividiendo en dos partes.

De antemano, gracias a quien la lea.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora