Capítulo IV

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Capítulo 4

Las clases con Maite siempre eran una fuente de éxtasis. Sus alumnos no sabían muy bien que esperar con ella, pero fuera lo que fuera que ella decidiera para ese día estaba claro que todos acabarían igual de satisfechos. Al menos aquellos que sentían una conexión con esa faceta más emocional del arte. Incluso los que no la tenían debían admitir que la profesora tenía una técnica que rozaba la excelencia y siempre hacia apuntes que los ayudaban a progresar.

Camino sentía que había dado más pasos en unas semanas gracias a Maite que todos lo que pudiera haber dado los últimos dos años en sus cursos anteriores. La forma en que se conectaba con su profesora la ayudaba a seguir entendiéndose mejor cada día, a perfilar en cada trazo un rasgo de su propia naturaleza. No se perdía una sola de las clases y siempre llegaba antes de tiempo porque sabía que a Maite le gustaba estar allí media hora antes. Se fue convirtiendo en un pacto cerrado entre las dos que trasmutó en costumbre. Tanto como para que Maite se preocupara por ella un día que llegó unos minutos más tardes por un atasco.

-Empezaba a pensar que estabas enferma o algo – comentó la profesora nada más verla pasar por la puerta – o que tu madre había conseguido retenerte por fin.

Camino sonrió – no, ya no lo intenta siquiera – explicó – se ha dado cuenta que las clases de la profesora Zaldúa son sagradas para mí.

-Que honor – la profesora sonrió – aunque me parece particular que la Señora Pasamar no siga intentando ponerte palos en la rueda.

-Lo intentó un tiempo, al inicio, pero comencé a evitarla levantándome antes que ella y desayunando fuera – confesó Camino – mi hermano me cubrió las espaldas en otras ocasiones y, al final, lo entendió.

-¿Has madrugado solo por no perderte mi clase? – quiso saber la morena con una extraña sensación de complacencia.

-Un poco, pero ha valido la pena siempre – la joven estudiante sonrió – me está encantando este semestre.

-Me alegro de que así sea – Maite retuvo aquel comentario en su memoria durante unas horas y se sintió feliz de haber conectado a ese nivel con un alumno.

Camino progresaba, no parada de dar pasos hacia adelante. Maite la veía crecer y eso la llenaba de buena energía. Ella era una de sus potenciales candidatas a encontrar esa chispa que el director le sugirió en primer lugar, aunque no era la única. En lo que se refería a su clase había mucho talento y eso le hizo compleja la elección que debía tomar la tarde del siguiente viernes, pero finalmente consiguió diseñar una propuesta que esperaba que los demás estuvieran de acuerdo en secundar.

El director llamó a los docentes de las ramas superiores y también a Liberto, el administrador, así como a algunos mecenas interesados en este desafío. Maite era el centro de atención por mucho que se renegara de ese papel, pero se lo debía a Alonso por haber confiado en ella.

-Debo confesar que ha sido una tarea peliaguda la que se me ha encomendado – anunció luego de saludar a sus colegas y demás asistentes -, pero no porque no hayan posibilidades sino porque creo que hay más que sólo una y me resulta complejo escoger quién de todos los estudiantes pueda ser el mejor para este proyecto.

-Imagino que tendrá alguno que le llame la atención más especialmente, profesora Zaldúa – afirmó Liberto.

-Lo hay, pero no creo que una decisión que atañe al prestigio de la Escuela en general deba tomarla yo de forma individual siendo una recién llegada – expuso Maite -, pero tampoco me parece justo hacerlos participar sin haberlos puesto antes en conocimiento.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora