Capítulo XLIII

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Bueno, que tarde, ¿no? A ver si les gusta...

Capítulo 43

Una cosa era estar en casa con la perspectiva de que a Maite y a ella las separaban varias miles de millas de distancia, otra muy diferente era tener que volver a la academia bajo esa premisa. Buscar la llave del salón, no porque llegara la primera, sino porque no llegaría nadie más. Entrar y abrir las ventanas, notando el vacío que dejaba esa ausencia que tenía forma de mujer. Camino ya había tenido que estar en ese salón sin Maite, pero fue cuando la satisfacción de un beso le era negada, cuando Maite se negaba a que fueran lo que sus deseos empujaban por ser. Otra muy diferente era esto que tenía que vivir hoy, conocer lo que era tenerla cerca y saber que no podía tenerla porque simplemente no estaba por llegar o visitando a su familia a unos kilómetros. No, no estaba porque estaba en otra ciudad enfrentándose a la mujer que haría lo que fuera por verla a sus pies. La sonrisa mal intencionada de Ángela se dibujó fantasmalmente en su memoria y ella reprimió la patada en el estómago que sintió de solo imaginarla cerca de Maite. Allí en el centro de ese salón, con tanto y tan poco a su alrededor, se sintió pequeña o quizás era que ese espacio se veía anormalmente grande.

La gente se reiría si supieran lo hundida que se sentía. Lo dolida que se sentía. Dirían que era solo una persona dramática, que no era para tanto. "Con toda la tecnología que hay a día de hoy la distancia no es nada, no seas dramática", pero ¿puede la tecnología dar una caricia, abrazar? No, ¿verdad? Puede paliar la soledad como una medicina momentánea, pero no puede romper el vacío que sigue sin llenarse cuando estamos a solas. Y ella extrañaba eso que hoy era solo un vacío: una sonrisa, una mirada, una palabra. Sonrió imaginándose a Maite allí parada frente a ella con su bata roja y el cabello suelto. Extrañaba un beso, sólo un beso. Hoy que podrían dárselo si quisieran, no podían igualmente. El destino cuando quería ser malvado lo era simplemente.

Tomó la bata de Maite y olió su perfume suspirando, se la puso para tenerla cerca de alguna manera. Cerró los ojos y la escuchó en sus memorias decir aquel: "Venga, a trabajar", pero ahora mismo su interior estaba más vacío que cualquier lienzo que pudiera ilustrar. "Vamos a pintar, a dibujar, a conocernos como artistas, vamos a empezar nuestra aventura libremente". Eso le dijo Maite el día que la invitó a unirse a ella en aquel salón.

-Supongo que esta es mi nueva aventura y que estarás de acuerdo en que la empiece libremente, mi amor – volvió dejar la bata de Maite en su rincón y salió cerrando la puerta con llave.

Sólo necesitaría su libreta de dibujo y sus carboncillos. Dibujar, quería volver a dibujar cualquier cosa que se le ocurriera hasta poder acostumbrarse a la falta de la pintora. Creía que sólo en ese momento sería capaz de mirar un lienzo e ilusionarse con ilustrar algo en su palidez.

Se sentó en uno de los bancos del jardín a dibujar a la luz del sol. Dibujó cosas que estaban allí y algunas que no. La mirada de Maite por ejemplo. No se resistió a enviarle una imagen de su dibujo a la artista con un mensaje escueto, pero fácil de comprender: "Siento que aún puedo mirarte".

Maite estaba en Paris y la ciudad, que una vez creyó suya, hoy le quedaba grande o pequeña, no podía estar segura de cuál era la opción correcta. ¿A quién le importaba, en realidad? No había ningún camino por el que quisiera transitar porque, después de todo, Camino no estaba con ella. Una ciudad enorme, con su bullicio y sus grandes emplazamientos que hubiera cambiado en un segundo por su salón de clases o su estudio, una ciudad pequeña cuando quién tú quieres ver no está allí. El martes la recibió agobiada y deseosa de que terminara antes de empezar. Pierre André le pidió que no llegara tarde a la primera audiencia y le dio instrucciones precisas de dejarle hablar a él. Estuvo todo el lunes estudiando la demanda y rebatiendo argumentos.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora