Capítulo XXIV

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Bueno... el pasado que vuelve en forma de historia... lo actualizo y me voy a mi rinconcito de la ansiedad a ver lo que piensan...


Capítulo 24

Maite quería llevar a Camino a un restaurante, sentarse tranquilamente a hablar en un sitio diferente a los de siempre sobre esa mujer que había sido parte de su vida durante tanto tiempo, también por evitarle volver, al menos por hoy, al lugar dónde se habían encontrado con su ex, pero la joven se negó. Le dijo que fueran juntas a su casa, que si hablar sana, vivir también debía sanar. Que ya habían creado nuevas memorias en esa casa que era suya transitoriamente así que ¿por qué evitarlo? No podían dejar que Ángela las hiciera sentir incómodas en el rincón dónde se dejaban llevar. Maite le sonrió y asintió. Era más madura que ella en ocasiones.

Fueron a la casa y Camino se sorprendió al ver la furgoneta de un cerrajero esperando fuera.

-Lo cierto es que me dio las llaves antes de marcharse, pero yo no me fio de ella del todo – la morena hizo un gesto de pena - ¿Está mal ser tan precavido? ¿Es paranoico lo que estoy haciendo?

Camino le sonrió – eres tú quién la conoce, si no te fías por algo será.

-Es cierto, lo extraño es que siento que no me ha hecho algo de esta calaña, pero al mismo tiempo siento que sí lo ha hecho – la pintora sopesó en el aire – puede que sea porque las cosas que ha hecho las hizo en silencio y, entonces, tengo una sensación ambigua, la veo capaz, pero no veo por qué.

-No le des vueltas, mi amor – Camino salió del coche y, antes de llegar hasta el hombre que esperaba, agregó – sigue tu instinto.

-Buenas tardes – el hombre se acercó a las mujeres que llegaban – mi nombre es Jacinto, Señoritas, he traído lo mejor en cerraduras que tenemos disponible.

-Buenas tardes, Jacinto – Maite lo saludó dándole la mano y el hombre se sorprendió de su amabilidad – Lolita me ha dicho que era muy servicial, pero venir prácticamente al momento se le queda corto, le agradezco su deferencia.

-Señorita, para servirle, comenzaré con las labores, no me llevará más de una hora cambiar los bombines de las dos puertas, se lo aseguró – le expuso el hombre.

-Tómese el tiempo que desee y si necesita algo, llámeme, estaremos en mi estudio que está al fondo de la casa, de un par de voces y vendré a ver lo que puedo hacer – Maite le permitió al hombre empezar abriendo la puerta y dándole las llaves para la trasera.

-Experto en gritos me dicen, me oirá usted bien – le aseguró el cerrajero.

Cuando llegaron al estudio, ambas aun riendo por aquel hombre tan elocuente y amigable, Maite suspiró viendo el cuadro que había estado pintando de Camino y que Ángela había visto.

-Vio uno de tus cuadros – le confesó.

-¿Lo hizo? ¿Qué dijo? – quiso saber la joven.

-Tonterías, demasiadas – Maite suspiró y Camino la tomó de la cintura por la espalda – siento que ha quedado una sensación pesada en esta casa.

La joven besó su cuello dulcemente y la mantuvo contra ella unos segundos – pues ¿sabes qué te digo? – Maite la observó alejándose – a veces hay que airear la casa – abrió la ventana dejando entrar la brisa fresca del otoño – al menos hasta que haga demasiado frío.

Camino vio a Maite cerrar los ojos y dejar que el aire le diera de lleno y sonrió. Se acercó con lentitud, se inclinó tiernamente y unió sus labios, notando como su mentora respondía a su caricia con los ojos cerrados y un suspiro apagado contra su boca. El beso fue dulce y tranquilo, exploratorio, no tenía ni un solo ápice lujurioso, pero fue igual de satisfactorio que cualquier otro. Maite necesitaba sentir que Camino la amaba y con un gesto tan tierno, que no buscaba nada en realidad, que era entregado sin intenciones más que la de entregarse, su joven amante le decía "aquí estoy".

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora