Capítulo XXX

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Con la semana que estamos teniendo no quise avanzar mucho, dejemos el drama para la próxima semana...

Capítulo 30

Camino se dirigió a su madre una vez que hubo cerrado la puerta de entrada – Por favor, madre – le dijo con una mirada serie – deje de invitar a Ildefonso sin consultarme y termine con los comentarios insinuantes sobre los dos porque no la están llevando a ningún sitio.

Felicia observó el semblante sin humor de su hija y se contagió de inmediato – Ildefonso es un amigo de la familia y puedo invitarlo si así lo deseo, no tengo que consultarte.

-Quiere invitarlo, invítelo, pero no juzgue que debo asistir a la cena sólo porque él este en ella – replicó la joven.

-¿Acaso no es tu amigo? ¿No te apetece quedar con tu amigo? – Felicia remarcó las dos veces la palabra amigo.

-Si me apetece quedar con mi amigo, quedo yo con él por mi cuenta, no la necesito de intermediaria, madre – refutó Camino.

Emilio viendo que aquello iría para el cruce de siempre donde Camino se enfadaría con su madre, su madre con Camino y, probablemente, las dos con él, decidió que mejor se retiraba y subió las escaleras anunciando un Buenas noches que fue eludido por ambas mujeres. Se encogió de hombros y no se detuvo.

-Pues ya estaría esperando que le llamaras si fuera por ti, últimamente lo único que tienes en la cabeza es esa dichosa academia – se quejó la mujer.

-Voy a exponer en algo así como dos meses, madre, en menos de hecho – expuso Camino – Ildefonso lo sabe y estoy segura de que entendería.

-Porque él lo entiende todo, todos tus desplantes y tus negaciones, pero ¿hasta cuándo?

-Los amigos no se condicionan, madre, y sí él deja de entender será porque no era mi amigo en realidad – Camino bufó – es que ¿no lo entiende? Él no me interesa como usted pretende – exclamó observando de mala manera a su madre – a ver si le entra de una vez.

-Pues no entiendo por qué – Felicia volvió a los derroteros de siempre – Camino, por favor, es un hombre culto, bueno, de buena familia – hizo una pausa – y hasta está de acuerdo con tu afición a la pintura.

Un comentario como ese podría ser una virtud, pero viniendo de Felicia sólo era una expresión del menosprecio que tenía por las actividades de su hija. Por mucho que se mantenía más en silencio no cesaba en sus ideas prosaicas sobre involucrarla en el negocio y en un matrimonio que, más que de amor, se percibía de conveniencia.

-Pues si tan ideal le parece – replicó Camino - ¿Por qué no se casa usted con él? – su madre abrió los ojos de manera desorbitada – Al fin y al cabo, usted también es culta, buena y de buena familia – dijo cínicamente la joven.

-Deja de decir absurdeces, Camino, por Dios – la mujer meneó la cabeza – se le nota que él te quiere, hija, que está esperando una oportunidad.

-Madre, ¿sabe cuantas veces Ildefonso ha intentado pedirme qué estemos juntos? – su madre no contestó, pero la quedó mirando a espera de su respuesta – no me alcanza está mano para numerarlas y ¿quiere saber lo que le dije yo? – esta vez sí que Felicia sabía la respuesta y siseó negativamente antes de que llegara – sí, eso, le dije que no, le explique porque cada vez – Camino bufó -, pero viene usted, lo invita a cenar, hace comentarios sobre nuestras coincidencias y virtudes como potencial pareja y alimenta su fantasía obligándome a decir que no de nuevo – expuso – y ¿sabe que es lo peor? Que a cada oportunidad me queda menos paciencia y soy menos protocolar la hacerlo.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora