Capítulo LIII

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Y bueno... diganme cosas malitas o bonitas, pero háganse notar...

Advertencia: jajaja me he puesto ñoña y un poco vehemente en partes iguales... *ventilador para alguna sección*

Ah, recomiendo "ver" los Post Créditos ;) 


Capítulo 53

Fuera por el cansancio acumulado o por tantas emociones que habían tenido que sobrellevar los últimos días, pero esa noche después de hablar de París ninguna tuvo mucho más ánimo que el de acurrucarse y dormir. Maite no sabría precisar el momento exacto en que sucumbió al cansancio, ni si ella fue la primera o no. Lo último que recordaba de la noche anterior al despertar era estar acariciando dulcemente el rostro de su avecilla y viendo como sus hermosos ojos se cerraban aunque hacia esfuerzos por mantenerlos abiertos. Luego fueron sus propios ojos los que se cerraron, un pestañeo, dos y su Camino se ocultó de su mirada, diría que con los ojos cerrados también. Las dos se durmieron tan profundamente que ni siquiera apagaron la luz de la mesa de noche que permanecía encendida a las 9 de la mañana, pero de Camino ni rastro por la cama. No, eso era lo más curioso para Maite, despertar sin tenerla en sus brazos. ¿En qué momento de su sueño se le había escabullido?

Se desperezó al levantarse de la cama estirando las extremidades superiores y caminó hasta el lavabo. Quizás estuviera dándose una ducha. Tampoco estaba allí, aprovechó dos minutos para refrescarse y acomodar levemente el cabello. Se miró al espejo y vio la sombra del cansancio todavía en su expresión. Puede que despertara sola, pero aún le quedaba sueño por reparar. A veces la mente necesita lo que el cuerpo ya no quiere.

Caminó por el pasillo de su casa aún en pijama y la cocina estaba desierta. Sólo quedaba un sitio dónde buscar a su novia porque sabía que en el resto no estaría. Entró al estudio y se dio de bruces con la imagen de una hermosa Camino Pasamar enfundada en su bata de trabajo y pintando en el lienzo erráticamente. Demasiado concentrada en ser caótica, en que su pincel no dijera nada en concreto, sólo se deslizara sin más. Tuvo un extraño déjà vu. Su primera obra, es decir, la primera que había compartido con Camino cuando recién la comenzaba a conocer, la primera vez que ella había llamado completamente su atención por cuán bien había leído a través de su pincel. Y aquí estaba ella haciendo lo mismo. Leyendo en su pincel, leyendo a su amor siendo feliz y expresándolo en una amalgama de colores sin rumbo, de trazos sin rumbo que, aunque no tuvieran un modelo, tenían cómo guía el estado de ánimo de su avecilla. Un estado de ánimo radiante, dichoso.

Maite la siguió observando, enamorándose más si era posible, mucho más. Recordó que su obra, aquella que alguna vez delineó con su propia felicidad momentánea nunca pudo concluirla porque quién era la causa de sus emociones interrumpió su tarea convenciéndola de no seguir. Ella no iba a hacer lo mismo. Podría, le hubiera encantado pasar sus manos por la cintura de Camino y sacarla de su momento de sosiego con una caricia inesperada, caricia que llevaría sus labios hasta el cuello de su novia y sus cuerpos terminarían por acercarse. Los suspiros sosteniéndose mientras el calor subía y, en dos segundos más, estarían haciendo el amor contra la primera superficie que pillarán. Podría y seria satisfactorio, pensó, pero mucho más lo sería participar activamente de esa felicidad. Se colocó la bata de trabajo y no se asombró cuando Camino la observó desde su posición consciente de su presencia.

No dijo nada, la dejó acercarse y, cuando estuvo a un palmo, le ofreció su alma en un gesto mundano, pasándole su pincel. No hacía falta que ninguna de las dos dijera nada, se entendían sin una sola palabra. Camino supo que era lo que Maite quería, no solo porque era intuitiva, sino porque ella también había tenido ese deseo mientras difuminaba colores después de salir de los brazos de su dulce amante. De observarla dormida y relajada. Lo único en que había podido pensar en ese momento era en qué se sentía tremendamente satisfecha, agradecida de tener a Maite en su vida. Así llegó hasta el estudio casi sin quererlo, sus pies la llevaron hasta el atril, sus manos colocaron el lienzo y prepararon los colores mientras su mente se desconectó totalmente de su corazón.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora