Capítulo XLI

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Lunes y aquí estoy. 


Capítulo 41

Camino estaba repasando una de sus últimas obras, mientras Maite trabajaba en una que había ocultado celosamente durante esos últimos días, algo que a su estudiante le causaba mucha mayor ansiedad. Levantó la vista viéndola tan concentrada que no pudo más que sonreír, eso sin contar con que tenía una pequeña mueca de tranquilidad dibujada en su rostro. Fuera lo que fuera que estuviera dibujando, no solo le gustaba, le causaba sosiego. Camino suspiró pensando en la mucha falta que le hacía a Maite ese sentimiento. Las noticias desde París se habían detenido por lo que la joven supuso que los procesos seguían su curso y pronto Maite se marcharía.

De hecho, la pintora ya se lo había dado a conocer a Alonso, quien lamentó enormemente que tuviera que salir así, por una causa tan poco agradable. Maite solicitó adelantar las clases del seminario y estaba manteniendo un ritmo muy acelerado. A Camino le costó horrores que se alimentara bien los últimos días. En su afán por terminar la obra había querido saltarse la comida un par de días, pero su protegida se lo impidió argumentando que si necesitaba mayor tiempo siempre podía llevarse la obra a París con ella.

Ahora la miraba otra vez, perdida en su pintura y Maite cuando pintaba estaba doblemente bella. No le faltaron las ganas de cruzar el espacio que las separaba, tomarla de la cintura y besarla profundamente, pero no debía. No aquí, ni ahora.

-¿Vas a terminar esa composición o seguirás mirándome como si fuera un helado en medio del desierto? – preguntó Maite sin levantar la mirada, pero con media sonrisa en el rostro.

-Mirándote – aventuró Camino y consiguió que la pintora levantara sus ojos hacia ella y frunciera el ceño – vale – dijo volviendo a desplazar el pincel por el rincón que estaba retocando.

-Así me gusta – afirmó la mentora.

-De todas maneras, ya casi termino, mi amor – Camino percibió la mirada de reprobación de la otra mujer – digo – se corrigió – profesora Zaldúa, ha sido un lapsus mental, discúlpeme, pensé que estaba con mi amante.

-¿Su amante? – Maite sabía que indagar era incumplir su propia regla, pero sintió ligera diversión al decirlo. Dejó lo que estaba haciendo para acercarse a su alumna - ¿Le parece correcto confundirme con su amante?

-Bueno – Camino sonrió de medio lado – ambas son igual de bellas, no puede culparme.

-Expláyese, por favor – pidió la mentora.

-Ambas son dos mujeres guapísimas y unas artistas formidables – Camino retocó una esquinilla de la naturaleza muerta en la que venía trabajando, mientras miraba esporádicamente a Maite – ambas son mujeres fuertes, inteligentes y con convicciones envidiables – la estudiante hizo una pausa – claro que ella es tan buena en el arte de pintar como en el arte de amar.

-Pero – Maite se posicionó cerca de la muchacha – sin mí nunca hubiera usted podido pintar algo tan increíble como esto – señaló la pintura y Camino asintió con una risilla – madre mía, has perfeccionado tu realismo, ¿no?

Delante de ella había un cuadro sencillo, pero muy precioso. Simulaba a los típicos bodegones, pero no lo era, era más bien un plato con varios melocotones, uno partido por la mitad, sobre una mesa en el marco de una ventana que daba a un jardín. El jardín tenía colores cálidos y mostraba como un sol brillaba intensamente, pero los contornos estaban desdibujados, como si estuvieras tomando una fotografía desenfocada. Contrastaba con el plato y los melocotones que estaban tan bien conseguidos que parecían una foto realmente.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora