Capítulo XVIII

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Yo no puedo dejar de pensar en el llanto de Camino hoy, pero bueno igual sigo en pie para actualizar... Nuevo capi...

Capítulo 18

Maite y Camino permanecieron desnudas, sobre el sofá, abrazadas y acariciándose. La joven apoyó su cabeza sobre el pecho de la pintora y está se deleitaba rozándole los hombros, el cabello. Mirándola dulcemente. Pensar que ella había luchado intensamente por no caer y ahora sólo quería caer intensamente. Admiraba su piel desnuda, su cuerpo precioso que emanaba calidez, que había desandando con sus manos y sus labios, y en lo único que podía pensar era en volver a caer de nuevo.

Camino levantó la mirada hacia ella y la miró con esa clase de sonrisas que te recorren por completo. ¿Cómo no besar esos labios, una, dos, tres veces? Besos cortos, besos tiernos.

La joven acarició la piel de su brazo – quiero guardar en mi memoria cada lunar, cada pliegue de tu piel, tu olor.

Maite sonrió – eres tan bella – era la única respuesta que pujaba por salir de su garganta – y tan joven – agregó acariciando su rostro.

-Maite, te amo tanto – la expresión de Camino se tornó en una mueca que mostraba una especie de ahogo, de desespero, porque el amor también tiene una dosis de desespero al final de cuentas. Desespero por sentir a esa persona que nos hace latir el corazón de todas las maneras posibles – jamás había sentido algo igual por otra persona – luego sonrió dulcemente – pienso en ti a todas horas.

Maite soltó aire de forma audible y besó su cabeza – en eso consiste el amor.

-¿A ti te ocurre lo mismo? – preguntó Camino.

Maite cambió su expresión a una más seria y suspiró levemente antes de besar la cabeza de su amante una vez más. Por inercia ante la negativa de respuesta, la joven se incorporó a mirarla.

-¿He dicho algo que te ha molestado? – le preguntó.

-No, no, no, en absoluto – Maite la miró a los ojos intentando tranquilizar la inquietud en su rostro- me tienes cautivada, Camino – la pintora acarició su rostro – mírate, pareces sacada de un cuadro de Botticelli.

-¿De veras? – susurró Camino.

-Eres un regalo para mí.

Claro que le correspondía, claro que la amaba. Su corazón había palpitado hasta aturdirla al ser consciente porque también era consciente de que a necesitaría mucho más que nunca. Que querría tenerla cerca, que querría amarla sin pensar en lo inapropiado que era.

Se besaron una vez más porque les resultaba imposible dejar de hacerlo.

-Es maravilloso saber que sientes lo mismo – sentenció la joven Pasamar con una dulce sonrisa y un aire feliz.

Y como no contagiarse de una expresión tan bonita que la arrastró a sonreír también – lo mejor del mundo es el amor correspondido, somos afortunadas – contestó la pintora.

-Así me siento – Camino sonrió sin dejar de mirarla, pero luego su mueca cambio un momento, a una de leve desazón.

-¿Qué te ocurre? – pregunto Maite al ver esa reacción tan diferente a las demás.

-¿En verdad te vas a marchar? – le preguntó Camino - ¿qué será de nosotras cuando regreses a Paris?

Maite negó con la cabeza antes de contestar con palabras – No pienses eso ahora – le dijo – nadie sabe lo que nos deparara el futuro, además después de lo que acaba de ocurrir – los ojos de las dos se quedaron magnetizados, una con la mirada de la expectación, la otra con la que sabía el efecto que podrían traer sus palabras – voy a posponer mi viaje – el rostro de Camino se iluminó por completo y Maite sintió que podría vivir por conseguir en su avecilla esa reacción – me resisto a dejar de verte.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora