Capítulo XXXVII

2.2K 104 57
                                    


Bien... a ver...


Capítulo 37

-¿Cómo se atreve? – Maite sintió que su respiración sonó muy audiblemente, más que su voz incluso - ¿Cómo se atreve a hacer semejante canallada? – esta vez sí que su voz se escuchó potente.

-Tranquila, hija – su tío intentó calmarla – por favor, no vas a ganar nada alterándote.

-Pero ¿cómo quiere que no me altere, tío? ¿Cómo? – Maite dejó el teléfono en la mesa en el manos libres, quería ponerse de pie, poder caminar por el salón de su casa y sentirse libre de vociferar - ¡Justamente ella! ¡Justamente ella me quiere denunciar por adulterio a mí!

Susana intervino – Maite, por Dios, sosiégate, lo que quiere es esto, que reacciones, que te enfermes por su causa, arruinarte la vida.

-Pero si fue ella la que me dejó por estar saliendo con otra mujer, me lo dijo en mi propia cara cuando vino – Maite apretó los puños y los dientes - ¿Cómo se atreve? ¡Me va a escuchar! ¡Se los juro! ¡Esa mujer va a conocer de qué estoy hecha en realidad!

-¡Maite! – Armando levantó la voz y se hizo un silencio total – quiero que te sientes y te calmes – su voz sonó autoritaria como cuando Maite era sólo una niña y, por alguna razón, un berrinche o un enfado con su madre o su padre, actuaba de manera impulsiva. Entonces, su tío la ponía en su lugar con un simple mandato - ¿Me has oído? – preguntó el hombre.

-Sí – la voz de la morena bajó de nivel y se sentó al lado del teléfono – estoy sentada.

-Bien, tienes que calmarte, no puedes dejar que te altere porque es lo que quiere, quiere que pierdas el control, quiere que la llames y le reproches, ¿no te das cuenta? – expuso – lo que quiere es que estés pendiente de ella, entrar a tu vida a toda costa.

-Pero...

-No, no hay "peros" que valgan, sobrina – Armando respiró profundamente y luego de una pequeña pausa agregó – ella ha involucrado a la justicia de por medio, que sea a la justicia a quién le demuestre lo que debes para quitarla de una vez de tu vida.

-Tu tío tiene razón, Maite – Susana sonó sosegada a pesar de sus palabras – no niego que me siento igual de indignada que tú, que iría y le soltaría el rosario de la aurora por ser tan ruin contigo, por tenernos tan engañados durante tanto tiempo – luego de pausa en suspenso agregó -, pero Armando tiene razón, dejemos que sean los tiempos de la justicia los que decidan.

-¿Puede hacer algo como esto? ¿Acusarme de adulterio? En realidad, creía que en los divorcios estos temas habían quedado anticuados, no era posible utilizarlos – cuestionó Maite – además, yo presenté una demanda mucho antes que ella.

-Depende de la jurisprudencia, es posible que el juez o jueza desestimé la acusación, pero está claro que lo que ella se propone es un proceso contencioso, un juicio y no un acuerdo mutuo – explicó su tío – si firmaba la demanda que presentaste, puede que sin mediación se pudiera certificar y tú no hubieras necesitado verla, o sólo como parte de un trámite, pero un juicio implica tiempo, dinero.

Maite meneó la cabeza aguantando las ganas de maldecir a su ex mujer por ser tan imbécil.

-Sin contar con que tendrías que volver a Paris cuando la justicia te citará – agrego Susana.

Maite bufó y con un tono muy cínico repuso – Claro, si no es por las buenas, será por las malas – parafraseó a su ex – eso fue lo que me dijo la última noche que la vi.

Camino a la Pasión [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora