¿Coqueteando tan pronto?

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•Capítulo 37•

Karol

El frío viento choca con mi piel descubierta dando escalofríos a todo mi cuerpo haciendo que me despierte.

Abro mis ojos para encontrarme con el cuarto de la casa de Ruggero, nada fue un sueño lastimosamente, me hubiera gustado evitar toda la situación de ayer.

Sin dar más vuelta voy al baño para lavarme la cara y los dientes.

—Caro —la muevo, ella hace unas muecas pero se levanta.

—¿Qué hora es? —pregunta fregando su cara con ambas manos.

—Las nueve —ella asiente y se dirige al baño.

Y, ¿se supone que debemos esperar el desayuno o puedo ir por el?

Salgo del cuarto y comienzo a caminar por el largo pasillo para ver si logro cruzarme con Ruggero, hay ruido de gente en el piso de abajo, pero aquí, está en completo silencio.

Escucho unas voces, y creo reconocerlas, me acerco a la puerta pero me arrepiento rotundamente de haberme acercado, me arrepiento de haber salido de ese estúpido cuarto.

Escuchar a Bianca gemir el nombre de Ruggero envía ondas de celos hacia todo mi cuerpo, yo quisiera estar ahí, quiero ser yo la que haga que Ruggero cierre los ojos de placer y, oh Dios, estoy muy mal.

Me alejo rápido tratando de borrar lo que acabo de escuchar.

—¿Está el desayuno? —pregunta Carolina una vez que llego con ella.

—Eh, no lo sé —contesto buscando mi celular.

—¿Estás bien? —asiento con la cabeza sin siquiera mirarla.

Le mando un mensaje a Ruggero preguntando si íbamos a desayunar o qué, su respuesta no llegaba, y lastimosamente sé por qué.

De repente vibra mi celular en mis manos.

Baloo: Buen díaaa

Baloo: Ahora paso por su habitación y bajamos todos juntos

Leo su mensaje y salgo del chat. No quiero responder.

-Ruggero pasará por aquí en unos minutos para ir a desayunar -caro asiente mientras busca ropa para cambiarse.

Ruggero llega con Bianca agarrada de su mano, los dos se ven estúpidamente felices.

—Vamos —me sonríe él pero solo camino para seguirlos. No sé bien que tengo, pero es mejor que nadie me hable porque temo que voy a responder muy mal, nunca supe manejar mi mal humor.

No vamos hasta dónde está toda la gente, sino que nos dirigimos a una mesa llena de comida, y allí nos sentamos los cuatro. Agradezco eternamente que Carolina esté conmigo ahora.

—Sírvanse lo que quieran —habla Ruggero.

—Gracias —sonríe Carolina al ver que yo no iba a hablar.

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