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CAPÍTULO XXIX
Más que un adiós, un latido



El sábado en la mañana Beomgyu se la pasó queriendo consumir sus barbitúricos y benzodiacepinas cada que el reloj marcaba un minuto más del día.

Los barbitúricos eran sus pastillas al igual que las benzodiacepinas, estas causaban relajación y sueño, son agentes hipnótico-sedantes y como estaban médicamente recetadas él creía que no estaba mal tomarlas cuando le placiera, sin embargo, debía cumplir su horario estipulado y abstenerse de tomarlas del modo en el que quería.

Para ser más concretos, esas pastillas eran droga, y sí, Beomgyu estaba autorizado para drogarse con aquellas pastillas, se había vuelto tan dependiente de ellas como el agua, cuando tenía demasiada ansiedad tomaba dos de cada una, cuando estaba estresado, volvía a tomar, y así sucesivamente cuando se le presentaba una situación que no podía cargar fácilmente, tomaba una de las pastillas y las deglutía esperando que así el sueño pudiera carcomer sus nervios y dejarlo más calmado.

Obviamente funcionaba, y por una parte era malo.

Sumándole que su habitación era como un hermético frasco frío con olor a inciensos, y sí, eran terapéuticos y también servían para relajarse, encendía uno todos los días hasta que se consumía por completo, no necesitaba encender más por el día ya que el olor se quedaba concentrado entreverado en las cuatro paredes cumpliendo así su función a la perfección.

¿Y por qué tanto estrés Choi Beomgyu?

Cuando iba a casa de sus abuelos siempre estaba en ese mismo plan, odiaba allá, odiaba el lugar, odiaba a sus primos, odiaba a los mosquitos, odiaba que no había ninguna distracción, odiaba que no había señal, lo odiaba todo en Busan.

Lo único que sí quería era ver a sus abuelos, pero no pasar todas las vacaciones allá; simplemente le bastaba estar un día allí y volver a su casa satisfecho; claro que, no era así y debía pasar tres tediosas semanas en esa ergástula con aroma a hormigas.

—¿Y a qué hora nos vamos a ir? —preguntó por cuarta vez a su madre mientras se movía por todos lados, balanceándose sobre sus talones, girando lentamente, jugando con sus dedos, y bueno, estaba algo inquieto, ansioso.

—El vuelo sale en la noche —y aunque su madre estuvo evadiendo avisar aquello, ya no tenía opción porque su primogénito estaba siendo intenso con respecto a ello.

—¡¿Qué!? —Beomgyu quedó con cierto pasmo, abrió los ojos y pensó que claramente lo estaba jodiendo.

Lo tenían que estar jodiendo.

—Las carreteras hacia Busan están cerradas por reestructuración, lo siento, cariño —la madre sentía un poco de pena, a Beomgyu le aterraba como el infierno ir en avión y someterlo a aquello era una tortura para ella.

—Y-y... ¿No pudieron esperar a que terminaran de hacer las calles para irnos? —titubeó ya entrando en una leve crisis, tan sólo imaginarse él, estando en un vuelo, en un avión a muchos metros del suelo, no, carajo, no.

—Es importante estar allá en Busan para mañana, tu padre arregló unos asuntos con el dueño de una de las organizaciones más grandes de vino.

—¿Saben que puedo quedarme en casa? ¿Verdad? —y si su madre aceptaba su eufemismo, estar en casa y evadir ir a casa de sus abuelos durante navidad le anotaba un punto, además que no iba a montarse en un avión hijo de puta.

—Sí, claro, puedes quedarte en casa, pero no solo.

Beomgyu rechistó, ¿Y a quién carajos iban a traer para que le echara un ojo? ¿Una niñera?

His Little Anxiety™ © Yeongyu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora